El presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, prometió hoy insistir para que el Senado ratifique el Tratado de Prohibición Total de las Pruebas Nucleares luego de que la cámara alta, dominada por el opositor partido Republicano, lo rechazara el miércoles.
"Aún sigue en el calendario del Senado. No se irá. No debe irse. Les aseguro…, la lucha está lejos de concluir", declaró Clinton este jueves, después de que la ratificación fuera derrotada por 51 contra 48 votos la noche del miércoles.
En la ciudad de Seattle, el vicepresidente Al Gore, el principal candidato del gobernante Partido Demócrata a la carrera presidencial en las elecciones del próximo año, también prometió seguir luchando por el tratado.
"Mi primer acto como presidente será presentar nuevamente este tratado al Senado para su ratificación. Vamos a ratificar un tratado que prohíba las pruebas nucleares. Sólo es cuestión de tiempo", aseguró.
Pero activistas por el desarme y partidarios del gobierno no ocultaban su decepción con el voto del Senado que congeló el esfuerzo internacional para que entre en vigor el tratado firmado por 154 países.
El mismo no puede aplicarse hasta que lo aprueben 44 países con infraestructura nuclear. Varias potencias nucleares, incluso China y Rusia, indicaron que no lo harán hasta que Washington lo ratifique.
El rechazo del Senado "dañará irreparablemente el esfuerzo mundial para contener la expansión de las armas nucleares,… y podría hacer colapsar el régimen del tratado arduamente construido durante 50 años por dirigentes republicanos y demócratas", dijo Joseph Circincione, de la no gubernamental Fundación Carnegie por la Paz Internacional.
Fue la primera vez que el Senado derrotó un tratado internacional importante desde que rechazara la Liga de las Naciones, la antecesora de la Organización de las Naciones Unidas, tras la primera guerra mundial.
La medida no sólo fue un golpe para Clinton, sino también para los principales aliados europeos de Estados Unidos.
En una solicitud sin precedentes publicada la semana pasada en el diario The New York Times, los gobernantes de Alemania, Francia y Gran Bretaña pidieron al Senado que siguiera el ejemplo de sus países y ratificara el tratado.
"Si el Senado (estadounidense) rechaza el tratado se retirará la presión a otros estados que aún dudan en ratificarlo", declararon el canciller alemán Gerhard Schroeder, el primer ministro francés Jacques Chirac y su par británico Tony Blair.
"El rechazo alentará aun más a los proliferadores (de las armas nucleares). El rechazo también expondrá una divergencia fundamental dentro de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte)", advirtieron.
El tratado, firmado en 1996, prohíbe todas las explosiones de armas nucleares, incluso aquellas con fines pacíficos y las realizadas bajo tierra.
El tratado se haría aplicar por una red de cientos de estaciones sismológicas, laboratorios y centros de escucha de todo el mundo para detectar rápidamente cualquier infracción.
Sus partidarios argumentan que el sistema de verificación, junto con la capacidad de espionaje de Washington, es más que suficiente para detectar las violaciones al mismo.
En caso de ratificarlo, Estados Unidos podría reanudar sus ensayos nucleares seis meses después de haber notificado su retiro del tratado si concluye que otros países no acatan el instrumento o que su propio arsenal nuclear no es seguro o confiable, explicaron.
Los partidarios de la prohibición insisten que el tratado beneficia a Washington en materia de seguridad. Al negar a otros países el derecho de probar armas nucleares, congelaría la superioridad de Estados Unidos en ese tipo de tecnología, afirmaron.
"El Tratado ayudará a limitar el desarrollo de armas más avanzadas y destructivas e inhibirá la capacidad de más países para adquirir armas nucleares", declaró ante el Senado el general Henry Shelton, presidente del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas.
Pero los republicanos se oponen al tratado por dos razones.
Recurrieron a informes de prensa para sostener que los servicios de inteligencia estadounidenses no pueden verificar con precisión las pruebas nucleares de baja magnitud de Rusia.
Los representantes republicanos también expresaron sus dudas sobre la capacidad de Washington para mantener la seguridad de su propio arsenal nuclear en la ausencia de los ensayos.
Pero físicos del gobierno y analistas independientes respondieron que la seguridad se puede mantener mediante programas de simulación de computadora y pruebas explosivas no nucleares que costarían unos 5.000 millones de dólares por año.
El líder de la mayoría republicana, Trent Lott, sorprendió al gobierno y a los senadores demócratas cuando incluyó la votación sobre el tratado en el calendario del Senado.
El oficialismo había presionado sin éxito para que el Senado debatiera la prohibición desde que Clinton se convirtió en el primer líder de una potencia en firmarla en septiembre de 1996.
Para obtener la ratificación, Clinton y los demócratas, que sólo tienen 45 de las 100 bancas del Senado, debían ganar por dos tercios de los votos.
Los demócratas pretendían que Lott no sometiera el tratado a votación hasta el próximo año, para lo cual tenían el apoyo de destacadas figuras republicanas como el ex secretario de Estado Henry Kissinger y el ex Asesor de Seguridad Nacional Brent Scowcroft.
Pero presionado por senadores de extrema derecha, incluso por el influyente presidente del Comité de Relaciones Exteriores Jesse Helms, Lott dijo que sólo accedería si Clinton prometía olvidar el tratado durante el resto de su presidencia. Clinton se negó.
Al final, 44 demócratas y cuatro republicanos votaron por el tratado, 19 votos menos que lo requerido para alcanzar la mayoría de dos tercios. (FIN/IPS/tra-en/jl/mk/aq/ip/99