Las fuerzas democráticas de Birmania convocan a un levantamiento general contra la dictadura militar el próximo jueves, en conmemoración de una rebelión ocurrida 11 años atrás.
Entonces, el 8 de agosto de 1988 (8-8-88), el movimiento democrático birmano desbordó las calles en una asonada nacional que ahora se conmemora como una fecha patriótica por la oposición clandestina.
Los activistas esperan que la creciente impopularidad del régimen, el deterioro de las condiciones socioeconómicas y una buena dosis de superstición empuje al pueblo a repetir la historia este jueves (9-9-99), pero esta vez con una victoria decisiva.
Pero aunque hay pruebas de que la campaña antigubernamental cobró fuerza, muchos analistas creen que la próxima fecha sólo tendrá un efecto simbólico en la difícil realidad política del país.
Con o sin éxito, la campaña puede lograr que se revise cabalmente la estrategia de los grupos democráticos, frustrada todos estos años en su intento de derrocar al régimen militar.
Durante el último levantamiento, los militares, al principio sacudidos y casi derrocados, dispararon contra manifestantes inermes para controlar la situación. Miles de personas murieron por la represión y miles más escaparon del país.
"Nadie puede decir con certeza qué ocurrirá, pero la campaña por el día 9 captó la imaginación de los estudiantes y de la población en general", dijo Moe Thee Zun, dirigente del Frente Democrático de Todos los Estudiantes Birmanos (FDTEB), uno de las principales organizaciones que convocan al levantamiento.
Los grupos disidentes esperan que el jueves se produzca una huelga general en todo el país contra el régimen, junto con manifestaciones masivas en las principales ciudades.
Los opositores sostienen que la situación socioeconómica no puede ser peor y que, con un impulso adecuado, las masas oprimidas del país ganarán las calles y protagonizarán el levantamiento nacional.
Además de la falta de libertad política, la población debió soportar los efectos de la crítica situación de la economía. La inflación asciende a 40 por ciento, pero el precio del arroz, la dieta básica birmana, aumenta 60 por ciento cada año.
La dictadura experimenta con la liberalización de la economía, pero los capitales extranjeros no llegan y los inversores que había se marchan por temor a las sanciones internacionales y a la crisis financiera asiática.
Entre las actividades de los disidentes clandestinos figura la distribución de panfletos que convocan al levantamiento del "9999" con frases como "8888 fue el comienzo de la batalla, 9999 será su final", "No queremos la junta militar" y "Hagamos la rebelión el 9999".
Los disidentes también escriben 9999 en los billetes de dinero para recordarle a la gente el significado de la fecha. Según el FDTEB, más de 120 personas fueron detenidas por organizar actividades vinculadas con la campaña.
Los estudiantes en Rangún y otras ciudades birmanas realizaron manifestaciones de protesta en las últimas semanas, incluso una en presencia de Khin Win Shwe, la esposa del poderoso jefe de los servicios de inteligencia, el general Khin Nyunt, durante un acto en una escuela fuera de la capital.
Los militares confirmaron el arresto de 32 personas "en averiguación de un posible levantamiento", pero dijeron que las manifestaciones públicas del FDTEB en distintos lugares del país "son organizadas para llamar la atención de la prensa".
Sin embargo, versiones procedentes de Birmania señalan que la dictadura prefiere no correr riesgos. Por eso aumentó la vigilancia en las escuelas y oficinas públicas y la presencia policial en calles estratégicas de las principales ciudades.
En un intento de apaciguar a los empleados públicos y al personal militar, el régimen les concedió un sueldo y raciones adicionales este mes.
Las versiones también indican que algunos sectores de la población comenzaron a acaparar víveres y artículos esenciales en anticipación del día 9 en que se prevén disturbios. Como resultado, aumentaron los precios de muchos bienes de consumo de primera necesidad.
Aunque la dirigente opositora y ganadora del premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi no convocó al partido que lidera, la Liga Nacional por la Democracia, para que se una a la campaña 9999, sí ha dado su apoyo tácito.
"Esta no es una campaña que nosotros iniciamos, pero nuestra política siempre fue muy clara sobre esas cosas, nunca le volveremos la espalda a ninguno de nuestros aliados que han luchado por la democracia", declaró Suu Kyi a una publicación disidente.
A pesar de los preparativos para el levantamiento y las esperanzas de los grupos disidentes, analistas birmanos señalaron que, de acuerdo con la experiencia de la década pasada, el movimiento 9999 puede terminar como un hecho frustrado.
"La tenaza militar sobre las instituciones del país y su aparato de inteligencia se consolidó durante los años 90. Repetir el alzamiento del 8-8-88 será sumamente difícil sino imposible", dijo un diplomático asiático en Rangún.
En el propio campo demócrata no todos están seguros de que la campaña, que emplea los métodos tradicionales de las proclamas y las convocatorias a las manifestaciones callejeras, sea realmente eficaz.
"Debemos reinventar la campaña democrática para hacerla más creativa e imaginativa, y salir con ideas auténticamente revolucionarias que inspiren al pueblo birmano", exhortó un dirigente disidente.
El movimiento debe intentar nuevos métodos de protesta en los cuales las masas puedan participar fácilmente y no esperar que la gente salga todas las veces a la calle para desafiar las balas de los militares, agregó. (FIN/IPS/tra-en/bs/js/ego/aq/ip/99