Los residuos vegetales resultan muy útiles para absorver y eliminar la contaminación que causan industrias como la siderúrgica, afirmaron expertos reunidos en el Congreso Mundial de Medio Ambiente celebrado esta semana en la ciudad vasca de San Sebastián.
Este congreso, especializado en el reciclado, tratamiento de residuos y tecnologías limpias, se celebró por primera vez fuera de Estados Unidos, con la participación de 600 expertos de 50 países, que presentaron tres centenares de ponencias.
La reunión fue convocada por la Minerals, Metals & Materials Society, entidad sin fines de lucro integrada por representantes de empresas industriales y universidades norteamericanas, con el apoyo de la Comisión Europea y el Centro Tecnológico de Materiales del País Vasco.
En la inauguración del congreso, el profesor sueco Maur Menad subrayó que la presencia de contaminantes tóxicos de origen industrial en los alimentos es un motivo de creciente preocupación en la opinión pública.
Menad recordó lo ocurrido este año en Bélgica, donde la contaminación de alimentos y bebidas con dioxina provocó alarma y fuertes pérdidas para la industria.
Las dioxinas, altamente tóxicas, se suelen generar en varias actividades industriales que por sí mismas no están consideradas como especialmente agresivas para la calidad del ambiente. Por ello, Menad insistió en que se requiere una especial vigilancia de estas sustancias y la búsqueda de soluciones adecuadas.
Otra experta, la brasileña Aida Spinola, presentó los resultados de una investigación sobre la acción de la corteza de algunas clases de pino, roble y sequoias sobre los efluentes industriales que contienen metales disueltos.
Como ejemplo, señaló que el uso de desechos de coco demostró una gran efectividad en la absorción de metales pesados, alcanzando a retener el 99 por ciento del cadmio presente en un efluente industrial.
El cadmio es un metal pesado muy tóxico y su vertido está penado por la legislación de la mayoría de los países. Los metales absorbidos por las cortezas pueden ser posteriormente recuperados y reutilizados.
Una experiencia similar fue relatada por el profesor Bertrand Reddy, de la India, que en sus experimentos logró recuperar metales pesados como cobre, cadmio y plomo, utilizando cortezas de árboles.
En la misma línea se expuso el japonés Katsutashi Inoue, sobre la recuperación y eliminación de metales procedentes de efluentes acuosos y residuos sólidos generados en la industria metalúrgica, minera, eléctrico-electrónica y nuclear.
Para fijar los metales pesados contenidos en la biomasa, se utilizan residuos procedentes de industrias de la alimentación, agricultura y pesca. Así, se emplean geles de absorción procedentes de algas, naranjas e incluso las cáscaras de cangrejos, camarón y otros crustáceos.
El español Francisco Selgas presentó una ponencia sobre el tratamiento del acero común y de los aceros inoxidables de muy baja actividad radiactiva procedentes del desmantelamiento de centrales nucleares.
Como ejemplo, indicó que un reactor de 1.000 megavatios, típico de una central nuclear, genera 10.000 toneladas de acero y 100.000 toneladas de residuos de cemento, en gran parte libres de radionucleidos, pero necesitados de un control exhaustivo.
Juan Carlos Múgica, director ambiental del Centro Tecnológico de Materiales, explicó que los residuos radiactivos de media y baja actividad primero son sometidos a una reducción de su volumen, por destrucción de la materia orgánica.
El resultado es un material vítreo que contiene la mayor parte de los elementos radiactivos, pero en un volumen que puede ser entre 30 y 40 veces menor al original, lo que favorece su transporte y almacenamiento.
Los organizadores del congreso manifestaron su satisfacción por haber triplicado la cantidad de participantes en relación con los anteriores y anunciaron que el próximo se realizará dentro de tres años en Japón.
Además, subrayaron que ningún país, sea de primera línea industrial o del mundo en desarrollo y emergente, puede aislarse en la búsqueda de soluciones que, además de mejorar la calidad de vida, impulsen un crecimiento económico sobre bases firmes y a un ritmo regular y sostenido.
El representante de la Comisión Europea, Arturo García Arroyo, destacó que la calidad del ambiente no sólo puede mejorar la calidad de vida, sino que será un resorte de la competitividad empresarial y del crecimiento económico de la región en los próximos años.
Por último, los organizadores advirtieron de que las soluciones sociales llegarán, fundamentalmente, por el cambio de actitud, el convencimiento y la apertura cultural individual hacia este tipo de problemas ambientales.
Por ello, añadieron que los poderes públicos necesitan ser presionados por las soluciones de los tecnólogos, la adecuada información, denuncia y sensibilización por los medios de comunicación, junto con la formación en la familia y la escuela y la actividad de las organizaciones de la sociedad civil. (FIN/IPS/af/mj/en sc/99