Analistas y técnicos de Turquía afirmaron que el presidente Suleyman Demirel fue responsable de que se concentraran industrias, trabajadores y edificios mal construidos sobre una falla geológica, en el área que fue arrasada por un sismo el mes pasado.
La sombra de Demirel cubre la zona de la occidental Bahía de Izmit, donde ocurrió el terremoto del 17 de agosto y los escombros aún son removidos lentamente, aseguraron críticos del presidente, llamado el "padre de la industrialización turca".
"Nuestros cimientos están podridos", declaró Demirel, tratando de explicar las enormes pérdidas sufridas por el país. "Nuestra cima está podrida", replicó el columnista Umur Talu, del diario Milliyet.
"Un funcionario que durante las últimas tres décadas ha estado casi siempre en el gobierno no tiene derecho a repetirnos que nuestros cimientos están podridos. Usted está podrido y nos ha podrido a todos, ha podrido nuestras mentes y nuestras vidas", escribió Talu.
La región de la Bahía de Izmit experimentó un caótico crecimiento económico y urbano durante las últimas dos décadas, y las grietas de ese crecimiento aparecieron dramáticamente el 17 de agosto, cuando la tierra tembló y los edificios mal construidos se desplomaron, sepultando a unas 13.000 personas.
"Cuando la industria se extendió sobre el suelo inestable de antiguos campos de patatas y ciénagas, los gobernantes hablaron del crecimiento del empresariado turco", apuntó el analista Gungor Uras, ex secretario de la Asociación de Industriales y Empresarios.
El presidente no ha dado muestra de estar arrepentido. "La industria fue concentrada aquí porque esta región era la más conveniente, a causa de sus facilidades de transporte y abundancia de mano de obra calificada", comentó a los periodistas en el escenario de la catástrofe.
La Bahía de Izmit está ubicada sobre el Mar de Mármara, entre Asia y Europa y a unos 100 kilómetros de Estambul.
"Numerosas instalaciones inauguradas por Demirel con pomposas ceremonias fueron construidas sin licencia, planificación apropiada o examen de los riesgos ambientales", recordó el analista político Bekir Coskun.
Demirel llegó al gobierno por primera vez en 1965, a la edad de 42 años, como líder del Partido de la Justicia, heredero del prohibido Partido Demócrata del ex primer ministro Adnan Menderes, quien fue derrocado por el ejército en 1960 y ejecutado un año más tarde.
Durante la Guerra Fría, varios gobiernos encabezados por Demirel (quien ocupó siete veces el cargo de primer ministro desde 1965, antes de llegar a la presidencia en 1993) fueron apoyados por Estados Unidos, como vanguardia sudoriental de la Organización del Tratado del Atlántico Norte.
Demirel aplicó un modelo occidental de desarrollo para competir con los regímenes izquierdistas de Egipto, Iraq, Libia y Siria, que emulaban a la ex Unión Soviética.
El presidente proviene de una rica familia rural de la provincia sudoccidental de Isparta, y fue el primer niño de su aldea que logró una educación universitaria. Luego realizó cursos de posgrado en Estados Unidos y trabajó como ingeniero civil en el Ministerio de Obras Públicas, volcándose pronto a la política.
En 1971 y 1980 su ejercicio del poder fue interrumpido por golpes de Estado militares, pero logró mantenerse en los primeros planos gracias al apoyo de los empresarios y de la población del área rural.
Demirel proclamó que "el sector privado es el motor del desarrollo" y "el mercado el único regulador de la economía", actuando como portavoz de la ascendente clase empresarial turca, a la cual benefició con generosos subsidios estatales, préstamos e incentivos fiscales.
Para el presidente, un político nacionalista de derecha, cualquier crítica al libre mercado huele a "comunismo", una ideología con la cual se niega a coexistir.
Considerado un campeón de la libertad ilimitada de comercio por los empresarios, impuso severas restricciones a los disidentes, prohibió la actividad de partidos de izquierda y sindicatos e impuso clausuras a los medios de comunicación opositores.
Durante un período de intensas protestas cívicas en los años 70, más de 5.000 personas murieron por las violentas campañas anticomunistas de los "lobos grises", la facción armada del Partido de Acción Nacionalista, un aliado menor del Frente Nacionalista de Demirel en aquel tiempo.
Durante procesos de la justicia militar realizados tras el golpe de Estado de 1980, cientos de "lobos grises" confesaron su responsabilidad en numerosos asesinatos de políticos izquierdistas, activistas sindicales , intelectuales y periodistas.
"Los escombros que se amontonan ahora en el corazón de la industria turca son el resultado de que Demirel haya prohibido que el público conociera las críticas de especialistas (a sus políticas industriales)" , aseguró Yavuz Onen, presidente de la Unión de Cámaras de Arquitectos e Ingenieros de Turquía.
"La presión sobre organismos especializados como el nuestro ha despojado de contenido a los procesos de decisión política y los ha apartado del escrutinio público. Demirel es el padrino de esa forma de hacer política", dijo Onen a IPS.
"En los años 60, fue Demirel en persona quien respondió a los pedidos de 'desarrollo planificado' con frases de demagogia barata como 'la nación necesita pilaf (arroz), no programas'. Ahora estamos pagando el amargo precio de sus obsesiones", añadió.
"La consecuencia inevitable del plan de libre crecimiento de Demirel fue una masiva demanda de viviendas para los trabajadores concentrados en las grandes ciudades, tras las oleadas de migración interna", opinó el analista económico Mustafá Sommez.
"Demirel cerró los ojos ante el saqueo de la propiedad pública cuando se construyeron casas precarias sin autorización. Durante las campañas electorales sus ocupantes recibían títulos de propiedad, que luego vendían a contratistas a cambio de un par de departamentos en edificios baratos, sobre lo que habían sido terrenos públicos", señaló.
"Demirel consideró ese proceso como un 'crecimiento del sector de la construcción'. Los economistas formularon reparos, no porque fueran izquierdistas sino como un toque de alarma, pero fueron ignorados o incluso llevados a juicio", añadió.
Pese a las críticas, Demirel logró aparecer como un campeón de las víctimas del terremoto la semana pasada, al vetar una proyecto de ley aprobado por el parlamento que pretendía amnistiar a constructores, junto a dirigentes del crimen organziado y asesinos contratados por los servicios secretos.
"Esa amnistía hiere la conciencia pública y el sentimiento de equidad", dijo el presidente al explicar el veto, y varios medios de comunicación elogiaron su "estatura de estadista".
Demirel también propuso una transición hacia "un sistema presidencial que conceda mayor poder a un mandatario electo por voto popular", intentando una vez más convertir una derrota en victoria política.
Ningún analista político turco imaginó en 1971 o en 1980 que Demirel pudiera resucitar tras ser derrocado por el ejército. "No me hagan reír", dijo en 1973 Naim Talu, primer ministro respaldado por el ejército, cuando se le preguntó si el actual presidente tenía futuro político.
Talu se ha marchado hace tiempo y Demirel es el jefe de Estado. Bulent Ecevit, su enemigo durante tres décadas turbulentas, es actualmente su primer ministro, y dijo haberse convencido de que el actual presidente había "pasado la prueba y demostrado ser un estadista". (FIN/IPS/tra-en/nm/ak/ego/ip en/99)