La muerte del obispo Helder Cámara puede representar más que la pérdida de un sacerdote con imagen de santo para la Iglesia Católica de Brasil y de toda América Latina.
El hecho también marca la desaparición de una generación que puso la Iglesia al lado de los oprimidos, con la "opción preferencial por los pobres", la Teología de la Liberación y, en algunos casos, la adhesión a la lucha revolucionaria incluso a través de las armas.
Son los obispos, teólogos y curas que, como Cámara, contribuyeron decisivamente a la formulación y puesta en práctica de la doctrina social de la iglesia, oficializada en el Concilio Vaticano II, de 1962 a 1965.
Ese clero llamado progresista, por sus preocupaciones sociales y políticas, perdió posiciones y voces desde la década pasada, especialmente en Brasil, ante una ofensiva del Vaticano para restablecer la primacía de la evangelización.
Las Comunidades Eclesiásticas de Base, creadas e impulsadas por Cámara como una extensa organización de fieles que permitía a la Iglesia comunicarse directamente con la población y movilizarla, perdieron reconocimiento y estímulos de la jerarquía religiosa.
El más destacado de los teólogos de la liberación brasileños, Leonardo Boff, vio como sus obras eran rechazadas por el Vaticano y fue sometido a varios años de silencio, antes de abandonar la Iglesia por estar "cansado de una lucha improductiva".
Al jubilarse en 1985, Cámara fue sustituido en la arquidiócesis de Olinda y Recife, en el nordeste de Brasil, por un obispo conservador, José Cardoso Sobrinho, que reorientó el trabajo eclesiástico local y desmanteló una escuela que formaba curas progresistas.
Actitud similar adoptó el Vaticano durante el papado de Juan Pablo II al designar nuevos obispos, cardenales y directores de instituciones de enseñanza religiosa y transferir a responsables de diócesis.
Sao Paulo, la mayor arquidiócesis del país, fue dividida, lo cual restó fuerza al arzobispo Paulo Evaristo Arns, un cardenal que desafió al pasado régimen militar (1964-1985) en su defensa de los derechos humanos y que desnudó la práctica de torturas.
Arns fue reemplazado al jubilarse el año pasado por Claudio Humes, un moderado entre los obispos brasileños.
El tiempo, que se materializa en las jubilaciones, conspira contra los progresistas. Pero los 21 años de pontificado de Juan Pablo II no fueron suficientes para borrar su influencia en América Latina.
La Conferencia Nacional de Obispos de Brasil, organización impulsada por Cámara y sus compañeros en los años 50 que se extendió al mundo, sigue manifestándose en cuestiones sociales y políticas, condenando con dureza al actual modelo económico del gobierno.
La reforma agraria y el Movimiento de los Sin Tierra, apoyados por el clero progresista en Brasil, cuenta con frecuentes declaraciones favorables del papa Juan Pablo II.
Las comisiones pastorales de la Iglesia siguen activas en favor de los campesinos, de los hambrientos, indígenas y otros discriminados, en la denuncia de violaciones de derechos humanos.
Sacerdotes dispersos por el país mantienen la opción por los pobres, muchos arriesgando la vida al desafiar a los terratenientes en defensa de los sin tierra.
Las ideas de Cámara "podrán germinar mas fuertes con su muerte", confió uno de sus viejos colaboradores en Olinda y Recife, el fraile Aloisio Fragoso.
La proyección internacional de Cámara abona esa esperanza.
Leonidas Proaño, el "obispo de los indios" en Ecuador, "mencionaba en primer lugar a Dom Helder Cámara cuando daba nombres de los que estaban construyendo esa Iglesia que está más cerca de los que no tienen nada", testimonió Miguel Lluco Tixe, coordinador del indigenista Movimiento Plurinacional Pachakutick.
El líder indígena ecuatoriano consideró a Cámara "uno de los que más trabajó por una revolución dentro de la Iglesia, para que ésta dejara de ser elitista".
"Fue el adalid de la actitud episcopal, un obispo excepcional, un reanimador, en el mundo latinoamericano, de la justicia evangélica, sobre todo comprometido y entregado por los más necesitados", opinó Luis Alberto Luna Tobar, arzobispo de la ciudad ecuatoriana de Cuenca.
Es un misterio que una figura con tal prestigio no haya sido elevado a cardenal por el Vaticano. La conducta irreprochable de Cámara, que siguió viviendo humildemente en Olinda al jubilarse, ofreciendo constantes manifestaciones de fe en la Iglesia, sin polémicas, fortalece su mensaje. (FIN/IPS/mo/mj/cr/99