Cientos de miles de desplazados internos de Angola se refugian en campamentos en las afueras de las capitales provinciales, uno de los pocos lugares donde el Estado los puede proteger de la guerra civil que ya lleva 25 años.
Un millón de los poco más de 10 millones de habitantes fueron desplazados por los enfrentamientos entre la insurgente Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA) y el gobierno.
Unas 15.000 personas viven en carpas atestadas en un campamento de Huambo, en el centro del país, instalado entre las ruinas de una fábrica de jabón abandonada.
Los asentamientos de paja y barro que se construyeron sobre las colinas que rodean a Kuito tienen vista a la antigua ciudad colonial que fue próspera en su momento.
A 20 kilómetros de Malanje, al norte, 10.000 familias construyen refugios de paja y pasto al borde de la carretera hacia Luanda.
Muchas personas escaparon de sus pueblos cuando fueron invadidos por los rebeldes. Otros huyeron por recomendación del gobierno, para protegerse o para que los rebeldes no encontraran alimentos, ni potenciales informantes, reclutas, o mujeres.
La mayor parte del interior es zona peligrosa, donde el Estado no puede gobernar ni proteger a sus ciudadanos. El perímetro de seguridad alrededor de las capitales provinciales se limita a entre 20 y 40 kilómetros.
Las ciudades provinciales, cuyos habitantes huyeron hacia la costa, se llenaron de campesinos famélicos, andrajosos y en estado de shock. Nunca habían estado tan desvalidos en los 25 años de guerra civil.
"No les queda nada, sólo lo que llevan puesto. Les robaron todo", comentó Jenny McMahon, una nutricionista de la Cruz Roja, que se encuentra en Huambo.
Hombres armados de ambos bandos y grupos de desplazados hambrientos entran en las casas de quienes huyen de los poblados y se llevan todo, incluso puertas, marcos de ventanas, colchones, cacerolas y cosechas abandonadas.
Las tierras en torno a los poblados aún tenían yucas luego de la guerra de 1993-94. Ahora no queda nada, y los desplazados dependen completamente de la ayuda alimentaria que les mandan por vía aérea los organismos de asistencia humanitaria.
Los campesinos no pudieron sembrar en la temporada de febrero, así que necesitarán ayuda alimentaria hasta la próxima cosecha, que será en marzo del año próximo.
No se conocen las necesidades de los tres millones de personas que viven en zonas controladas por UNITA, ya que las agencias de ayuda tienen prohibido el acceso.
El Programa Mundial de Alimentos (PMA) proyecta distribuir 13.000 toneladas de alimentos a 900.000 personas en todo el país. En Huambo, el Comité Internacional de la Cruz Roja entrega alimentos, semillas y herramientas a 85.000 familias, muchas de ellas desplazadas.
Los que no son desplazados no están mejor que los demás. Venden porciones del techo de su casa para poder comprar alimentos a precios altísimos. "El techo es lo último que les queda", explica McMahon.
"Los mecanismos de contención están agotados, por primera vez", sostuvo Marjorie Martin, directora del Comité de la Cruz Roja.
La organización no gubernamental Adra logró que varias personas que huyeron de la guerra en 1992 y 1994 se reestablecieran en Malange, 350 kilómetros al este de Luanda. Plantaron grandes superficies, las lluvias fueron buenas, y crecían yucas, porotos y maíz.
Pero la guerra se reanudó en diciembre. Malange fue bombardeada casi todos los días desde enero, y llegaron oleadas de personas del campo. La última vez que se distribuyeron alimentos fue a mediados de mayo.
Después de ese mes, no volvió a entrar ayuda alimentaria a la ciudad hasta fines de julio. La gente, famélica, arrasó con todo lo que quedaba en el campo. Ahora, desplazados y no desplazados están igualmente desnutridos.
"Es tan frustrante ver que nuestro trabajo es anulado una y otra vez. Cuando hacemos nuestro balance anual, parece que no hubiésemos logrado nada", se quejó Roque Goncalvez, representante de Adra en Malange.
Francesco Strippoli, director del PMA, comentó que surge "una sensación de desesperación al trabajar continuamente sin ver ninguna luz al final del túnel".
Cuatro directores de agencias de ayuda humanitaria de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) pidieron al Consejo de Seguridad que se les permita el acceso al país para brindar asistencia. Pero eso implicaría negociar con UNITA, y el gobierno angoleño se niega a hacerlo.
"El gobierno de Angola no iniciará nuevas negociaciones con alguien que no respetó ningún acuerdo previo", anunció el viceministro de Asuntos Exteriores, Georges Rebelo Chicoty, la semana pasada.
Jonás Savimbi, el líder de UNITA, fue entrevistado por la radio de la BBC de Londres y desestimó la catástrofe humanitaria de su país.
"Las cuestiones humanitarias no son prioritarias en el programa de casi nadie", comentó un funcionario de ayuda.
La Cruz Roja afirma que 30 por ciento de la población de Huambo está más desnutrida que en años de inundación o malas cosechas, y el peligro es más grave que cuando UNITA ocupó la ciudad en 1993- 94.
La agencia entregó semillas y herramientas a los desplazados, que cultivan hortalizas cerca de una corriente de agua, a un kilómetro del campamento donde viven ahora.
La organización Médicos sin Fronteras calcula que 50.000 niños de Malange están desnutridos y que 25 por ciento corren serios riesgos de vida.
Luego de un ataque de UNITA que causó gran mortandad en el municipio de Kiwabo Nzoya, al este de Malange y cerca de la zona diamantífera del país, el gobierno recomendó que los pobladores abandonaran la región, relató Banda Ngunza, un jefe tribal de 63 años.
"Vivíamos bien en nuestro pueblo. Teníamos de todo, no necesitábamos ayuda alimentaria. Ahora somos pobres", resumió Ngunza.
Los enfrentamientos continúan porque "hay demasiados diamantes. Todo el mundo quiere apoderarse de ellos. Estamos cansados, queremos que se termine la guerra para volver a nuestro pueblo", declaró Ngunza.
La guerra civil se desató en 1975, cuando Angola se independizó de Portugal, pero los movimientos rebeldes creados durante la colonia, UNITA y el Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA), no lograron zanjar sus diferencias políticas o ideológicas.
Al principio, UNITA contaba con la ayuda de Estados Unidos, Sudáfrica (durante el régimen racista del apartheid) y Zaire (actual República Democrática de Congo). El marxista leninista MPLA recibía la ayuda de la ex Unión Soviética y de Cuba.
Ambas facciones firmaron un acuerdo de paz en 1990, gestado por Estados Unidos, Portugal, la ex Unión Soviética y la ONU, pero la guerra civil continúa y sólo fue interrumpida durante breves períodos. (FIN/IPS/tra-en/ms/pm/ceb/aq/pr/99