La mayoría de los votantes de Argentina prefieren un cambio tras 10 años de gobierno de Carlos Menem, según las encuestas previas a las elecciones de este domingo, y para ello apuestan a Fernando de la Rúa, la contracara del actual presidente.
De la Rúa, candidato por la Alianza opositora, es un político previsible y moderado, que evita la confrontación con sus competidores, en especial con Eduardo Duhalde, gobernador de la provincia de Buenos Aires y aspirante a la Presidencia por el gobernante Partido Justicialista (Peronista).
Alejado del estilo de caudillo que caracteriza a Menem, este abogado de 62 años, dirigente de la centrista Unión Cívica Radical (UCR), es definido básicamente como un político honesto.
Esa es la cualidad más importante que debe tener el próximo presidente de Argentina, según 68 por ciento de las personas encuestadas por la empresa Romer y Asociados, que también reveló la preferencia por el cambio.
"De la Rúa encarna muy bien el cambio de estilo que la gente estaba demandando", comentó a IPS la socióloga Marita Carballo, de la empresa encuestadora Gallup.
Pero la mayoría de los consultados también opinan que la transformación no debe ser radical, sino que es preciso preservar la estabilidad económica, las empresas privatizadas no deben volver al Estado y éste no puede gastar más de lo que recauda.
Los analistas políticos entienden que la sociedad demanda una gestión austera y transparente, con programas de generación de empleo, capacidad para manejar los recursos con eficacia y una equitativa distribución de la riqueza.
Este reclamo parece hoy mejor interpretado por la Alianza, una coalición conformada en 1997 por la UCR y por el Frente País Solidario (Frepaso), que nuclea a grupos izquierdistas.
El acuerdo político se celebró en momentos en que la histórica UCR, fundada hace más de 100 años, perdía convocatoria a pasos agigantados en todo el país, salvo en la capital, que siempre ha respaldado al hoy candidato presidencial de la Alianza.
De la Rúa, que en el peor momento de la UCR consiguió ser elegido jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires, tenía en ese entonces convocatoria, pero se quedaba sin partido.
Ese fue el momento ideal para trenzar la alianza con el Frepaso, que aportaba su inserción en sectores de izquierda y en votantes alejados del Justicialismo.
De la Rúa fue elegido senador en 1973, recuperó su banca en 1983, cuando se derrumbó la dictadura militar impuesta en 1976, pasó a la Cámara de Diputados en 1991 y volvió al Senado al año siguiente.
Desde 1996 encabeza el gobierno de la capital, y su austera gestión le permitió tener superávit fiscal, a pesar del endeudamiento millonario en dólares que heredó de la anterior administración del Partido Justicialista.
Mientras, Menem, es amigo de la colonia artística y de las recepciones, siempre dispuesto a declaraciones en público, incluso sin temor a desbarrar. Su administración presenta éxitos en materia de estabilidad económica, pero varios de sus colaboradores fueron acusados de corrupción.
En el curso de estos 10 años de gobierno, Menem se desintegró. Se divorció de su esposa, Zulema Yoma, a quien hizo desalojar por la policía de la residencia presidencial, mientras miembros de su familia eran acusados de participar en actividades de contrabando.
El presidente sufrió la pérdida de su hijo, a quien llamaban Carlos Junior y que murió al estrellarse el helicóptero en que viajaba, en un episodio que sus padres consideran un atentado.
Por su parte, la familia de De la Rúa está integrada por tres hijos y una esposa, que se mantiene en un segundo plano, negándose a conceder entrevistas.
De la Rúa, consciente del capital que obtiene cultivando el contraste de conducta con Menem, abandonó prácticamente el golf, un deporte que siempre disfrutó, pero que el actual presidente transformó en un signo de frivolidad e insensibilidad social.
Estas grandes diferencias entre ambos dirigentes hacen pensar a muchos políticos y votantes que, si De la Rúa asume el gobierno, el país será "más aburrido", una definición que hoy es una ventaja para el candidato opositor.
De la Rúa intenta parece haber convencido a los votantes de que ese aparente defecto es en realidad una virtud. También le ha servido para diferenciarse de Menem, mucho más de lo que lo hizo su competidor Duhalde, segundo en las encuestas de intención de voto.
Todos los esfuerzos de De la Rúa por darse a conocer en profundidad parecen vanos. Su imagen pública lo muestra como un hombre incapaz de frases altisonantes, pero sus colaboradores afirman que tiene un carácter fuerte y no se deja presionar.
Es también un experto en letras de tango, sus libros de cabecera son generalmente tratados de historia y lo apasionan por igual pájaros y plantas. Entre sus pasatiempos se cuenta el cultivo de bonsai, varios de los cuales tiene en su oficina. (FIN/IPS/mv/dm/ip/99