La Alcaldía de Belém, en el norte de Brasil, se propuso como una de sus prioridades liberar del trabajo riesgoso en el gran basural de la ciudad a 800 niños y niñas en edad escolar.
El proyecto "Semilla de mañana" registró que 240 familias que viven en situación crítica en el Aterramiento Sanitario (depósito de basura) de Aurá, destino final de los desechos sólidos del municipio, cuya población de 1,2 millones de habitantes crece aceleradamente.
La concesión de becas de un salario mínimo (70 dólares mensuales) para familias que mantengan a sus hijos en la escuela constituye la medida más directa para dar nueva perspectiva de vida a los menores.
Aunque está limitada a 51 familias, asegura un ingreso adicional a cerca de 255 personas, por dos años. La suma es pequeña, pero significativa para el nivel de pobreza local y permite abrir nuevos horizontes, vía educación, a los niños.
Además, el proyecto busca integrar a todos los niños y adolescentes en las escuelas cercanas, ofrece actividades complementarias de educación social, artísticas y deportivas, y capacitación profesional a los jóvenes y sus padres.
El objetivo principal consiste en "dar un futuro a los niños y adolescentes" que hasta ahora tenían su vida atada a la basura, dijo el alcalde Edmilson Brito Rodrigues.
El cuadro de menores obligados a revolver en el basural diariamente, buscando alimentos o desechos vendibles para ayudar a la familia, se repite en prácticamente todas las ciudades brasileñas.
Hay 50.000 niños y niñas en esta situación en todo el país, estimó el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), en base a datos suministrados por las alcaldías, al lanzar en junio, junto con el gobierno brasileño, una campaña nacional para hacer frente al problema.
De esa población infantil, cerca de 30 por ciento nunca estuvo en una escuela, según datos probablemente subestimados, señalaron funcionarios de Unicef, porque muchas autoridades ocultan o desconocen a los hurgadores de basura.
Las estadísticas oficiales indican que 88 por ciento de los más de 5.500 municipios de Brasil amontonan sus desechos en áreas abiertas, donde personas pobres disputan todo lo que sea comestible, incluso en mal estado, con buitres y otros animales.
La incidencia de diarreas, enfermedades respiratorias y dermatológicas es naturalmente elevada entre los niños, así como el alcoholismo y embarazos precoces entre los adolescentes, observó Reiko Nimi, representante de Unicef en Brasil.
La campaña "Niños en la basura, nunca más", que involucra a una red de organizaciones reunidas en el Foro Nacional de Basura y Ciudadanía, trata de diseminar experiencias de éxito ya comprobado en eliminar ese tipo de trabajo infantil.
Terezina, capital de uno de los estados más pobres de Brasil, en el noreste, también adoptó las becas para llevar a la escuela a los niños del basural, beneficiando a 290 familias con el equivalente a 52 dólares mensuales.
En Olinda, otra ciudad importante del noreste, los hurgadores ya no tienen que meterse en el basural. Ahora pasan a recoger los desechos por las casas, ya separados en orgánicos e inorgánicos para el reciclaje.
La campaña comenzó antes en la ciudad, tras difundirse el rumor de que había gente comiendo restos de órganos humanos mezclados en la basura de los hospitales.
En ciudades del Sur, como Curitiba y Porto Alegre, las alcaldías disponen de grandes locales donde concentran los desechos para selección para ser nuevamente aprovechados.
Los huragadores se convirtieron en profesionales del reciclaje y se organizaron en cooperativas para repartirse las ganancias de una actividad ahora más sana y digna, sin necesidad de ocupar a sus hijos en el trabajo.
El desarrollo de una economía de la basura también contribuye a sacar niños y adultos de los basurales. Brasil se convirtió en un gran reciclador de latas de aluminio, plásticos y papel, convirtiendo a muchos hurgadores de basura en microempresarios o empleados con ingresos más seguros.
La "industria de los desechos" ya representa ingresos por 620 millones de dólares, pero pierde cuatro veces más por no aprovechar toda la basura residencial que se podría reciclar, estimó el economista Sabetai Calderoni, de la Universidad de Sao Paulo. (FIN/IPS/mo/ag/hd/99