El estado de los ánimos en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) fue pésimo la semana pasada, mientras muchos diplomáticos señalaban abiertamente que la crisis en Timor Oriental fue un fracaso más del foro mundial.
Esa crisis, durante la cual cientos de independentistas timorenses han sido asesinados por milicias partidarias de que continúe la ocupación indonesia, fue comparada por docenas de funcionarios y diplomáticos con el genocidio de 1994 en Ruanda y las masacres que se produjeron en Angola tras las elecciones de 1991.
La retirada de la misión de paz de la ONU en Ruanda, que se decidió pese a que fuentes confiables habían informado sobre planes para masacrar a la minoritaria etnia tutsi de ese país, fue seguida por la matanza de entre 800.000 y más de un millón de personas.
En Angola murieron más de medio millón de personas luego de que el líder insurgente Jonas Savimbi se negó a reconocer su derrota en elecciones supervisadas por la ONU. Los integrantes de la misión de paz del foro mundial terminaron de retirarse a comienzos de este año, y el conflicto continúa.
En Timor Oriental, como en Ruanda, las fuerzas de la ONU no pudieron detener los asesinatos, y gobiernos poderosos como el de Estados Unidos fueron reticentes a involucrarse en el conflicto. Como en Angola, la ONU demostró que puede organizar una elección creíble pero es incapaz de hacer respetar sus resultados.
Algunos miembros de la Misión de Asistencia de la ONU en Timor Oriental (UNAMET) piensan que la incapacidad del foro mundial de frenar la violencia de las milicias proindonesias o autorizar la intervención de una fuerza multinacional de mantenimiento de la paz fue desmoralizante.
Un funcionario que no quiso ser identificado dijo que los integrantes de la UNAMET se mostraron pasivos en las últimas semanas, incluso ante la evidente amenaza de las milicias y sus aliados del ejército indonesio.
"Nos dimos cuenta de que la situación era igual que la de Ruanda, pero nadie hizo nada", dijo.
"Una conclusión es irrefutable: las Naciones Unidas se han visto desacreditadas una vez más", afirmó Jonathan Eyal, director de estudios del Instituto Real de Servicios Unificados de Londres.
José Ramos Horta, timorense activista por la independencia y Premio Nobel de la Paz, declaró que no veía cómo la gente "podría volver a confiar alguna vez en las Naciones Unidas".
"¿Qué es lo que hace Occidente, ese Occidente que fue a Bosnia, bombardeó a Serbia y la hizo retroceder a la Edad de Piedra en nombre de los derechos humanos, para prevenir una limpieza étnica?", preguntó.
Resulta irónico recordar que hace tres meses el activista provocó el enojo estadounidense cuando afirmó que Occidente no necesitaba "bombardear a Indonesia y llevarla a la Edad de Piedra, como hizo con Serbia", sino que bastaba con suspender la entrega a Yakarta de fondos y armas que podían emplearse para reprimir a los timorenses.
Pierre Sane, secretario general de Amnistía Internacional, urgió a todos los gobiernos a que cesaran de proporcionar ayuda militar, policial o logística a Indonesia.
"Dirigiremos nuestra acción hacia las autoridades indonesias, pero también hacia los gobiernos que fueron sus cómplices en la imposición de sufrimientos a Timor Oriental", expresó.
Estados Unidos, viejo aliado de Indonesia, anunció el jueves que suspenderá toda asistencia militar a Yakarta. Pero fuentes diplomáticas en Nueva York culparon a Washington de impedir que la ONU interviniera en Timor Oriental sin autorización de Indonesia.
El resultado de esa política, que tambien es apoyada por China, fue que el Consejo de Seguridad de la ONU, en el cual Washington y Beijing tienen poder de veto, no pudiera autorizar el envío de una fuerza de mantenimiento de la paz.
Unos 2.000 soldados australianos están listos para ser trasladados a Timor Oriental, a la espera de la autorización del Consejo de Seguridad.
Esa inercia diplomática no es nueva. El Consejo nunca pudo aprobar el envío de fuerzas de paz armadas para manejar la crisis en la provincia separatista yugoslava de Kosovo, y la Organización del Tratado del Atlántico Norte lanzó sus ataques aéreos a Yugoslavia sin autorización de la ONU.
En otros conflictos, incluyendo los de Bosnia-Herzegovina y Angola, el Consejo no autorizó acciones hasta que las masacres se produjeran y hubo una relativa calma para proceder.
Esa podría ser tambien la suerte de Timor Oriental. Antonio Monteiro, embajador portugués ante la ONU, señaló con amargura que el conflicto podría terminar en pocas semanas, "porque no habrá más timorenses" si sigue la matanza.
Fred Ekhard, portavoz de la ONU, afirmó que la violencia en Timor Oriental disminuyó ligeramente en los últimos días, luego de que Indonesia impusiera la ley marcial el martes.
Otros funcionarios de la ONU consideraron que la relativa calma fue un signo de que la violencia había llegado a su clímax, y no de que la ONU hubiera encontrado una estrategia efectiva para contenerla. (FIN/IPS/tra-en/fah/mk/ego/mp/ip/99)