La cifra de desplazados por la violencia en Colombia es cuatro veces mayor que la de Kosovo y cada seis meses se llega en ese país a 5.000 muertes violentas, número similar al de todo el conflicto en Irlanda del Norte, señaló hoy la ex canciller colombiana María Emma Mejía.
La crisis colombiana fue uno de los temas centrales en el panel sobre "El papel de las Naciones Unidas en la protección y promoción de los derechos humanos para el próximo siglo", realizado en el curso de una consulta regional a la sociedad civil en Santiago de Chile.
En el debate se abordaron también aspectos éticos del tema, a través del obispo brasileño Luis Demetrio Valentini, en tanto la argentina Susana Chiarotti planteó los derechos de género y de la mujer, y el chileno José Vargas los derechos de los consumidores.
Mejía, quien fue ministra de Relaciones Extariores del gobierno de Ernesto Samper (1994-98), señaló que Colombia es una suerte de campo de ensayo para los nuevos desafíos que enfrenta la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Ronalth Ochaeta, del Instituto Interamericano de Derechos Humanos, señaló que el país sudamericano vive una crisis de extrema violencia, bajo cuatro fuegos: la guerrilla, el ejército, los paramilitares y el narcotráfico.
Una intervención militar externa en Colombia debe ser descartada, porque provocaría un daño mayor, agregó Ochaeta, para quien el Consejo de Seguridad de la ONU debe buscar en este caso mecanismos eficaces de solución.
Mejía coincidió en que es impensable una intervención directa en su país, pero impugnó los "misiles de papel" que a su juicio lanzan quienes desde países vecinos pretenden aportar soluciones para el conflicto.
Consideró "tremendamente grave e irresponsable" el hecho de que otros gobiernos hayan pretendido establecer un diálogo con las guerrilleras Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y no con el gobierno de Andrés Pastrana.
Según Mejía, los esfuerzos de Pastrana por internacionalizar una diplomacia por la paz para Colombia no lograron ese objetivo, sino más bien internacionalizar el conflicto.
La instalación en Bogota de una oficina de la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos tampoco ha tenido éxito en evitar "por lo menos un muerto", comentó.
La ex ministra consideró que en su país se reflejan las insuficiencias del sistema internacional concebido hace ya más de cinco décadas a través de la ONU, para enfrentar un nuevo tipo de conflictos y aplicar un derecho internacional humanitario.
La ONU, señaló, fue concebida para evitar conflictos entre estados, pero desde 1980 a esta parte, de los 101 conflictos desatados en diversos lugares del mundo, 95 son internos y sólo seis propiamente internacionales.
Estos conflictos internos son cada vez más descarnados y silenciosos, escapan a mecanismos de prevención e irrumpen cuando llegan a extremos trágicos.
En Colombia hay 1,5 millones de desplazados por la violencia, cuatro veces más que en Kosovo, y de ese total 72 por ciento son mujeres y niñas, indicó Mejía, corroborando así aspectos del análisis de Chiarotti.
La experta argentina, del Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de la Mujer, indicó que en el mundo las mujeres y las niñas constituyen 80 por ciento de los centenares de miles de refugiados a raíz de guerras internas.
Sin embargo, hay dos estructuras de la ONU, las que se encargan del comercio y de la guerra, donde no se puede hablar de género, advirtió Chiarotti. "¿Por qué no se consulta a las mujeres antes del comienzo de una guerra?", planteó.
Los temas de derechos humanos y de equidad de género han sido también excluidos del temario de la Conferencia Ministerial de la Organización Mundial de Comercio, a fines de noviembre en Seattle, Estados Unidos, para el lanzamiento de las negociaciones comerciales de la llamada Ronda del Milenio, señaló la activista.
La discriminación de género siegue siendo la forma más extendida de violación de los derechos humanos en América Latina y el Caribe, agravada cuando se cruza con la discriminación étnica, agregó Chiarotti.
En la región en general, las mujeres reciben por trabajos equivalantes 70 por ciento del salario de los hombres, pero un estudio en Brasil mostró que la relación baja a 40 por ciento cuando se trata de indígenas o negras. (FIN/IPS/ggr/ag/hd/99