La represión del gobierno de Turkmenistán hace pensar que los días de supervivencia de las minorías religiosas están contados, según defensores de los derechos humanos de esa república de Asia central.
"La situación de Turkmenistán es muy preocupante, sobre todo en términos de libertad religiosa", declaró Vitaly Ponomarev, director del Centro de Información sobre Derechos Humanos de Asia Central, en Moscú.
El gobierno del país de mayoría islámica adopta leyes que limitan la libertad de culto en un sistema político que casi no admite la diferencia de opinión y controla rígidamente a los medios de comunicación, según los críticos.
La Constitución de Turkmenistán, donde viven cuatro millones de personas, establece el derecho a tener convicciones personales y expresarlas con libertad, pero en la práctica las autoridades no lo permiten.
Por ese motivo, Turkmenistán es reconocida como la ex república soviética que más represión ejerce en todas las áreas de la sociedad civil, incluso en la libertad religiosa.
"Las autoridades utilizan cada vez más acusaciones falsas para combatir a los grupos religiosos minoritarios", observó Ponomarev en una entrevista.
Ahora parece que el gobierno inició una campaña de intimidación y acoso contra bautistas, testigos de Jehová y cristianos pentecostales, protestantes diversos y bahais, con el argumento de que sus organizaciones religiosas no están registradas.
Los grupos religiosos que desean registrarse deben contar con al menos 500 miembros, según la ley sobre religiones. Sin embargo, varios grupos con más de 500 integrantes fueron rechazados cuando quisieron hacer el trámite.
El gobierno también intimida a los miembros de grupos religiosos que firman los formularios de registro, sostienen sus detractores.
El gobierno exige que cada grupo religioso tenga 500 integrantes en cada ciudad en la cual intenta registrarse, en lugar de esa cantidad en todo el país, como lo establece la ley, explicó Ponomarev.
La consecuencia es que el número de grupos religiosos registrados en todo el país disminuyó considerablemente.
Sólo la mitad de las congregaciones islámicas se registraron desde 1997, aunque esta religión, que predomina en el país, no sea el objetivo de los ataques del gobierno.
La ofensiva del gobierno contra los grupos religiosos minoritarios es una señal de que Turkmenistán se convirtió en un "estado totalitario de pesadilla", según la analista Lyudmila Alexeyeva.
"Los regímenes totalitarios tienden a percibir a cualquier minoría, (ya sea) religiosa o política, como una amenaza directa", explicó Alexeyeva, activista por los derechos humanos y directora de la Federación Internacional de Grupos de Helsinki.
En ese contexto, las minorías tienen pocas posibilidades de subsistir, advirtió.
La arremetida contra las religiones minoritarias alcanzó su punto culminante con la demolición de un templo Hare Krishna en el distrito de Mary, el 12 de agosto, por orden de Murat Karryev, presidente del Consejo de Asuntos Religiosos del país.
"Hemos sido uno de los objetivos de la campaña de intimidación. Tuve que irme de Turkmenistán porque había recibido amenazas de muerte, probablemente hechas por miembros de la policía secreta", relató Allamurad Rakhimov, líder de la congregación Hare Krishna de Mary.
Varios miembros de la Asociación India de Moscú denunciaron la demolición del templo de Mary y la persecución que sufren los hare krishnas/, que representan una rama del hinduísmo.
Este desagradable incidente podría afectar las relaciones entre India y Turkmenistán, advirtió Sanjeet Kumar Jha, de la Asociación India de Moscú.
Pero para Turkmenistán es esencial tener buenas relaciones con todos sus vecinos porque su economía depende del comercio exterior, según los analistas. Las exportaciones de gas, petróleo y algodón constituyen las mayores fuentes de ganancias del país.
El Estado unipartidario dominado por el presidente y sus asesores más cercanos no difiere mucho del estilo autoritario de gobierno que tenía en la época soviética, acusan opositores.
Saparmurat Niyazov, presidente del país desde su independencia, en octubre de 1990, y también dirigente del Partido Comunista desde 1985, es conocido en su república como el turkmenbashi, o jefe de los turkmenos.
Niyazov, que también es primer ministro, ordena construir grandes estatuas con su imagen y cultiva una megalomanía grotesca. Hay retratos suyos en la mayoría de los edificios y las calles de la capital.
"La oposición utiliza métodos pacíficos, no violentos en su campaña a favor de la democracia, aunque por el momento no exista la posibilidad de cambiar el gobierno de esa manera", declaró a IPS el ex ministro de relaciones exteriores y líder de la oposición Avdy Kuliev.
El gobierno tiene absoluto control sobre los medios de comunicación, censura a la prensa y rara vez admite críticas independientes contra la política o los funcionarios, comentan los observadores.
"La situación de los derechos humanos en Turkmenistán es muy preocupante", afirmó Alexander Petrov, de Human Rights Watch, que fue expulsado del país durante una visita realizada por un grupo de representantes de dicha organización con sede en Nueva York. (FIN/IPS/tra-en/sb/js/ceb/aq/hd/99