Las monumentales esferas de piedra de la sureña península de Osa, Costa Rica, son un misterio para historiadores y arqueólogos, que no han podido determinar aún quién las construyó ni con qué propósito.
Las rocas, que en muchos de los casos superan un metro de diámetro, asombran por su redondez casi perfecta y por estar alineadas en triángulos y rectángulos.
Muchas de estas enigmáticas esferas precolombinas fueron removidas y retiradas de sus sitios originales durante décadas para ser trasladas dentro y fuera del país, a pesar de la oposición de los habitantes de la región.
Algunas de ellas se observan como piezas decorativas en instituciones públicas y propiedades privadas en San José.
Por esa razón, una iniciativa comunitaria y del Museo Nacional de Costa Rica pretende que aquellas esferas que fueron sacadas de Osa sean ubicadas nuevamente en su lugar de origen.
"La importancia de estas esferas de piedra es enorme pues son únicas en el mundo", dijo a IPS la historiadora Melania Ortiz, directora del Museo Nacional.
El proyecto solicita voluntariamente a las instituciones públicas y a los particulares que posean esferas que las donen para ser llevadas de nuevo a la península de Osa, explicó.
La primera devolución de cinco esferas se realizó el día 18 en un acto oficial, al que asistieron autoridades y ciudadanos de la región.
"Estas son obras monumentales que debemos proteger, es nuestro Stonehenge", agregó Ortiz, quien se une a la opinión de los especialistas que comparan la importancia de las esferas de Osa con los monumentos megalíticos (dólmenes y menhires) que están en Stonehenge, en el condado británico de Wilt.
Osa, una península de la costa del océano Pacífico ubicada a 256 kilómetros al sudeste de San José, cubierta con un bosque tropical, forma parte del valle del Diquís y su población de 34.000 habitantes es considerada entre las más pobres del país.
Los arqueólogos del Museo Nacional estiman en varios centenares la cantidad de esferas si se suman las que fueron saqueadas, las que todavía se conservan en la región y las que yacen sepultadas por sedimentos del bosque.
Estas piedras fueron descubiertas a fines de la década de los 30, cuando las compañías bananeras comenzaron a talar bosque para abrir caminos y preparar plantaciones.
El misterio que despiertan estas esferas ha generado por años las más variadas hipótesis y especulaciones.
Las teorías van desde las científicas que atribuyen su fabricación a ancestrales pueblos indígenas del valle del Diquís, hasta historias populares que afirman que fueron construidas por extraterrestes.
"No sabemos con certeza quién las fabricó, aunque se cree que fueron los antepasados de los actuales indígenas borucas, pero éstos no tienen memoria, ni historias, ni leyendas sobre las esferas", dijo a IPS la arqueóloga Ifigenia Quintanilla, quien investiga el legado arqueológico en Osa desde 1991.
Quintanilla, considerada una de las principales defensoras del patrimonio de Osa por sus habitantes, explicó que en la zona hay 900 hectáreas con 11 sitios arqueológicos en los que existen esferas aún sin remover.
Los estudios geológicos señalan que las esferas están hechas de rocas de gabro, granodioritas y calizas, y su construcción se remonta a más de 1.500 años.
"Es curioso, pero los españoles que llegaron a colonizar la región no las reportaron en sus bitácoras", indicó Quintanilla.
La manera en que fueron trasladados los materiales para construir las esferas y su proceso de fabricación es una de las dudas que más persiste entre los científicos.
Se cree que los indígenas usaban cinceles y exponían las rocas a cambios bruscos de temperatura, en un proceso conocido como exfoliación, el cual permite que las piedras se deshojen como las partes de una cebolla.
"Creemos que estas esferas eran usadas por los indígenas como símbolos de poder", señaló Quintanilla.
Los mitos que se han desarrollado en torno a las rocas ha provocado también que muchas de ellas fueran destruidas.
"Una leyenda decía que los indígenas tenían una crema con la que derretían la piedra, así la moldeaban y le introducían oro en su interior", cuenta Jesús Montero, un trabajador de una plantación de banano de 53 años que vive en Palmar Sur, poblado de Osa.
Montero, de pie frente a una esfera que fue partida, relata que esa creencia provocó que muchas personas las dinamitaran. "Cuando se daban cuenta de que adentro no había nada ya era muy tarde, el daño estaba hecho", añadió Montero.
Las particularidades de estas esferas ya ha comenzado a atraer la atención de personas adineradas y filántropos que quieren abogar internacionalmente por su conservación.
"Esta es una gran iniciativa, ya que en lugar de encerrar esos tesoros en un museo lo que se está haciendo es devolverlas a su lugar de origen", dijo a IPS Samuel Green, de Landsmark Foundation, una organización privada con sede en Nueva York que promueve la conservación de sitios históricos en el mundo.
Green ha propiciado la visita a Osa de periodistas estadounidenses y su idea es seguir divulgando en el exterior la existencia de las esferas de piedra.
Las autoridades del Museo Nacional de Costa Rica dijeron a IPS que tienen como objetivo continuar con la investigación del patrimonio arqueológico del cantón de Osa y, además, promover el turismo cultural como una forma de ayudar a la economía de la región. (FIN/IPS/nms/dm/cr/99)