Un misterioso silencio rodea a esta localidad de Timor Oriental, ubicada 110 kilómetros al sur de Dili, mientras llega el primer convoy de ayuda internacional tras un viaje de siete horas por un tortuoso camino de montañas.
La caravana, cargada de arroz, cobijas y medicamentos, sólo encuentra a un puñado de personas de una población de 23.000.
Same, al pie del monte Kabulaki, fue alguna vez la sede del gobierno del jefe Dom Boaventura, quien se rebeló contra los portugueses a fines del siglo XIX, y ahora está casi totalmente destruida por paramilitares indonesios.
Las pocas casas que quedan en pie, ahora ocupadas por timorenses orientales refugiados, pertenecían a transmigrantes indonesios o a milicianos. Esta es prácticamente la única presencia humana en la localidad. Hasta los perros parecen haberse ido.
"Esto parece una ciudad fantasma", comentó el jefe del convoy, Rob Wesley-Smith, un consultor agrícola de la organización humanitaria irlandesa Oikos, al llegar a Same la semana pasada.
La pregunta que se hace cualquiera que haya conocido antes la localidad es dónde está el resto de la población.
"Antes, venían unas 800 personas a tomar la comunión cada domingo, pero el domingo pasado sólo vinieron 50", sostuvo el cura párroco Gelasio da Silva.
Según Da Silva, un sacerdote católico que regresó a su tierra natal tras permanecer 10 años en Australia, el grueso de los habitantes todavía se esconde en las montañas.
"Están demasiado asustados para regresar. Creen que las milicias todavía están por aquí y sólo se sentirán seguros cuando Interfet esté instalada", explicó.
Sin embargo, Interfet (Fuerza Internacional de Timor Oriental) todavía no llegó a Same, situada en la región de Manufahi.
La caravana que llegó hacia la medianoche del jueves, en una operación conjunta de Oikos y Timor Aid, fue escoltada por combatientes de la resistencia del grupo Falintil, región 3, bajo el comandante "Quito".
Mientras avanzaban hacia Same, los socorristas temían una emboscada de la milicia Abalai, que todavía está activa, aunque en números pequeños, en los alrededores del puerto de Betano, a unos 50 kilómetros de esta localidad.
El comandante de Interfet, general Peter Cosgrove, admitió el viernes en Dili, la capital, que cientos de milicias proindonesias permanecen activas en Timor Oriental.
"Pretendemos que depongan las armas, pero si sienten que no pueden hacerlo, por lo menos que no vengan a Timor Oriental", dijo Cosgrove a la prensa, en referencia a la localización de 150 paramilitares en Liquica, unos 60 kilómetros al oeste de Dili.
Se reportaron varios enfrentamientos entre milicias y la fuerza multinacional, incluso uno el sábado cerca de Marko, a unos cinco kilómetros de la frontera con la región indonesia de Timor Occidental, que causó la muerte de tres milicianos. Este fue el cuarto choque en 10 días.
Las fuerzas de Interfet, en su mayoría australianas, llegaron a Timor Oriental el 20 de septiembre, pero sólo hace pocos días se movieron desde Dili y Baucau, las principales ciudades, hacia la frontera occidental.
Se prevé que esta semana llegarán refuerzos de Corea del Sur y Tailandia para ayudar a que las tropas australianas alcancen los distritos del este y el sur.
Agencias humanitarias arguyeron que la fuerza multinacional se mueven con demasiada lentitud.
Todavía se desconoce el alcance de la matanza perpetrada por los paramilitares en este territorio luego del plebiscito del 30 de agosto, en que 78,5 por ciento de los timorenses orientales optaron por la independencia de Indonesia.
Grupos de derechos humanos afirmaron que la ola de asesinatos, incendios y saqueos fue bien planificada por el ejército y hasta el gobierno civil de Indonesia.
Ross Mountain, coordinadora humanitaria de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para Timor Oriental, señaló que aún se desconoce el paradero de unas 300.000 personas que huyeron de la violencia el mes pasado, de una población total de 850.000, según cifras previas al plebiscito.
"Probablemente aún haya decenas de miles en las montañas, pero de todas maneras los números no cierran", dijo.
Algunos funcionarios de la ONU expresaron su temor a que los refugiados desaparecidos hayan sido masacrados y arrojados al océano Pacífico.
Un informe de la organización de derechos humanos Amnistía Internacional cita un incidente ocurrido el 11 de septiembre en el que un grupo de timorenses orientales fue masacrado mientras era transportado por la fuerza en barco desde Dili hasta Kupang, la capital de Timor Occidental.
Los cuerpos, según Amnistía, fueron luego arrojados por la borda. (FIN/IPS/tra-en/si/js/mlm/hd/99