PAKISTAN: La historia vuelve a repetirse

La primera semana de la dictadura del general Pervez Musharraf en Pakistán reveló varias semejanzas con los gobiernos militares que ocuparon el poder durante 25 de los 52 años de independencia de ese país de Asia meridional.

El soldado de carrera entrenado en Gran Bretaña dirigió el golpe de Estado incruento que el martes 12 instaló en el poder al cuarto gobierno militar de Pakistán.

Como dos de sus antecesores militares, Musharraf asegura que tiene el apoyo popular por haber derrocado a un gobierno electo, pero impopular. En este caso, el del primer ministro Nawaz Sharif.

Al igual que los demás gobernantes de facto, Musharraf se tilda de reformista, exigiéndole cuentas a los funcionarios, premiando a los patriotas y guiando al país a lo que llama la "verdadera democracia".

El analista político Hasan Askari Rizvi señaló en su libro "Los militares y la política en Pakistán, 1947-1986" que los antecesores de Musharraf tuvieron algunos avances iniciales en sus gobiernos.

Entre ellos, la "restauración de la ley y el orden, la reanudación de las actividades económicas normales, alguna medida de eficiencia en la rutina administrativa y reformas socioeconómicas relativamente moderadas".

"Sin embargo, cuando se trató de formular un marco participativo viable para la acción política y la creación de una infraestructura para asegurar la justicia socioeconómica, su gestión no fue mejor que la de sus antecesores civiles", escribió.

Musharraf, en su primer mensaje televisado tras el golpe, atacó las "políticas de privilegio (de la elite civil) que hicieron temblar las mismas bases de la federación de Pakistán".

Lo mismo hizo el general Mohammed Ayub Khan cuando se convirtió en Administrador en Jefe de la Ley Marcial hace 41 años y se tituló mariscal de campo durante los 11 años de su gobierno.

Ayub, en un mensaje a la nación el 8 de octubre de 1958, denunció a los "egoístas que, con el ropaje de dirigentes políticos, devastaron el país o intentaron malvenderlo para obtener ganancias personales".

El ejército se resistió a asumir el poder, pero finalmente tuvo que intervenir, dijo Ayub, porque "no hubo otra alternativa que la desintegración y la ruina total del país".

"Las Fuerzas Armadas enfrentan el incesante clamor público para remediar la situación rápidamente declinante de todos los sectores políticos". Esas palabras las pronunció Musharraf la semana pasada cuando se dirigió a sus 140 millones de compatriotas.

Los militares finalmente decidieron intervenir "como última institución viable a la que todos ustedes consideran con tanto orgullo y a la que admiran, siempre", declaró.

El domingo, Musharraf agregó en otro mensaje a la nación que "las Fuerzas Armadas no tienen intención de permanecer en el poder más de lo que sea absolutamente necesario para allanar el camino para que florezca la verdadera democracia en Pakistán".

El propósito del golpe fue cambiar una situación en que "nuestra economía se derrumbó, nuestra credibilidad se perdió, (y) las instituciones del Estado yacen demolidas", agregó.

O, como se lamentara Ayub hace cuatro décadas, "un país perfectamente sólido se convirtió en el hazmerreír".

Como lo hace Musharraf ahora, Ayub apeló a la democratización del país y aseguró "en términos inequívocos que (el propósito del gobierno) es restaurar la democracia, pero del tipo que la gente pueda comprender".

Pakistán obtuvo la independencia de Gran Bretaña el 14 de agosto de 1947 y se convirtió en república el 23 de marzo de 1956.

Dos años después, Ayub anuló la Constitución parlamentaria y gobernó mediante ley marcial hasta que los disturbios y las huelgas masivas lo obligaron a entregar el poder al general Agha Mohammed Yahya Khan.

"No me queda otra opción que dar un paso al costado y dejar (el gobierno) a las Fuerzas de Defensa de Pakistán, que hoy representan el único instrumento eficaz y legítimo", escribió Ayub a su sucesor el 24 de marzo de 1969.

"La situación en el país se deteriora rápidamente. Las instituciones administrativas se paralizan. El enriquecimiento propio es la orden del día… Todo principio, límite y forma de la existencia civilizada se ha abandonado", dijo en su último discurso nacional, similar al primero de su gobierno.

Una vez más, la economía y el gobierno yacían en ruinas, tras un período de dinámica pero políticamente penosa industrialización.

"La nación debe retornar a la seguridad y la normalidad se debe restaurar sin demora", dijo Yahya a los paquistaníes el 26 de marzo de 1969. "Las Fuerzas Armadas no podían permanecer como espectadores ociosos ante este estado de virtual anarquía. Deben cumplir con su deber y salvar al país del desastre".

"No tengo otra ambición que la de crear condiciones que conduzcan al establecimiento de un gobierno constitucional", declaró Yahya al imponer la ley marcial.

Luego permitió la celebración de elecciones generales en diciembre de 1970 que condujeron a siete años de inestable gobierno civil.

Las elecciones provocaron un enfrentamiento entre Zulfikar Ali Bhutto, quien ganara en lo que entonces era Pakistán Occidental, y Mujibur Rahman, vencedor en Pakistán Oriental. Bhutto fue el ganador y el territorio oriental se separó del resto del país y se convirtió en Bangladesh.

Bhutto, un aristócrata que dirigió el Partido Popular de Pakistán, impuso la ley marcial entre diciembre de 1971 y abril de 1972.

Gobernó hasta el 5 de julio de 1977, cuando cuatro meses de disturbios, agravados por las acusaciones de fraude en las elecciones celebradas en marzo de ese año, concluyeron con el golpe de Estado incruento del general Mohammed Zia ul Haq, el más notorio de los gobernantes de facto paquistaníes.

Zia detuvo a Bhutto, a su gabinete y a los opositores políticos, dirigió un consejo militar administrativo y, en julio de 1978, asumió la presidencia. Luego ejecutó a Bhutto.

Como Ayub y Yahya, y ahora Musharraf, Zia aseguró que los militares no querían tomar el poder, que sólo lo hicieron para evitar el desastre y que tenía el apoyo popular para sus propuestas reformistas.

"Creo que la supervivencia de este país yace en la democracia y sólo en ella", afirmó Zia ante la nación y acreedores occidentales cuyos préstamos y ayuda mantuvieron la economía en pie y a los militares, que consumían más de la mitad del presupuesto del Estado, llenos de dinero.

No designó a un primer ministro hasta 1985, luego de elecciones en que los partidos políticos no pudieron participar, y mantuvo el poder como presidente hasta su muerte en un accidente de aviación nunca aclarado el 17 de agosto de 1988.

Los analistas políticos se apresuraron a encontrar las diferencias entre Musharraf y los demás gobernantes de facto, sobre todo Zia. Pero por ahora se destacan las semejanzas. (FIN/IPS/tra-en/aa/mk/aq/ip/99

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