Políticos y analistas de izquierda y de derecha de Estados Unidos acusaron a la principal federación sindical de este país de apresurarse al apoyar la nominación del vicepresidente Al Gore como candidato presidencial del gobernante Partido Demócrata.
Los líderes de la Federación Estadounidense del Trabajo – Congreso de Organizaciones Industriales (AFL-CIO) crearon polémica al expresar su respaldo este mes a la nominación de Gore como candidato a presidente para las elecciones de noviembre del año 2000.
De la derecha llegaron una serie de críticas por el apresuramiento de la AFL-CIO al respaldar a un candidato demócrata 13 meses antes de la fecha prevista de los comicios.
Por otra parte, líderes de izquierda que respaldaron el ascenso de John Sweeney a la presidencia de la federación sindical, hace cuatro años, también fruncieron su ceño ante la aprobación de Gore, que tiende a respaldar a las grandes empresas y el libre comercio.
El historiador Paul Buhle, autor del libro "Taking care of business", que estudia la evolución de la AFL-CIO, señaló que, pese a la política progresista de Sweeney, su respaldo al vicepresidente encaja más bien en la política centrista de líderes anteriores.
"Una vez más, la AFL-CIO invierte todos sus recursos en la elección de un demócrata de centro", observó Buhle.
Así mismo, los periodistas Alexander Cockburn y Jeffrey St. Clair, en su publicación de izquierda Counterpunch, censuraron a los líderes sindicales por apoyar políticas de libre comercio que, a su entender, perjudican los intereses de los trabajadores.
Pero Gore, que enfrenta al ex senador Bill Bradley como rival en su carrera por la nominación, prometió solidaridad hacia el movimiento sindical en la convención de la AFL-CIO celebrada en Los Angeles.
"Con la AFL-CIO de mi lado, ganaremos esta nominación el verano próximo, y las elecciones en el 2000", predijo Gore.
Sweeney había incrementado la influencia política de la AFL-CIO desde que sustituyó a Lane Kirkland como presidente de la organización en 1995, en lo que Buhle calificó como "un golpe palaciego".
Los republicanos se enfurecieron el año pasado cuando líderes sindicales invirtieron millones de dólares para apoyar a candidatos demócratas en las elecciones legislativas.
Según encuestas a boca de urna, 22 por ciento de los votantes del año pasado pertenecían a familias de sindicalistas, y casi dos tercios de ellos votaron por el Partido Demócrata.
Los estrechos vínculos con demócratas de centro-izquierda produjeron beneficios para los sindicatos en los últimos años, entre ellos el aumento del salario mínimo.
Sin embargo, algunos líderes sindicales se preguntaron por qué la AFL-CIO se apresuró en apoyar tempranamente a Gore, que apoyó pactos como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte y el Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio.
El presidente del sindicato de camioneros, James Hoffa -cuyo padre y antecesor, Jimmy Hoffa, se enfrentó varias veces con el entonces presidente John Kennedy- se negó a permitir que su agrupación respaldara a Gore. Lo mismo ocurrió con los Trabajadores Unidos del Automóvil, otro sindicato clave.
Buhle destacó como cambio positivo en la conducción de la AFL- CIO la creciente solidaridad con sindicatos del mundo en desarrollo, que incluyó campañas de apoyo a los derechos de los trabajadores en América Central.
Este internacionalismo, señaló el historiador, es un buen cambio respecto de décadas anteriores, cuando sindicatos estadounidenses fueron acusados de cooperar con la CIA (Agencia Central de Inteligencia) en la contención del radicalismo sindical en todo el mundo.
Sin embargo, la moderna AFL-CIO financió actividades que no promueven los objetivos internacionales de los trabajadores, entre ellas programas de radio en apoyo del presidente ruso Boris Yeltsin, criticado por líderes sindicales de su propio país, observó Buhle. (FIN/IPS/tra-en/fah/mk/mlm/lb-ip/99
