El recalentamiento del planeta puede provocar sequías en algunas zonas y aumentos de lluvias en otras, y en cualquier caso contribuye a la desertización por el agotamiento de las aguas, la destrucción de bosques y la erosión.
Puede también intensificar el fenómeno de El Niño, la corriente caliente del océano Pacífico que causó inundaciones en Asia y la sequía que condujo a los desastrosos incendios de bosques amazónicos en el estado brasileño de Roraima el año pasado.
La deforestación, en el sentido inverso, contribuye al efecto invernadero que aumenta la temperatura de la tierra. La mayoría de esos problemas tiende a reducir la biodiversidad, estimulando posibles condiciones para una mayor amenaza de desertización y de variaciones climáticas.
La degradación de la tierra daña o destruye hábitats, constituyendo una de las mayores amenazas que sufren las especies vivas, advirtió el Comité de Ciencia y Tecnología de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CLD).
La interacción de tales fenómenos exige estrecha cooperación entre los organismos que supervisan las convenciones mundiales sobre cambio climático, biodiversidad y desertización, declaró la Tercera Conferencia de las Partes de la CLD.
La reunión concluyó este viernes en Recife, ciudad del Nordeste de Brasil, zona azotada por sequías y desertización.
Tales relaciones pueden también pueden adquirir una tendendia positiva. La reforestación permite humedecer la superficie, reduce la velocidad de los vientos y por tanto la evaporación del líquido contenido en el suelo, favoreciendo la agricultura.
El cambio climático influye en la degradación de las tierras por dos vías principales, el aumento de la temperatura mundial y la posible intensificación de fenómenos como El Niño, según Guido Soto, coordinador del plan nacional de Chile contra la desertización.
Un estudio realizado en su país identificó una persistente reducción de las lluvias, en curva similar, del norte al sur de Chile en este siglo, acompañando el aún lento recalentamiento del planeta. En cambio, aumentaron las precipitaciones en el altiplano, que comprende áreas de Argentina, Bolivia y Perú.
El Niño, provocado por el desplazamiento de aguas cálidas cercanas a América Central hacia la costa sudamericana, modifica la presión del aire y ataca la fauna marina, especialmente las especies adheridas a las rocas que no logran migrar.
Su contracara es La Niña. Ambos alteran fuertemente el régimen de lluvias en Sudamérica y Asia, con sequías en un lado e inundaciones en el otro o viceversa. Sus efectos se sientem también en otros continentes.
Se trata de fenómenos que se repiten, pero predecible solo a corto plazo, cuatro a seis meses antes, señaló Soto, limitando las posibilidades de medidas de prevención de sus efectos en la agricultura, los bosques y los recursos hídricos.
No hay consenso científico sobre su relación con el efecto invernadero, pero la intensificación de sus consecuencias parece comprobarla.
Tampoco hay acuerdo sobre cuánto aumentará la temperatura de la Tierra en el futuro. Las estimaciones varían de 1,5 a cuatro grados para todo el siglo XIX, según Salah Tahoun, profesor de la Universidad de El-Zagazig, en Egipto.
El Centro Hadley, de Berkshire, Gran Bretaña, divulgó tres semanas atrás un estudio según el cual el calentamiento será de ocho grados en los próximos 100 años, sobre la base de un estudio en que habría comprobado un ritmo mucho más acentuado que lo previsto anteriormente.
Es una exageración, opinaron expertos presentes en Recife, como Tahoun y Heitor Matallo Junior, que coordina la elaboración del plan contra la desertización en Brasil.
Pero para la Amazonia cualquier pequeño calentamiento es grave, porque es un área donde la consecuencia sería la disminución de las lluvias, especialmente en su parte oriental, señaló Pillip Fearnside, ecólogo estadounidense que investiga la región hace más de 20 años.
Los daños amazónicos se producen incluso cuando el promedio anual de lluvias es normal, pero hay cambios en su ciclo. Algunos meses secos son suficientes para debilitar los bosques y generar condiciones más favorables a grandes incendios, observó.
No se debe olvidar el adelgazamiento de la capa atmosférica de ozono, provocados por emisión de algunos gases, con efectos dañinos para la salud humana y también para la vida vegetal y animal, recordó Soto.
Los efectos de todos los fenómenos ambientales en el aumento de la desertización, particularmente los cambios climáticos, preocupan a los científicos que asesoran la Secretaría de la CLD.
La interrelación entre ellos permite también una sinergia que debe ser impulsada, destacaron muchos delegados en esta Conferencia, estimulando esfuezos conjuntos con otras convenciones incluso como forma de aprovechar mejor los escasos recursos financieros. (FIN/IPS/mo/mj/en/99