Muchas mujeres que hojearon el Informe de Desarrollo 1999-2000 del Banco Mundial se preguntaron "¿dónde están las mujeres?", "¿cuántas de ellas trabajan en la agricultura?", "¿cuántas son residentes urbanas?".
Esas preguntas y otras similares interesan a las mujeres que desean lograr que el banco desarrolle una mayor sensibilidad de género.
Si la agencia tuviera esa sensibilidad, el informe anual sobre desarrollo incluiría datos desglosados por sexo en todos los cuadros con información sobre personas.
También indicaría cuántas mujeres participan en la economía informal, como las que venden mercaderías en las calles o elaboran productos en su casa, y cuántas fueron afectadas por la política del banco de recortar gastos sociales.
"¿De qué otra forma podrían elaborar con precisión políticas públicas?", preguntó Laura Frade, coordinadora regional de la organización "Ojos de las Mujeres sobre el Banco Mundial".
"Es necesario evitar que las mujeres sigan recibiendo siempre un trato inequitativo', añadió.
La batalla vinculada con el llamado "juego de los números" ha ganado intensidad desde la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, que se realizó en 1995 en Beijing.
Las delegadas a esa reunión pidieron al Banco Mundial, a otras instituciones internacionales y a los organismos gubernamentales que cambiaran la forma tradicional de presentar la información sobre las personas, para reflejar el papel de la mujer en la sociedad.
La iniciativa se difundió mediante camisetas, insignias y tarjetas postales con mensajes como "Las mujeres cuentan. Cuenta el trabajo de la mujer", y grupos de mujeres realizaron campañas para lograr una mayor sensibilidad de género en la producción de información, estadísticas y otros datos en todo el mundo.
"No valorizar el trabajo de la mujer lleva a desvalorizar las vidas de mujeres y niñas", proclamó un grupo en Beijing.
"Los datos desglosados por sexo son cruciales, en especial los vinculados con el trabajo productivo", afirmó Simen Esim, una economista turca que trabaja en el Centro Internacional de Investigaciones sobre la Mujer, con sede en Washington.
Esim señaló que hay muchas mujeres empleadas informalmente para realizar tareas remuneradas o no remuneradas en el sector agrícola, los mercados callejeros, actividades realizadas en el hogar o trabajo subcontratado, las cuales no son incluidas en las estadísticas laborales y las cuentas nacionales.
Como ejemplo, indicó las regiones subsahariana y del sur de Asia, donde más de la mitad de las mujeres económicamente activas trabajan por su cuenta en el sector informal.
En América Latina, entre 30 y 70 por ciento de las mujeres que trabajan lo hacen en el sector informal. "Son trabajadoras a destajo en sus casas, inmigrantes que empleadas en las líneas de montaje en zonas francas industriales como las maquilas, y vendedoras de comestibles en mercados urbanos", explicó.
Esas mujeres "invisibles" en las estadísticas hacen aun más en beneficio de la economía de sus países. Esim se refirió a sus esfuerzos en la "economía del cuidado", la carga de las tareas domésticas que esas mujeres llevan a cuestas durante toda su vida.
"Cocinan y limpian para sus familias, crían a las hijas e hijos, cuidan a las personas ancianas y enfermas y, al mismo tiempo, tambien son productivas para el mercado. Sin embargo, los estudios demostraron que su contribución ha permanecido 'invisible', ¿por qué?", comentó la economista.
Esim argumentó que esas mujeres deberían estar en el centro de la atención de los análisis sobre gasto público de los gobiernos y los informes de desarrollo del Banco Mundial, y que "sólo cuando eso ocurra se harán visibles".
Mujeres como Esim y Frade están obviamente desilusionadas con lo que ofreció este año el Informe de Desarrollo del banco.
Los únicos datos desglosados por sexo en el informe son los de analfabetismo de adultos, fuerza de trabajo formal, años en la escuela y educación, uso de anticonceptivos y fertilidad.
Las mujeres son invisibles en las estadísticas sobre personas que viven bajo el nivel de pobreza, distribución del ingreso, consumo, acceso al agua potable y a instalaciones sanitarias, y personas que realizan tareas profesionales con alta remuneración, como las científicas y de ingeniería en investigación y desarrollo.
Incluso cuando el informe habla de cambios rápidos en la demografía urbana, o se refiere a los indicadores sociales de países específicos como Brasil, por ejemplo, no presenta información desglosada por sexo.
Esto ocurre a pesar de que se declara que "los proyectos sociales tienen más posibilidad de éxito si enfatizan la participación de los beneficiados y tienen en cuenta las cuestiones de género", y también que "la desigualdad de género se ha reducido".
Las mujeres que estudiaron el informe desde una perspectiva de género no vieron con agrado las recomendaciones del Banco Mundial sobre la necesidad de profundizar las políticas de ajuste estructural, liberalizar las economías y privatizar áreas como la educación.
Un economista de India realizó a fines del año pasado un estudio en el cual puso al descubierto los perjuicios que sufrieron las mujeres a causa de los ajustes estructurales en Asia.
"Es preciso diseñar en Asia políticas macroeconómicas distintas, que tengan en cuenta las necesidades de las mujeres y no trasladen la mayor parte del peso de los ajustes a ese grupo ya desfavorecido", señaló Jayati Gosh, del Centro de Estudios Económicos y Planeamiento de la Universidad Jawaharlal Nehru, de Nueva Delhi.
Frade advirtió que las niñas serán las principales víctimas de los previstos recortes en el gasto para educación. "Las familias que no puedan pagar la educación de todos sus hijos e hijas darán prioridad a los varones", pronosticó.
Esim comentó que esta perspectiva resulta irónica, porque el Banco Mundial ha promovido políticas y programas para aumentar la cantidad de niñas que asisten a la escuela, pero "no parece ver el vínculo entre sus políticas de privatización escolar y el impacto negativo en los índices de inscripción de niñas".
El mismo razonamiento se aplica en relación con las mujeres pobres que se han convertido en víctimas de los recortes en gastos sociales que implementaron gobiernos de países en desarrollo, a iniciativa del Banco Mundial.
"Las trabajadoras en su hogar pobres han sufrido en forma desproporcionada a causa de esos recortes y el banco debería hacerse responsable por el impacto de sus políticas", afirmó Esim.
Esim y Frade admitieron, pese a todo, que el Banco Mundial ha hecho algunos progresos durante los últimos años en materia de sensibilidad de género.
"El banco dio pasos importantes en los últimos cinco años. La unidad a cargo de las cuestiones de género se encuentra dentro del Servicio de Reducción de la Pobreza y Administración Económica, que es la red más poderosa de la agencia", apuntó Esim. (FIN/IPS/tra-en/mmm/mk/ego/mp/dv hd/99)