La solidaridad se hizo presente en Turquía, donde cientos de miles de damnificados por el terremoto de la semana pasada están recibiendo alimentos y fármacos de todo el mundo, lo cual hace más evidente la ineficacia estatal.
"¡Sí a los ciudadanos!¡No al Estado!", gritó Mumin Usluer, jubilado de 73 años residente en la provincia de Yalova, en la zona noroccidental del país devastada por el terremoto del martes 17.
El grito del anciano resume el sentimiento general de la opinión pública turca, desilusionada porque el gobierno respondió en forma tardía, desorganizada e ineficaz durante estos seis días posteriores al desastre.
"Yalova está paralizada. El presidente (Suleiman) Demirel visita la base naval de Golcuk, pero ignora nuestra provincia. Seguro que van a volver en busca de votos en las próximas elecciones", declaró con ira.
El gobierno no sólo no entregó la ayuda esperada a los afectados, sino que el ministro de Salud, Osman Durmus, también rechazó ayuda médica internacional y pidió este lunes a los equipos extranjeros de rescate que abandonen el país.
El ejército, una de las instituciones mejor organizadas y equipadas del país, también fue criticado porque no participa en las gestiones de rescate y ayuda.
Yalova se encuentra en la zona sur de la bahía de Izmit, y es uno de los asentamientos más afectados por el terremoto, que alcanzó 7.4 grados en la escala Richter. El número de muertos superó los 12.000 este lunes, mucho más de lo esperado según los cálculos más pesimistas.
Un informe gubernamental analizado este lunes por el Consejo Nacional de Seguridad calcula que 60.000 edificios quedaron derruidos, 200.000 personas sin hogar, 35.000 muertos (incluso aquellos debajo de los escombros) y 38.000 heridos.
En Yalova se contabilizaron 2.400 cadáveres, aunque los equipos de rescate aún no buscaron en 20 por ciento de los edificios destruidos. Se estima que la cifra de muertos asciende a 3.000 en toda la provincia.
Cuando uno se aproxima desde el mar, Yalova, un pintoresco balneario de 35.000 habitantes, parece intacto a primera vista. Los edificios viejos siguen en pie, sin fisuras. Pero las calles vacías y el silencio aterrador indican a los vistantes que algo terrible ha ocurrido.
Cuando uno se adentra en la ciudad, el desastre se torna visible. Montañas de escombros ocupan el lugar donde hace seis días se erigían lujosos edificios de apartamentos.
Sobrevivientes y voluntarios de todos lados, con máscaras higiénicas, corren a ayudar a las víctimas, a pesar del repugnante olor de la muerte que sale de las ruinas.
Los habitantes están conmovidos por la ayuda que sus compatriotas de todas partes del país les ofrecieron desde el primer día de la catástrofe. Pero la asistencia no llega a todas las víctimas, porque los funcionarios no pueden, o no quieren, organizar la distribución.
Mine Atil, de 39 años, es una madre de cuatro niños cuya pequeña casa se derrumbó, y ahora habita en su nuevo "hogar", construido con viejas cajas de frutas. Aunque su familia sobrevivió, se siente sin esperanzas.
Aguarda el futuro con pesimismo. "Todos serán abandonados a su suerte. La mayoría ya se fueron de Yalova. Se habla mucho de la ayuda, pero los funcionarios locales no sirven para nada, como ocurrió en terremotos anteriores", aseguró.
Los temores de Atil parecen volverse realidad este lunes, cuando una fuerte lluvia comenzó a caer en la zona de desastre, provocando inundaciones y más destrucción, sobre todo en la provincia de Sakarya, 150 kilómetros al este de Estambul.
"No tenemos información de las gestiones de ayuda ni de su distribución", declaró un funcionario de una "oficina de administración de crisis", que en teoría están encargadas de coordinar la asistencia en todos los distritos damnificados.
"Un voluntario trajo tres toneladas de agua desde el otro extremo del país, y lo único que encontró fue la incapacidad de la oficina local de administración de crisis", observó.
"Rescaté a decenas de heridos y saqué muchos cadáveres de los escombros. Pero no fui entrenado. Sólo recordé mi experiencia cuando cumplí el servicio militar. Formé mi propio equipo de rescate. Día tras día, adquirimos más experiencia. Pero todo es muy poco y llega muy tarde", comentó.
Los medios de comunicación critican al gobierno del primer ministro Bulent Ecevit, y la prensa reveló que algunos altos funcionarios en Ankara ignoraban la gravedad del terremoto hasta 12 horas después de ocurrido, mientras esperaban los informes de los gobiernos locales.
"Pero los canales de televisión privada Kanal D y NTV comenzaron a transmitir en vivo desde los lugares más remotos sólo tres horas después del sismo. Sólo prendiendo sus televisores, las autoridades habrían visto lo que ocurría", se quejó Berkan.
Sin embargo, los ministros ultraderechistas del Partido de Acción Nacionalista, uno de los socios de la coalición de gobierno de Ecevit, sobre todo el ministro de Salud Durmus, criticaron a los medios y a los voluntarios.
"Quiero a mis propios médicos, que están perfectamente familiarizados con la forma de vida y la cultura de los turcos. Los extranjeros pueden venir a visitar el país, pero no necesitamos su ayuda", declaró Durmus al rechazar la asistencia médica del exterior.
Pero muchas víctimas discrepan. "Alcanzamos a cuatro de nuestros familiares, cavando entre los escombros con nuestras manos desnudas. Sólo salvamos a dos, los otros estaban muertos", dijo el comerciante Mehmet Bey, señalando a un equipo de franceses y turcos que trabajó durante 120 horas en la tarea de rescate.
Los constructores son los chivos expiatorios del desastre, culpados por ciudadanos y por el gobierno, por la mala calidad de los edificios que se considera la principal razón de la gran pérdida de vida que causó el terremoto.
"Nadie es inocente. Compramos a gusto las casas por sus precios bajos. Se construyeron frente a nuestros ojos, fuimos testigos de su mala calidad. Nunca protestamos. Elegimos a los contratistas corruptos como nuestros alcaldes. Ahora debemos pagar", sentenció Hasan Uysal.(FIN/IPS/tra-en/nm/ak/aq/en/99