El probable cierre de una gigantesca mina de cobre en Papúa-Nueva Guinea debido a la confirmación científica de graves daños ambientales a largo plazo llena de incertidumbre a los habitantes locales y al propio gobierno.
La mina, situada en una zona montañosa unos 18 kilómetros al este de la frontera con la provincia indonesia de Irian Jaya, debería ser cerrada tras 15 años de operaciones nocivas, urgen los activistas.
Pero para los residentes del lugar, acostumbrados a los cambios "modernos" introducidos por la explotación de la mina, la clausura de ésta es sinónimo de inseguridad.
Para ellos, la empresa operadora de la mina, Ok Tedi Mining Ltd., representa algo así como el gobierno, dado que les provee servicios y les ofrece oportunidades de trabajo en este pobre país del Pacífico Sur.
La compañía se hace cargo de casi todos los servicios sociales y fomenta la actividad económica en la zona, incluidos los municipios de Tabibul y Kiunga, en la Provincia Occidental. En estas áreas se concentran los propietarios de las tierras arrendadas a la mina.
"Si la mina cierra, volveré a usar taparrabos", el atuendo tradicional masculino, declaró Nokim Faewolok, propietario de un terreno alquilado por la mina en las afueras de Tabubil.
Propietarios de tierras dentro y fuera del área de Tabubil pidieron al gobierno que no cierre la mina de Ok Tedi, pero reclamaron una compensación por los daños ambientales producidos por el vertimiento de desechos de la mina en el río Ok Tedi.
Según estos residentes, el daño ya está hecho y las autoridades deberían permitir que la mina continúe en funcionamiento 10 años más, como estaba previsto, pero solicitaron que la compañía y el gobierno desarrollen obras de infraestructura en ese lapso.
El gobierno se encuentra en una encrucijada, dado que el cierre de la mina implicaría la pérdida de los ingresos generados por ella, que representan 10 por ciento del producto interno bruto.
Las autoridades nacionales anunciaron que adoptarán una decisión final en un plazo de tres meses, luego de completar la revisión de un estudio científico realizado por el consultor neozelandés Mike Temperley. También solicitaron al Banco Mundial que revise el estudio.
Temperley confirmó que los desechos de la mina arrojados al río en los últimos 15 años formaron una gruesa capa de sedimento que hizo crecer el lecho fluvial.
Como resultado, el agua y los sedimentos se desbordaron y mataron extensas zonas de vegetación, de vital importancia para los habitantes del lugar que llevan estilos de vida tradicionales y se dedican a la caza y a la horticultura.
Algunos residentes prevén desde hace tiempo el cierre de la mina y se preparan para subsistir de otra manera en lugar de depender de la actividad económica y los servicios generados por la mina.
Biul Kirokim, un propietario de tierras, ya invirtió en un proyecto en un terreno cercano a su aldea de Finalbin, donde criará ganado y cultivará plantas adaptables al área.
El grupo de Kirokim también se dedicará a la ganadería en la provincia vecina de West Sepik y al cultivo de café en Western Highlands, donde está construyendo una planta procesadora de café.
Ejecutivos de Ok Tedi Mining Ltd declararon que se someterán a la decisión del gobierno de Papúa-Nueva Guinea y anunciaron que ayudarán a las comunidades locales en su transición económica si la mina se cierra. (FIN/IPS/tra-en/kp/js/mlm/en-dv/99