Las carreras ilegales de motocicletas son una de las nuevas manifestaciones de rebeldía juvenil en Vietnam en el marco de los rápidos cambios sociales generados por la apertura económica.
"Cuando corremos estamos excitados y no pensamos en la muerte", manifestó un joven vietnamita de 18 años, uno entre decenas de motociclistas que se reúnen en el centro de la capital para intervenir en carreras ilegales por la noche.
"Si muero, muero. Cada uno tiene su propio destino", dijo otro joven con cara de niño que hacía las veces de copiloto. Los dos pidieron no ser identificados, pero se mostraron deseosos de expresar lo que sentían.
Ambos estaban en la calle Tran Quang Khai, en Hanoi, en medio de las multitudes que invadieron todas las noches el centro de la capital después de cada competencia que Vietnam disputó este mes en los Juegos del Sudeste Asiático, realizados en Brunei.
Las peligrosas carreras constituyen una de las dos pasiones gemelas de la juventud urbana vietnamita, junto con el fútbol.
Las victorias del fútbol vietnamita significaron noches de insomnio para la policía de Hanoi y Ho Chi Minh (ex Saigón), y de agitación para los médicos y enfermeros de guardia en los hospitales de ambas ciudades.
Durante una noche de carreras a comienzos de los juegos de Brunei, vistos por miles de personas a través de la televisión, hubo por lo menos nueve muertos. Después del partido jugado el día 3, en que Vietnam derrotó a Birmania, sólo en Ho Chi Minh hubo 150 hospitalizados.
Un hombre de 44 años resultó muerto y su compañero de 75 quedó herido al salirse de pista siete motos. La Agencia Vietnamita de Noticias informó numerosos incidentes en que la policía fue apedreada por la multitud.
Tras otra victoria futbolística, esta vez contra Filipinas el día 8, las fuerzas de seguridad lograron controlar temporalmente a los motociclistas, en su mayoría adolescentes. La policía detuvo a 200 corredores en Ho Chi Minh cuando se congregaron para una competencia.
Para las autoridades, las carreras son un recurrente dolor de cabeza en materia de orden público, pero para la juventud urbana en este país de 75 millones de personas, indiferente al peligro, brindan una dosis de excitación que no encuentran en ninguna otra parte.
Como compiten ante extasiados espectadores agrupados al borde de las pistas improvisadas en calles o caminos, el exhibicionismo entre los corredores es premiado.
A velocidades que superan los 100 kilómetros por hora, los corredores deliberadamente zigzaguean entre camiones y rickshaws (carriolas de transporte con tracción humana) y derrapan en las curvas dejando una estela de chispas.
La modalidad favorita es correr con los pies en el manubrio, y algunos llevan su audacia al punto de desconectar los cables de frenos.
Las motonetas a menudo son "tocadas" para que superen el límite legal de 150 centímetros cúbicos. Ni qué decir que los cascos de protección están prohibidos, lo que aumenta el riesgo de graves lesiones en la cabeza o muerte.
Muchos de los motociclistas, sobre todo los más audaces, provienen de familias pudientes. En cierto modo es un requisito, porque muchos accidentes significan abandonar en la calle motos que valen más de 2.000 dólares.
Los parientes siempre parecen dispuestos a reemplazar la moto accidentada y muchos aficionados a las carreras dicen que los jóvenes cambian de vehículo tres veces por mes.
Además, un intercambio de tarjetas de visita y dinero en efectivo aseguran una rápida liberación del infractor detenido y, sobre todo, anonimato.
El fenómeno de las carreras tambien refleja el auge de las motocicletas durante los últimos 10 años.
Si bien antes de la "do moi" (apertura económica) las bicicletas con motor de todo tipo eran usadas por la gran mayoría de los vietnamitas, ahora hay más motocicletas por persona —una por cada 18— que en cualquier otro país en el mundo.
Las motocicletas cuestan el doble que en Tailandia, pero se prevé que otras 6,5 millones se agregarán a las congestionadas ciudades de Vietnam antes de fin de año. En proporción, los autos siguen siendo escasos.
Además de ser una expresión de orgullo nacional, como cuando Vietnam gana partidos de fútbol, las carreras de motocicletas a menudo reflejan el espíritu rebelde de los adolescentes, porque librar escaramuzas con la policía es una gran atracción.
"A nadie le gusta la policía", aseguró un espectador que observaba a los corredores agrupados en la periferie de su barrio de viviendas precarias en Hanoi.
"Soy un vendedor de tarjetas postales. Cada semana (la policía) me saca 50.000 dong (cuatro dólares)… ¿Cómo puedo ganar algún dinero?", se quejó.
Incluso después que nueve agentes resultaron hospitalizados tras ser lapidados con ladrillos durante una carrera en diciembre de 1997, no hubo tregua entre policías y corredores, ni las muchedumbres que se alinean en las calles para verlos en acción perdieron interés.
Las fuerzas de seguridad pública, por lo general desacostumbradas al desafío de las multitudes, respondieron colocando agentes encubiertos entre los corredores y redoblando sus esfuerzos para detener a los infractores.
La desaprensión y el desdén de los jóvenes respecto de la autoridad enmascaran profundas fisuras en la trama social vietnamita, que el gobernante Partido Comunista parece incapaz de corregir.
La mitad de la población tiene menos de 25 años y es demasiado joven para recordar las privaciones que caracterizaron las décadas precedentes. A través del abismo generacional, los antiguos valores, atesorados con dificultades y sacrificios, a veces son sofocantes e imposibles de sobrellevar.
Para los jóvenes actuales, familiarizados con Internet (la red telemática global) y la música pop occidental, el Partido, que una vez fue el símbolo de la lucha por la independencia y la unificación, ahora es un dinosaurio cuya propaganda resulta vacía o hipócrita.
El gobierno aflojó el puño sobre la economía creando una clase urbana cada vez más consumista, pero es renuente a soltar las riendas de la cultura.
La influencia occidental a menudo es culpada de generar delincuencia juvenil y corromper "los valores culturales tradicionales".
Tampoco el sistema educativo brinda un modelo de conducta a los jóvenes. Métodos anticuados, aulas de clase abarrotadas y docentes mal preparados desalientan a los estudiantes sobre el desarrollo de sus propias ideas y, más aún, sobre su expresión.
"Si alguien crece en estos días en Vietnam tiene pocos ejemplos positivos para seguir", dijo un maestro de Hanoi."Los jóvenes tienen raras oportunidades para destacarse por sus propios méritos y recibir elogios de sus mayores o sus pares. Con las carreras, no obstante, pueden sentirse como héroes".
Aunque los entretenimientos alternativos aumentaron en Ho Chi Minh para aquellos que pueden pagarlos, aún son escasos en Hanoi. Las instalaciones deportivas, los cines y las bibliotecas son inadecuados.
"No hay nada que hacer en Hanoi", es el argumento más común para ganar la calle.
El diario "Nhan Dan" (El Pueblo), órgano del Partido Comunista, admitió la incapacidad de las autoridades para erradicar las carreras de motos. Por lo tanto, es improbable que sus dolores de cabeza debido a la velocidad desaparezcan a breve plazo. (FIN/IPS/tra-en/npn/js/ego-mlm/cr/99