Empleados domésticos que emigraron a Estados Unidos y trabajan para funcionarios del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional (FMI) protestaron hoy en Washington durante las sesiones conjuntas de ambas instituciones multilaterales contra la explotación laboral que sufren.
Con la consigna "la reducción de la pobreza comienza por casa", los empleados domésticos y sus defensores llamaron la atención a su causa mientras altos funcionarios del Banco Mundial y del FMI llegaban a un hotel de la capital de Estados Unidos para participar en las reuniones sobre la economía mundial.
En juego están los derechos no sólo de los empleados domésticos traídos a Estados Unidos por funcionarios del Banco y el FMI, sino también por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y por diplomáticos extranjeros. La mayoría de estos trabajadores son mujeres pobres de países en desarrollo.
Unos 3.800 empleados domésticos llegan todos los años a este país, según datos del gobierno, y aproximadamente 1.000 trabajan en las casas de funcionarios del FMI y el Banco Mundial.
Entre los manifestantes en Washington estaba Yeshiharege Tefera, una mujer etíope que escapó del abuso de sus empleadores en mayo de 1998 y se convirtió en el centro de una investigación del gobierno. Su caso es un tipo de "esclavitud de la era moderna", dijo la fiscal general Janet Reno.
Tefera llegó a Estados Unidos en 1991 traída por Dawit Makonen, un funcionario etíope del FMI, y trabajó durante ocho años para su familia.
Sólo recibió 1.060 dólares por ese lapso, o sea tres centavos de dólar por hora de trabajo, informó Mark Schaefer, abogado con la Campaña por los Derechos de los Trabajadores Domésticos Inmigrantes, un grupo de organizaciones que brindan ayuda social y legal a los inmigrantes.
Tefera también acusó de abuso físico a la esposa de Makonen, Meskerem, con cuya familia trabajó en Adis Abeba desde que tenía ocho años.
Tras huir de la familia y con la ayuda de Schaefer, Tefera ganó un juicio contra Makonen y el tribunal le otorgó 342.000 dólares en salarios atrasados e indemnización. Pero el funcionario abandonó el FMI y huyó a Etiopía, sin pagar lo debido.
Tefera, sin dinero ni visa, analfabeta y sin saber inglés, fue acogida por una familia.
La mujer espera persuadir al gobierno de que le permita permanecer y trabajar en Estados Unidos donde, asegura, puede ayudar a su familia, en lugar de volver a Etiopía y arriesgarse a sufrir la ira de Makonen, quien estaría bien conectado y sería influyente en su país.
Schaefer sigue buscando la forma de recuperar el dinero que se le debe a Tefera.
Un camino podría conducir a la Comisión Económica de las Naciones Unidas para Africa, que habría contratado a Makonen a pesar de las denuncias locales e internacionales sobre el juicio y la posterior fuga del antiguo empleado del FMI.
Funcionarios de la agencia de la ONU, presentes en las reuniones en Washington, no hicieron comentarios al respecto.
Los trabajadores sociales aseguran que los casos de abuso como el de Tefera abundan entre mucamas, cocineros y niñeras que se supone están protegidos por las leyes salariales y laborales de este país.
Mientras, miembros de la Campaña por los Derechos de los Trabajadores Domésticos Inmigrantes exigen que el Banco Mundial y el FMI modifiquen su conducta en la materia.
"Parece que dimos contra un muro de ladrillos" en las conversaciones con los organismos, dijo Martha Honey, cofundadora de la Campaña.
Las instituciones accedieron a mejorar la información dada a los trabajadores domésticos de sus derechos, reconocieron los activistas, pero rechazaron la sugerencia de financiar una supervisión independiente sobre el problema.
"El aislamiento conduce a la explotación, pero (el Banco y el FMI) no están dispuestos a permitir el control externo", dijo Honey.
El FMI está elaborando un "nuevo código de conducta con normas de empleo básicas que serán obligatorias" para sus funcionarios, anunció el portavoz William Murray.
El FMI, junto con el Banco Mundial, realizarán sesiones de orientación obligatorias para los trabajadores domésticos y sus empleadores.
El intento de comprometer al Banco y al FMI sigue a gestiones previas realizadas por los sindicatos para representar a los empleados domésticos. El personal de limpieza de los organismos se sindicalizó a principios de esta década.
Luego los sindicatos pretendieron hacer lo mismo con los empleados domésticos, pero su labor se hizo difícil porque las mucamas, cocineras y niñeras estaban dispersas en casas privadas en los suburbios más exclusivos de Washington.
"Podemos sindicalizar a la gente que limpia sus oficinas, pero no a los que limpian sus casas", se quejó entonces ante IPS Shamina Singh, del Sindicato Internacional de Empleados de Servicios. (FIN/IPS/tra-en/aa/mk/aq/lb-hd/99