La región central boliviana del Chapare, hasta hace poco estigmatizada por el cultivo de coca y la fabricación de cocaína, se ha convertido en un área de cultivos legales para la exportación.
En esa zona se ven más hoy agricultores y empresarios que policías o narcotraficantes, y cada vez son menos las personas que se siguen dedicando al cultivo de coca: la mayoría prefiere buscar alternativas de producción legal con plantaciones de cítricos, bananos, piñas o palmitos.
Atrás quedaron las imágenes de interminables plantaciones de coca, pozas de maceración de cocaína, y pistas clandestinas desde donde despegaban avionetas para llevar la droga a los centros de consumo.
"El Chapare es ahora una tierra de oportunidades económicas legales", afirmó Gonzalo Claure, director del Instituto Boliviano de Tecnología Agropecuaria, una institución oficial que durante los últimos 15 años ha prestado apoyo técnico a los campesinos para que se dedicaran a cultivos lícitos.
El viejo proyecto del "desarrollo alternativo" a la producción de coca fue considerado durante muchos años un fracaso, porque sus críticos no le daban el tiempo suficiente para madurar y esperaban resultados inmediatos.
El factor decisivo para el cambio del Chapare fue la política de erradicación de cultivos aplicada por el gobierno de Hugo Banzer desde 1997, que impuso un acelerado ritmo de destrucción de cocales.
Para estimular a los campesinos a que eliminaran pronto sus plantaciones de coca, el gobierno decidió reducir en forma progresiva el monto de la compensación económica por hectárea destruida, desde un valor inicial de 2.500 dólares en 1997. En el 2002 ya no habrá compensación.
En apenas ocho meses y medio de este año se superó la marca histórica de erradicación de cocales de 1998, con la destrucción de 11.670 hectáreas, o sea 50 por ciento más que en todo el año pasado y sin ningún enfrentamiento con los campesinos.
La producción se ha orientado hacia diversas actividades agrícolas y pecuarias, con participación de personas que antes se dedicaban a plantar coca, señaló el ministro de Comercio Exterior, Carlos Saavedra.
Según estadísticas del gubernamental Programa de Desarrollo Alternativo Regional, la venta de sólo seis productos agrícolas del Chapare genera más de 25 millones de dólares anuales.
Banano, piña, maracuyá, palmito, papaya, yuca y naranja son los principales productos del nuevo Chapare, que se exportan a Chile, Estados Unidos y los países del Mercado Común del Sur (Mercosur, integrado desde 1991 por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay).
Es muy probable que en pocos años más el Chapare sea conocido en la región como la zona bananera de Bolivia. Actualmente se exporta banano por valor de unos 10 millones de dólares anuales, y los técnicos del Programa de Desarrollo Alternativo afirman que el producto está en condiciones de competir con el ecuatoriano.
La empresa que produce banano en el Chapare está formada por capitales bolivianos, chilenos y ecuatorianos y su principal mercado ha sido hasta ahora Argentina, a donde se traslada el producto en gigantescos camiones frigoríficos.
Las autoridades habían asumido, ante organismos internacionales y países cooperantes en la lucha contra el narcotráfico, el compromiso de que en el año 2001 o 2002 el país estaría fuera del circuito de producción de coca y cocaína, y piensan que podrán alcanzar ese objetivo.
Observaciones satelitales recientes indicaron que en el Chapare sólo quedan poco más de 20.000 hectáreas de cultivos de coca. Si la erradicación continúa al ritmo de este año, todas habrán desaparecido antes de que acabe el 2001.
Para entonces, en el Chapare estarán operando tres cuarteles militares que comenzarán a construirse a fines de este año, para instalar en el área una fuerza con fines de disuasión y prevenir intentos de volver a cultivar coca.
No parece una ilusión pensar que en un par de años Bolivia dejará de ser un país identificado con la producción de coca y cocaína en la región sudamericana, como lo es en la actualidad junto a Colombia y Perú.
Mientras la guerra contra las drogas transcurre con éxito y en silencio, los movimientos sociales de campesinos productores de coca, que hasta hace cuatro años marchaban a las ciudades cada vez que percibían una amenaza a sus intereses, parecen haber entrado en un profundo letargo. (FIN/IPS/ac/mp/if ip/99