El conflicto por el comercio de calzado entre Argentina y Brasil no permite, por su urgencia, una solución sin daños a alguna de las partes y al Mercado Común del Sur (Mercosur), del que ambos países son socios principales.
El gobierno brasileño buscó postergar para después de las elecciones argentinas del 24 de octubre la negociación de varias disputas provocadas por restricciones comerciales adoptadas por Argentina.
El razonamiento es que autoridades legitimadas por el triunfo electoral tendrían fuerza para resistir a las presiones de sectores industriales por proteccionismo, a las cuales es muy vulnerable un gobierno al final de su período y desgastado por la recesión económica.
Pero en la cuestión de los calzados el cronograma político se reveló inadecuado. La exigencia argentina de certificación de calidad y licencia previa retarda la importación en tres meses, plazo para hacer efectivos los trámites.
La industria brasileña se queja de que tiene encomendados 1,8 millones de pares de calzados por importadores argentinos, gran parte ya hechos. Retardar la entrega en 90 días representaría la pérdida total, ya que se trata de producto sujeto a requisitos de la moda y del clima de primavera y verano.
Era imposible esperar negociaciones post electorales, una demorada solución por los mecanismos de controversias del Mercosur y mucho menos por la Organización Mundial de Comercio, inocuas amenazas brasileñas.
La emergencia y el fracaso de las negociaciones llevaron al gobierno brasileño a disponer una dura represalia: anunciar la suspensión de la licencia automática en la importación de 400 productos argentinos a partir del 20 de septiembre.
La medida es de corto plazo, aplicable solo hasta fin del año, reconoció el responsable de Asuntos Económicos y de Integración de la cancillería brasileña, José Alfredo de Graça Lima.
En realidad, se trata de una dificultad impuesta a las importaciones ya condenada por un arbitraje del Mercosur en respuesta a un pedido de Argentina.
La medida es de corto plazo, aplicable solo hasta fin del año, reconoció el responsable de Asuntos Económicos y de Integración de la cancillería brasileña, José Alfredo de Graça Lima.
En realidad, se trata de una dificultad impuesta a las importaciones ya condenada por un arbitraje del Mercosur en respuesta a un pedido de Argentina.
Brasil anticipó su suspensión, aunque el fallo le concedía un plazo hasta diciembre para abolir las inspecciones aduaneras. Ahora anunció su restablecimiento durante el período autorizado por el tribunal arbitral.
Pero hasta ahora se trató de simple amenaza, adoptada como presión para forzar un entendimiento entre las industrias de Argentina y Brasil. Tras una semana de negociaciones, no hay perspectiva de acuerdo entre los empresarios.
Están en juego cerca de 15 millones de dólares, valor de los 1,8 millones de pares amenazados. La suma no justifica poner en riesgo el esfuerzo integrador y un comercio bilateral mil veces mayor, se lamentó Michel Alaby, dirigente de la Asociación de Empresas Brasileñas para Integración en el Mercosur.
Desde el inicio de la actual escalada proteccionista argentina, el mes pasado, Alaby defiende acuerdos sectoriales del sector privado para autolimitar las exportaciones brasileñas, reconociendo el desequilibrio generado por la devaluación del real desde enero.
Pero están en juego también cuestiones de principios, según miembros del gobierno brasileño, y por lo menos 12.000 empleos en Argentina, según la Cámara de la Industria de Calzados de ese país.
Los empresarios de Rio Grande del Sur, estado brasileño que concentra la exportación de calzados, desaceleraron su producción y buscan alternativas, como reducción de la jornada de trabajo, para evitar despidos.
El gobierno estadual amenazó reclamar indemnizaciones a Brasilia por las pérdidas que sufrirá en la recadación fiscal, ante la baja actividad de la industria local.
La industria de calzados brasileña exportó once millones de pares a Argentina en 1998 y esperaba aumentarlo a cerca de 50 por ciento este año. Pero aceptó limitar sus exportaciones a la misma cantidad del año pasado, lo que le permitiría cumplir las encomiendas pendientes y no perder la producción ya ejecutada.
Las autoridades y empresarios de Brasil argumentan que las quejas argentinas no se justifican porque sus exportaciones al país vecino no crecieron este año, sino que cayeron 27,7 por ciento en el primer semestre de este año.
Pero en volumen las ventas de calzados y cuero aumentaron 88 por ciento. Es el único caso en que los reclamos de la industria argentina por salvaguardia se basan en datos reales, admitieron Joao Bosco Machado y Fernando Ribeiro, consultores del Centro de Estudios de Comercio Exterior del empresariado brasileño.
Los argumentos legales y políticos, sin embargo, poco influyen en la negociación, ante las pérdidas concretas que una o ambas partes tendrán que sufrir para superar esta situación, que agrega nuevos resentimientos en el Mercosur. (FIN/IPS/mo/mj/if/99