El atentado de hoy contra un edificio de apartamentos en Moscú, el segundo en cinco días, alimentó los rumores de que el presidente de Rusia, Boris Yeltsin, decretaría el estado de emergencia y suspendería automáticamente las elecciones parlamentarias de diciembre.
Sin embargo, el primer ministro Vladimir Putin, quien retornó inmediatamente de la cumbre del foro Económico de Asia y el Pacífico que se desarrolla en Nueva Zelanda, descartó la imposición del estado de emergencia, aunque anunció la fuerte reacción del Estado.
La televisión rusa mostró imágenes del edificio de ocho pisos en el sur de la capital totalmente destruido por una poderosa explosión que habría matado al menos a 50 personas de las 140 que vivían allí. Así mismo, los noticieros difundieron los números telefónicos de la morgue de la ciudad.
Nikolai Kovalyov, jefe de policía de la capital, dijo que el atentado fue perpetrado por el mismo grupo que destruyó otro edificio de apartamentos el jueves, matando a 94 personas.
Yeltsin presentó severas medidas de seguridad, pero prometió que "todas las acciones se harán de acuerdo con la Constitución".
El líder presidió este lunes una reunión de emergencia con el ministro del Interior Vladimir Rushailo, el alcalde de Moscú Yuri Luzhkov y el director del Servicio de Seguridad Federal Nikolai Patrushev.
Yeltsin ordenó a Luzhkov, uno de sus principales rivales políticos, que la policía investigue los aproximadamente 30.000 edificios de apartamentos de Moscú, para impedir más atentados. El alcalde atribuyó los ataques a terroristas chechenos y prometió severas medidas contra sus seguidores en la capital.
Yeltsin también ordenó reforzar las medidas de seguridad en las plantas de energía nuclear, depósitos de petróleo y otros lugares estratégicos en todo el país.
"Tenemos que aunar nuestros esfuerzos cuando nos enfrentamos a un enemigo en común", dijo en declaraciones televisadas, al parecer enviando un mensaje de conciliación a sus opositores políticos.
Sin embargo, el mensaje no habría sido recibido. Los dirigentes del Consejo Federal y de la Duma, las cámaras alta y baja del parlamento, confirmaron este lunes que, incluso tras el último atentado en Moscú, no apoyarían un decreto que imponga el gobierno de emergencia.
Los legisladores argumentan que aún no se aprobó una ley que rija el estado de emergencia y que, bajo las circunstancias, su imposición por decreto podría causar la anarquía.
El estado de emergencia requiere de un fuerte líder nacional, que no existe en la actualidad, sostuvo Guennady Zyuganov, presidente del Partido Comunista.
El ex primer ministro y aspirante a la presidencia Yevgeny Primakov también es contrario al gobierno de emergencia porque se podría usar no para combatir el terrorismo, sino "para alcanzar metas políticas", aseguró.
"Hemos sido forzados a una guerra terrorista, y resulta que no estábamos preparados", declaró.
Sólo Vladimir Ryzhkov, dirigente de la bancada legislativa progubernamental "Nuestra Patria Rusia", dijo que apoyaría el gobierno de emergencia. "Un estado de emergencia de hecho se impuso en zonas de combate en Daguestán", argumentó.
Funcionarios rusos especulan que el último atentado fue una venganza guerrillera porque el ejército ruso tomó puestos rebeldes en la austral república de Daguestán.
El domingo, las fuerzas rusas expulsaron a los rebeldes de las aldeas de Karamaji y Chabanmaji, el principal enclave del fundamentalismo islámico en Daguestán, donde los dirigentes locales anunciaron en septiembre del año pasado que no reconocían la autoridad de Moscú y que se regirían por el derecho islámico.
Las dos aldeas sufrieron intensos bombardeos en las últimas tres semanas. Cientos de rebeldes chechenos cruzaron al distrito checheno de Novo Lak la semana pasada, con el fin de salvar a las dos localidades y prometiendo que fundarían un estado islámico independiente.
Un líder rebelde, un guerrillero jordano conocido como Jattab, habría amenazado a Moscú con desatar una campaña terrorista en todas las ciudades rusas.
Así mismo, los atentados parecen haber reforzado el apoyo internacional de Moscú, que en las últimas semanas fue acusado de lavado de dinero y corrupción.
El secretario de Defensa de Estados Unidos, William Cohen, condenó en Moscú el atentado contra el edificio, dijo que es un acto de terrorismo contra civiles inocentes y prometió cooperar con Rusia para combatir el terrorismo.
No obstante, los medios de comunicación rusos especulan que es el gobierno el que tiene más interés en desestabilizar al país, con el fin de desviar la atención mundial de las acusaciones de corrupción.
Pero incluso los críticos más acérrimos de Yeltsin descartan esa posibilidad. El ex fiscal general Yuri Skuratov, quien ayudó a revelar la corrupción en el círculo interno del presidente y por eso perdió su puesto, dijo que las acusaciones son "absurdas".
Sin embargo, los analistas concuerdan en que el atribulado Yeltsin no será capaz de brindar el fuerte liderazgo necesario para aplastar al terrorismo.
Cuando la Unión Soviética se desintegró en 1991, Yeltsin prometió a los rusos que serían parte de la elite mundial. Pero ocho años después padecen una interminable crisis económica, una corrupción generalizada y, ahora, las bombas terroristas. (FIN/IPS/tra-en/sb/ak/aq/ip/99