Las explosiones que convirtieron en un infierno una ciudad de la región central de México desnudaron una vez más la ausencia de una cultura de protección civil en este país, que tiene una graves antecedentes en materia de desastres.
Un total de 56 muertos y cerca de 350 heridos dejó el domingo el estallido de una bodega clandestina que almacenaba unas cuatro toneladas de pólvora en una céntrica y populosa zona de Celaya, en el estado de Guanajuato, 380 kilómetros al norte de la capital mexicana.
El gobernador estatal, Ramón Martín Huerta, admitió este lunes que el número de decesos podría incrementarse a medida que avancen las tareas de rescate en la zona donde ocurrió esta tragedia, considerada la peor ocurrida en Guanajuato.
Según versiones de vecinos, la zona del mercado donde ocurrieron los incidentes podría contener aún cantidades indeterminadas de explosivos.
A las 10.25 hora local del domingo sobrevino la explosión del almacén de cohetes y otros materiales con los que se fabricaban y vendían ilegalmente juegos pirotécnicos.
Media hora después, mientras se realizaban maniobras para rescatar a personas atrapadas en el lugar, estalló un tanque de gas que había sido alcanzado por las llamas.
Dos bomberos, tres paramédicos que trabajaban entre los escombros y un fotógrafo de prensa perdieron la vida en esa segunda explosión, considerada la más fuerte de un total de cuatro que se sucedieron.
Los estallidos se sintieron en unos 700 metros a la redonda y causaron daños materiales incalculables en el mercado, una terminal de autobuses y múltiples comercios cuyos cimientos fueron arrasados.
Testigos relataron cómo, en escasos segundos, el bullicio que se registraba en el más importante centro comercial de Celaya se transformó en un coro de gemidos y gritos de decenas de heridos que yacían en un escenario devastado.
El dramático episodio se convirtió en uno de los mayores desastres del país y recordó las explosiones ocurridas en 1992 en la occidental Guadalajara, la segunda ciudad del país, donde 210 personas perdieron la vida por acumulación de gases en el drenaje.
En 1984, una planta de gas doméstico explotó con saldo de 500 víctimas y 1.750 damnificados en San Juan Ixhuatepec, en uno de los cerros que rodean a la capital, generando un enorme hongo de humo que pudo verse desde el centro de la ciudad de México.
El desastre de Celaya, donde el ejército acordonó la zona y tomó el control de la operaciones de rescate y vigilancia, evidenció la ausencia de medidas para prevenir y enfrentar situaciones de riesgo.
Sólo a partir de 1990 comenzó a operar un sistema nacional de protección civil. Cinco años antes, México había vivido la peor tragedia de su historia, a causa de un terremoto de 8,1 grados en la escala de Richter.
Según cifras oficiales, el devastador sismo dejó menos de 500 muertos, aunque fuentes extraoficiales estimaron el número de víctimas fatales entre 10.000 y 30.000.
La mitad de los 32 estados del país cuenta con sus propias normas en materia de prevención, pero la difusión de medidas y la realización de simulacros sigue siendo el talón de Aquiles del sistema nacional de protección, según expertos.
La ciudad de México es considerada una bomba de tiempo en la que accidentes, incendios, fugas de gas, explosiones, cables de luz caídos y derrames de fluidos amenazan a diario la vida de 20 millones de habitantes.
Celaya contaba hasta este domingo con tan sólo ocho bomberos. Juan Manuel Segoviano, de 24 años y víctima de la segunda explosión, trabajaba sin cobrar desde los 19.
Cristina Camarena, una secretaria de 18 años que ostentaba el título de reina de la Cruz Roja local, acudió a prestar servicios de rescate y pasó a integrar la lista de víctimas.
En amplias zonas del país, la fabricación y venta de cohetes y otros productos de la pirotecnia son moneda corriente, de tal suerte que un gran número de familias tienen en esa industria su principal fuente de ingresos.
De manera rústica y clandestina, un ejército de personas abastecen un elemento imprescindible del folcklore del país.
La elaboración de fuegos artificiales que han dado fama mundial a México ha construido, además, una historia de desastres. El último antes de la tragedia de Celaya había sucedido el 13 de octubre de 1998.
En Tultepec, en el estado de México y cuna de la pirotecnia nacional, perdieron la vida 10 personas y otras 35 resultaron lesionadas. Diez años atrás, uno de los mercados de más tradición de la capital del país vivió un episodio similar, con un saldo de 61 muertos.
El gobernador de Guanajuato, Martín Huerta, informó que ya fueron sancionadas algunas personas por realizar dichas actividades clandestinas, pero admitió que las leyes sólo permiten aplicar faltas administrativas. (FIN/IPS/pf/mj/dv/99