ALEMANIA: Berlín es una fiesta, pero podría haber sido una tumba

La capital de Alemania celebra hoy el décimo aniversario de la pacífica caída del Muro de Berlín, pero líderes reunidos en esta ciudad recuerdan que, en lugar del comienzo de la reunificación alemana y el fin de la guerra fría, podrían estar conmemorando una tragedia.

Este martes, en el Reichstag, el parlamento alemán, en medio de las celebraciones y conciertos de música, el ex canciller (jefe de gobierno) Helmut Kohl agradeció al ex presidente soviético Mijaíl Gorbachov por creer en su palabra el día en que cayó el Muro.

Entonces Kohl le aseguró a Gorbachov que las manifestaciones populares que exigían reformas democráticas y el derecho de viajar al lado occidental eran pacíficas.

Kohl recordó en entrevistas con los medios cómo Gorbachov lo había llamado para preguntarle si era verdad, como sostenían las fuerzas de seguridad soviéticas y de Alemania oriental, que las instalaciones de la Unión Soviética en República Democrática Alemana (RDA) corrían peligro de ser atacadas por el pueblo.

Según Kohl, la KGB, la agencia de inteligencia soviética, pretendía que Gorbachov diera la orden de movilizar los tanques y aplastar el levantamiento como lo habían hecho en 1953.

Otras versiones aseguran que el gobierno oriental se debatía sobre si las manifestaciones debían ser detenidas por la fuerza. En parte, asegura Markus Wolf, el ex jefe de la inteligencia de RDA, fue el gobierno que aconsejó a Moscú no ejercer la violencia.

Fue una suerte que Gorbachov le creyera a Kohl y no a sus propios oficiales de inteligencia, porque en caso contrario "la historia habría dado un vuelco muy distinto si los tanques soviéticos hubieran aparecido en las calles", recuerda el jefe de gobierno alemán.

Kohl hablaba en una sesión especial del Parlamento para conmemorar la caída del Muro, ante invitados especiales como Gorbachov y el ex presidente de Estados Unidos George Bush, a los cuales felicitó por su apoyo a la reunificación alemana.

En toda Berlín, cientos de fiestas y conciertos intentaban recrear la atmósfera de euforia que se vivió en la ciudad hace 10 años cuando los berlineses del este comenzaron a cruzar la frontera.

Pero la ausencia de importantes dirigentes en las celebraciones indica que la reunificación alemana comenzada en 1989 no ha concluido.

Aunque François Mitterrand, quien era presidente de Francia cuando cayó el Muro, ha muerto, Margaret Thatcher, la primera ministra británica entonces y líder de una de los cuatro países que administraban a la divivida Berlín, decidió no asistir a las celebraciones de este martes.

Fuentes cercanas a Kohl en esa época aseguran que Thatcher y Mitterrand se oponían a la reunificación alemana porque temían el poderío de la Alemania unida. Los recuerdos de la segunda guerra mundial no se habían borrado.

Entonces Kohl debió recurrir a Bush.

"Los alemanes no podríamos haber logrado la unidad en el plazo de un año si George Bush no hubiera sido entonces presidente de Estados Unidos y si él y su país no nos hubieran apoyado con firmeza", declaró Kohl el lunes, en una ceremonia que declaró a Bush ciudadano honorario de Berlín.

A Kohl se le atribuye haber aprovechado la oportunidad de la caída del Muro para imponer la reunificación formal, a pesar de que Gorbachov se oponía a que la RDA se incorporara a la esfera de la Organización del Tratado del Atlántico Norte.

La caída del Muro fue una sorpresa para todos. El portavoz del gobernante Partido Socialista Unido de RDA, Gunter Schabowski, al parecer confundió las instrucciones del secretario general del partido, Egon Krenz, y anunció la inmediata apertura de las fronteras con el oeste.

"No estábamos preparados, ni siquiera técnicamente. Me decepcionó cómo nuestros líderes perdieron por completo la cabeza", declaró Harald Jaeger, un soldado del lado oriental que comandaba a los guardias fronterizos en el puente Bornholmer, el primer cruce de frontera que fue abierto.

Mientras multitudes de alemanes se congregaron en la calle del puente, las instrucciones de los guardias se limitaban a evitar incidentes o una avalancha humana a toda costa.

A medida que la multitud se inquietaba, los superiores de Jaeger "pensaban que la presión se reduciría si se dajaba salir a los más agresivos. Pero tuvo el efecto opuesto", recordó el soldado.

Mientras crecía la multitud, el temor de que la gente fuera aplastada o que cundiera el pánico lo obligó a tomar una decisión. A eso de las 23:00 horas del 9 de noviembre, "abrimos las barreras y los ciudadanos de Alemania oriental corrieron al oeste", relató Jaeger.

"No podríamos haberlos contenido, incluso con refuerzos", sostuvo. Jaeger calcula que 100.000 personas cruzaron el puente Bronholmer esa noche y fueron recibidos en el otro lado por eufóricos alemanes occidentales que destapaban botellas de champán.

"Nunca pensamos que la RDA colapsaría", dijo Günter Goldbach, un general del ejército oriental que cumple una pena de prisión porque ordenó disparar contra aquellos que intentaron escapar al oeste en los años antes de 1989.

"La coincidencia tuvo un gran papel en cómo se desarrollaron los acontecimientos esa noche y en los meses siguientes", afirmó.

El ex líder de RDA Egon Krenz, a quien el lunes un tribunal de Leipzig condenó a seis años de prisión porque ordenó disparar a los guardias fronterizos, pasó gran parte de la noche del 9 de noviembre hace 10 años intentando comunicarse con el embajador soviético en Berlín, buscando instrucciones de Moscú.

"Fue la noche más complicada de mi vida. Esta era la frontera más protegida de Occidente, quizá del mundo. Era una frontera entre dos sistemas del mundo, una frontera entre dos bloques. Cualquier cosa podría haber ocurrido, el caos, la catástrofe", aseguró.

Al menos con la apertura de las fronteras "sería un caos, pero pacífico", dijo Krenz, quien aún cree que la reunificación no estaba en el tapete entonces. "Yo creía que la RDA se podría reformar", dijo.

Lo perturbó el hecho de que Gorbachov "abandonara" a la RDA y le permitiera ser tomada por Alemania occidental, comentó.

Las celebraciones de este martes fueron criticadas porque los alemanes del este no estaban representados en los principales discursos del Reichstag.

Ninguno de los disidentes ni los activistas de derechos humanos que ayudaron a derribar el muro fueron invitados a la ceremonia oficial.

Pero como dicen los activistas, Alemania fue dividida en una época en que imperaba la política de las superpotencias, y sin la voluntad de estas el proceso de reunificación no estaría en marcha. (FIN/IPS/tra-en/ys/ak/aq/ip/99

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