La capital de Argentina sumó este mes a su variada oferta teatral una puesta en escena que se destaca por presentar un elenco conformado por tres niños que viven en la calle, junto a actores profesionales.
Los tres noveles actores de 12, 16 y 17 años que trabajan en "Amanecer bajo los puentes" forman parte de uno de los talleres artísticos que se desarrollan en el Centro de Atención Integral a la Niñez y Adolescencia (Caina), que recibe cada año a unos 2.000 niños, niñas y adolescentes.
"Ahora tenemos una responsabilidad, así que andamos en la calle menos tiempo, venimos a ensayar, tratamos de dormir bien y de madurar un poco", comentó después del estreno Federico Correa, de 12 años, feliz con su sueldo de 300 dólares mensuales como actor.
En verdad, la obra de teatro es apenas "la punta de un iceberg", dijo a IPS la socióloga Julieta Pojonovsky, directora del Caina.
"Solo 30 por ciento de los (niños) que vienen nos permite hacer un trabajo con cierta continuidad, el resto no puede y viene salteado", explicó.
Expulsados de sus hogares por distintos motivos, niños y niñas que viven en las calles de Buenos Aires pueden acceder en forma libre y voluntaria a este centro, donde consumen las distintas comidas del día, se asean y pueden participar de los talleres artísticos y deportivos.
La modalidad es muy distinta a la de los agentes sociales que salen a las calles, y que en muchos países no está dando buenos resultados, comentó Pojonovsky.
Explicó, además, que esta experiencia es mucho más diferente aun que los habituales centros de internación, el terror de los pequeños y los jóvenes.
El centro tiene talleres de cerámica, fotografía, historieta y periodismo, en el que se produce la revista llamada Chicos de la Calle en Buenos Aires, además de cursos de narrativa, metales, circo o barrilete. También existe un pequeño campo de fútbol y una sala de computación.
"Nuestro objetivo es que estos niños comiencen a sentirse reconocidos como personas integradas desde la primera vez que llegan", comentó a IPS Cecilia Felgueras, secretaria de Promoción Social del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Felgueras indicó que los talleres son solo "una herramienta estratégica de la gestión social", pues "lo que queremos es ayudarlos a recuperar el vínculo con la familia, cuando ello es posible, a descubrir talentos ocultos y a que construyan un proyecto propio", añadió.
En ese sentido, Pojonovsky reconoció que muchas veces es preferible que estén en la calle a devolverlos a su casa, ya que hay casos en que "las familias están destrozadas, tienen padres golpeadores o alcohólicos o un padrastro abusador tanto de la madre como de los niños".
"Cuando te vas a la calle ¿tu mamá (madre) qué te dice?", pregunta uno de los niños a otro en los talleres de Caina. La respuesta es simple: "Nada, porque mi casa es muy chica y no hay lugar para todos".
La directora de Caina remarcó que en los últimos cinco años la cantidad de niños en las calles de la capital argentina se multiplicó de manera inédita, "un fenómeno asociado a la extrema pobreza", y precisó que en especial creció mucho el número de niñas.
Tradicionalmente las niñas eran cinco por ciento del total de menores en situación de calle, pero ahora constituyen 30 por ciento.
No obstante, Pojonovsky resaltó que ellas tienen mejores perspectivas de recuperación, porque "hablan más, cuentan más lo que les pasa y saben que su cuerpo está muy expuesto, por eso se informan y se cuidan".
El programa que se desarrolla en Caina incluye, además de la integración social de los niños y niñas a través del arte, un trabajo de sensibilización de la opinión pública respecto de la necesidad de no cerrarles la puerta ni discriminarlos por su condición.
El centro desarrolló un programa de concientización de profesionales en hospitales públicos, para que el personal no llame a la policía o al juzgado cada vez que uno de estos niños llega solo y sin documentos en busca de asistencia por alguna enfermedad.
"Estuve dos meses con sarna, pero me animé a ir al hospital por la policía. Me curé en Caina. Firmado: Luis". El breve relato hecho por uno de los visitantes del centro, está acompañado del dibujo de un niño, y fue publicado por la revista "Chicos de la Calle".
Un rápido recorrido por Caina permite reconocer las diferencias con un centro de internación común, del cual los niños solo piensan en huir porque se siente como presos, con pautas rígidas y sin vínculos afectivos ni actividades que despierten su interés.
En las mesas de Caina los niños comen mezclados entre sus maestros de los talleres y cuando terminan están en libertad de marcharse. "Ellos no están acostumbrados a los límites, pero aquí tratamos de que tengan algunas pautas que respetar, como no pegarse, no drogarse y no robar", precisó Pojonovsky.
La Secretaría del gobierno de Buenos Aires firmó un convenio con 40 organizaciones no gubernamentales que funcionan como hogares pequeños para niños y niñas que buscan un hogar porque no pueden volver al suyo.
"El compromiso con esas organizaciones es que (a los niños) no se les impida volver con sus familias y que el ámbito en el que vivan sea familiar, es decir que haya una pareja conviviente y no empleados por turnos, y que no habiten más de 20 personas", aclaró Felgueras.
De esa manera el tratamiento de los niños y niñas se enmarca dentro de la Convención Internacional de los Derechos de la Infancia, que recomienda ofrecer a los más pequeños un hogar, y no un internado, en el que puedan crecer y desarrollarse, agregó.
El caso de los tres jóvenes actores tuvo un fuerte impacto entre los niños y niñas de la calle. Los tres actores aparecieron en las portadas de los diarios al día siguiente del estreno, y ahora hay otros que quieren trabajar aunque sea detrás de los bastidores.
"Muchas veces nos frustramos, lo que creemos que va a funcionar no camina y hay otras cosas que sí", explicó la Pojonovsky.
"La escuela aquí no anduvo, pero seguimos probando, lo que vale es que ellos sientan un quiebre en algún momento y construyan un proyecto de vida", remarcó. (FIN/IPS/mv/dm/hd pr/99)