Los países más ricos no solo se deshacen de las industrias contaminadoras, transfiriéndolas en general al mundo en desarrollo, sino que también lo hacen con el trabajo que implica riesgos de salud.
Noruega tiene entre sus metas para los próximos años abolir el trabajo repetitivo, dijo a modo de ejemplo Leonor Cedillo- Becerril, investigadora mexicana de factores psicosociales en salud laboral que participó en el II Congreso Internacional Mujer, Salud y Trabajo, realizado esta semana en Río de Janeiro.
La producción de embutidos es en ese país una de las últimas actividades que causan problemas musculoesqueléticos, también conocidos como síndrome de trauma acumulativo o lesiones por esfuerzo repetitivo.
"Los noruegos ciertamente seguirán consumiendo embutidos, por tanto la producción se transferirá a otro país", observó Cedillo- Becerril, autora de una investigación sobre factores de riesgo psicosociales de las trabajadoras en la industria de maquila de México.
La responsabilidad por "importar" la industria y sus consecuencias corresponde también al país que las acepta, ya que "el receptor no es pasivo y lo hace para obtener empleos, divisas de exportación, tecnología y otras ventajas", señaló la experta.
Pero hay un gran desbalance de conocimientos sobre el asunto entre los países del Norte industrializado y los del Sur en desarrollo, que puede influir en tales decisiones. Las naciones escandinavas llevan un gran adelanto incluso sobre sus pares del Norte.
El desequilibrio empieza por los presupuestos destinados a investigación y programas sociales, además de la información con que ya se cuenta para estudiar la salud relacionada al trabajo, indicó Cedillo-Becerril, quién coordinó en el Congreso un grupo de trabajo sobre diferencias Norte-Sur en la cuestión.
En muchos países de América Latina siquiera hay estadísticas sobre enfermedades laborales y, mucho menos, datos que permitan conocer su incidencia entre las mujeres.
Los problemas musculoesqueléticos no aparecen en los registros sobre "riesgos de trabajo" en México, donde las enfermedades son claramente subestimadas en solo uno por ciento de los daños sufridos por los trabajadores, destacó la investigadora.
Sin embargo, se sabe que constituyen una enfermedad laboral numerosa y creciente, en especial entre las mujeres, principales víctimas del trabajo repetitivo.
La industria de maquila, que se diseminó por México, América Central y el Caribe, emplea principalmente mano de obra femenina y constituye un polo de "importación" de enfermedades laborales.
En Brasil, las lesiones por esfuerzo repetitivo alcanzan de 78,9 a 87 por ciento de las portadoras de enfermedades del trabajo, según Eleonora Menecucci de Oliveira, investigadora de la Universidad Federal de Sao Paulo.
Pero los datos oficiales, que registran unos 30.000 casos por año, son muy inferiores a la realidad, casi "invisibles" por la falta de notificación, la resistencia de las empresas y del Instituto Nacional de Seguridad Social en reconocer la enfermedad y el temor al desempleo, dijo Margarida Barreto, médica de trabajo.
Ese desconocimiento es mucho más grave en relación a los factores psicosociales, como el "trabajo de alta tensión", de estrés continuo, lamentó Cedillo-Becerril.
Son riesgos que agravan las condiciones físicas dañadas y provocan, por ejemplo, enfermedades cardiovasculares "anticipados" por síntomas como la depresión, el agotamiento y la irritación, explicó.
Además, los recortes presupuestarios, intensificados por la globalización económica, empiezan siempre y son más profundos en el área social, "una similitud entre Norte y Sur", añadió la investigadora.
La mayor incidencia de otros riesgos para la vida en los países del Sur en desarrollo quedó evidente también en las mociones aprobadas en este Congreso Internacional Mujer, Trabajo y Salud, realizado entre el domingo y el miércoles y que tendrá su tercera edición en Suecia, dentro de tres años.
Solidaridad con el pueblo de Timor Oriental ante la matanza practicada por paramilitares proindonesios y con las mujeres de Afganistán despojadas de sus derechos básicos, así como una condena al uso de niñas y niños en el conflicto interno de Colombia fueron algunos de las mociones aprobadas en el Congreso. (FIN/IPS/mo/dm/en hd/99