Las Fuerzas Armadas de Turquía culpan a fundamentalistas islámicos apoyados por Irán del asesinato de un destacado defensor del Estado laico, lo cual será discutido este miércoles por el Consejo de Seguridad Nacional.
Oficialmente, el Ejército culpó del crimen a "enemigos de la República manipulados desde afuera". Pero información filtrada a la prensa reveló que los militares culpan a Irán del asesinato del profesor Ahmet Taner Kislali, aunque Teherán niega firmemente la acusación.
Un portavoz del ejército descartó el lunes las "teorías conspiratorias presentadas por 'shariatistas' (partidarios de la ley islámica, o sharia) y algunos intelectuales excéntricos de que el asesinato de… Kislali podría haber sido planeado por los servicios secretos del Estado".
En un gesto sin precedentes, el alto comando de las Fuerzas Armadas ordenó que oficiales participaran la semana pasada en el funeral de Kislali en Ankara. Aunque los militares fueron bien recibidos por la multitud presente, el primer ministro Bulent Ecevit y el presidente Suleyman Demirel fueron abucheados.
La participación del ejército en la ceremonia es considerada en este país como evidencia del interés de las Fuerzas Armadas en seguir la represión contra los fundamentalistas islámicos. Esto a su vez provocó una campaña defensiva del islamista Partido de la Virtud.
Kislali, de 60 años, fuerte opositor del fundamentalismo islámico y defensor del laicismo, fue asesinado el jueves 21 frente a su casa en Ankara cuando intentó retirar una lata de cerveza, que resultó ser una bomba, colocada sobre su auto.
Kislali era conocido por su posición autoritaria contra el fundamentalismo islámico político y el separatismo kurdo expresada desde su columna en el diario de Estambul Cumhuriyet, y por sus cursos de ciencia política en la Facultad de Comunicaciones de Ankara.
Apoyó la represión de las Fuerzas Armadas contra el rebelde Partido de Trabajadores Kurdos y los radicales islámicos, e hizo campaña para que el pueblo apoyara la participación de los militares en la política.
Fue vicepresidente de la Asociación de Ideas Ataturkistas, integrada principalmente por oficiales retirados, maestros e intelectuales que promueven al "kemalismo" como la ideología dominante del Estado, basado en las ideas del fundador de la Turquía moderna, Kemal Ataturk.
Kislali y sus partidarios promovían el retorno de la edad dorada de la república, cuando el estado recién creado erradicaba viejas estructuras religiosas, reliquias del Imperio Otomano, sustituyéndolas con reformas laicas.
También criticaban fuertemente a la clase política por sus concesiones a los fundamentalistas islámicos.
El asesinato es investigado por un equipo especial de policías, servicios de inteligencia militar y de inteligencia nacional.
Oficiales de seguridad creen que la muerte de Kislali es parte de una conspiración apoyada por Irán que incluyó los asesinatos de intelectuales laicos como Muammer Aksoy (1990), Bahriye Ucok (1990) y Ugur Mumcu (1993), todos columnistas del diario Cumhuriyet.
Un alto oficial de inteligencia habría dicho al analista de seguridad Tuncay Ozkan, del diario Radikal, que "este acto terrorista hará temblar a Irán así como a Turquía. Esta última explosión es una repetición de una anterior de 1992 cuando un jordano, Ehud Sadan, fue asesinado en Ankara".
La muerte de Sadan también está ligada a los asesinatos de un israelí y un estadounidense, ambos oficiales de inteligencia, en Ankara en 1992.
En todos estos asesinatos se emplearon el mismo tipo de explosivos, así como en el de Kislali. "El hombre detrás de todo esto es el mismo", habría dicho el oficial.
"¿Por qué Ankara es el centro de casos de asesinato sin resolver?", se preguntó Tuncay Ozkan. El analista cree que algunos grupos estatales impiden que los investigadores concluyan su labor.
"Los asesinos de Muammer Aksoy fueron identificados como Hasan Keshani y Ahmet Aghihi, ambos diplomáticos del consulado iraní en Estambul", aseguró.
"El asesinato de Kislali es la venganza de Irán por la supuesta participación de Turquía en las últimas revueltas estudiantiles en Teherán", concluye Ozkan, recordando las amenazas de "venganza" de altos funcionarios iraníes durante esos incidentes en el verano boreal.
Pero Etyen Mahcupyan, de la Universidad Bilgi, de Estambul, discrepa. "En Turquía, a algunos cuadros no les gusta la idea de hacerse europeos, creen que perderán su posición actual en este régimen autoritario cuando el país forme parte de la Unión Europea".
"Se debe explorar la lógica de atacar a un republicano autoritario en este caso. Su muerte se puede interpretar como parte de un ataque frontal contra los valores republicanos y así provocar sentimientos antiislámicos, lo cual terminaría con el llamado a una revolución antiislámica por el ejército", señaló.
"Los islámicos tampoco son tan inocentes. Antes de la muerte de Kislali, el diario islamista Akit publicó una fotografía del profesor con una cruz sobre su rostro. Quienes provocaron el fanatismo desde ambos lados no son menos inocentes que los verdaderos asesinos", concluyó Mahcupyan.
"Queremos que se castigue a quienes contrataron a los verdugos, no sólo a los que pusieron la bomba", dijo la hija de Kislali, Dolunay Uluc.
Guldal Mumcu, viuda del periodista asesinado Ugur Mumcu, cree que la investigación de la muerte de su esposo fue obstaculizada por el Estado.
El entonces ministro del Interior Mehmet Agar "me dijo que si el 'Estado tuviera la voluntad necesaria (el caso) se resolvería de inmediato. Con sacar un solo ladrillo se caería todo el muro"'.
" 'Entonces hágalo', le supliqué. 'No, yo no, entonces el muro se caería sobre mí', respondió. No creo que el Estado tenga la voluntad de resolver estos asesinatos", opinó la mujer.
Pero Irán rechazó firmemente la teoría de la "conexión iraní". "Siempre que comienzan a mejorar las relaciones turco- iraníes, un mecanismo comienza a generar controversia entre los dos países islámicos", señaló un editorial del diario Teheran Times.
"No puedo garantizar que el caso de Kislali se resuelva. Como saben, incluso el asesinato del (primer ministro sueco) Olof Palme aún no se resolvió", declaró a la prensa el primer ministro Ecevit, el lunes.
"Haremos lo que podamos. Pero resolver un caso de asesinato no es tan fácil", declaró Ecevit, que en 1979 sobreviviera a un atentado contra su vida.
"Yo mismo, como primer ministro, me enfrenté a muros colosales cuando intenté descubrir a mis atacantes", dijo Ecevit, quien recordó que, en ese momento, Kislali era ministro de Cultura. (FIN/IPS/tra-en/nm/ak/aq/ip/99