La participación de empresas extranjeras, símbolos del capitalismo, en la celebración de los 50 años de China comunista pone de relieve los cambios que atravesó la economía de este país en el último medio siglo.
En realidad, varios observadores se preguntan qué es lo que en realidad festejará China el próximo viernes 1 de octubre, con los auspicios de firmas estadounidenses como Morgan Stanley y la revista Fortune.
El banco de inversiones Morgan Stanley financió un concurso de obras musicales para celebrar el 50 aniversario de la fundación de la República Popular China, y la composición ganadora fue interpretada en Beijing hace dos semanas.
Mientras, el lunes se inauguró en la próspera metrópolis de Shangai una convención de altos ejecutivos de empresas multinacionales organizada por la revista Fortune.
El presidente chino Jiang Zeming pronunció el discurso inaugural en el foro, que por primera vez en la historia de Fortune tuvo como tema el desarrollo futuro de un país individual.
Pero el presidente de Morgan Stanley/Asia, John Wadsworth, no considera extraño que una compañía financiera patrocine la celebración de una revolución comunista.
"Creo que los últimos 5.000 años fueron un período de cambio para China, y en particular los últimos 50 años", declaró Wadsworth tras la audición en la Sala Nacional de Conciertos de Beijing.
"Cambiar significa ofrecer más libertad, creación de riqueza y oportunidades, que Morgan Stanley puede ofrecer", agregó.
Aunque los invitados extranjeros no serán convidados a compartir la tribuna en la plaza de Tiananmen el próximo viernes, el presidente Jiang recibirá felicitaciones de más de 500 líderes empresariales de todo el mundo reunidos en Shangai para discutir sobre los próximos 50 años del desarrollo de China.
El entusiasmo demostrado por las empresas extranjeras en las celebraciones del aniversario destaca la transformación de la economía China en los 50 años transcurridos desde que Mao Zedong fundó la república comunista.
La China de Mao era un estado aislado que luchaba por construir una utopía para sus campesinos y obreros, manteniendo al margen a los extranjeros.
En la China actual, todo lo capitalista se pone sobre la mesa para su discusión, y los extranjeros que traen inversiones y nueva tecnología son recibidos con alfombra roja.
La Larga Marcha para construir la república comunista comenzó a principios de los años 50 con la introducción de la tecnología soviética y la organización estalinista en las industrias pesadas, y continuó con la colectivización de la agricultura a mediados de esa década.
Sin embargo, contra las expectativas de Mao, la estatización de las fábricas y la creación de comunidades agrícolas no produjeron un gran aumento de la producción.
Si China experimentó cierto crecimiento económico en las primeras décadas del régimen comunista fue debido a la paz y el orden reinantes en comparación con los años previos a 1949, marcados por invasiones extranjeras y guerras civiles.
En un esfuerzo por compensar el fracaso de su política económica, Mao lanzó el Gran Salto Adelante, que implicó la movilización masiva de mano de obra rural para la construcción de represas, sistemas de irrigación y otras obras de infraestructura.
Pero la escasez de trabajadores agrícolas y el desvío de los granos hacia las ciudades provocaron "una hambruna totalmente innecesaria y decidida por el Estado" que mató al menos 30 millones de personas, según el académico W.J.F. Jenner.
Cuando el líder comunista Deng Xiaoping tomó el poder en 1978, el fracaso de la planificación central y la estatización ya se había vuelto obvio.
A las calamidades económicas se había sumado el exterminio de numerosos intelectuales y especialistas durante los 10 años de Revolución Cultural (1966-1976) de Mao.
La solución de Deng fue simple: capitalismo, aunque lo denominó "socialismo con características chinas".
En los 20 años siguientes al lanzamiento de las reformas, China abandonó todos los postulados defendidos por el Partido Comunista desde mediados de la década de 1950.
Deng abrió las fronteras de China al comercio y la inversión extranjera, y permitió que aldeas y ciudades desarrollaran sus propias industrias ligeras.
Además, introdujo precios de mercado para los agricultores y les permitió alquilar tierras por 25 años. "Hacerse rico es glorioso", declaró.
Los resultados de las reformas de mercado lanzadas por Deng fueron notables. El crecimiento económico anual tuvo un promedio de 10 por ciento durante casi dos décadas, y aun los miembros del Partido dejaron de utilizar la jerga de Mao al hablar de economía.
Lo único que queda del Partido Comunista en la actualidad es su posesión exclusiva del poder político.
Esta extraña mezcla de economía de mercado y gobierno dictatorial no está exenta de males arraigados. Por ejemplo, la falta de responsabilidad política y democracia produjo una corrupción generalizada que involucra hasta medio millón de funcionarios del Partido.
"Las reformas de mercado de China caminan sobre una sola pata", escribió He Qinglian, autor de "La trampa de la modernización".
"Cualquier cambio social en la historia de la humanidad implica reformas en el sistema político, la propiedad de los bienes y la ideología. Sin embargo, los últimos 20 años de reformas en China sólo se relacionaron con cambios en la propiedad", observó He. (FIN/IPS/tra-en/ab/us/mlm/ip-if/99