MARRUECOS: Expatriados exigen reconocimiento y protección

Millones de marroquíes residentes en el exterior se quejan de la insensibilidad de su gobierno ante los numerosos problemas que enfrentan en el extranjero y de las trabas burocráticas para aquellos que quieren regresar.

"Ya no queremos ser considerados como una mera fuente de recursos. Deseamos ser ciudadanos plenos y contribuir activamente al desarrollo socioeconómico de Marruecos", declaró Ahmed M'dini, un marroquí residente en Alemania.

Su declaración refleja las quejas y expectativas de millones de emigrantes marroquíes que vuelven a este país norafricano para sus vacaciones de verano y sueñan con regresar definitivamente algún día, a pesar de los obstáculos planteados por la burocracia estatal.

Según estadísticas gubernamentales, unos 3,5 millones de marroquíes tienen residencia legal en Europa y otros 1,5 millones viven en ese continente como inmigrantes indocumentados.

Estos emigrantes son esenciales para su país natal, dado que cada año inyectan a la economía unos 2.000 millones de dólares.

"Los expatriados tienen derechos que el Estado les debe y la sociedad entera debería reconocer", dijo M'dini.

A comienzos de esta década se creó un ministerio a cargo de los asuntos de los emigrantes, pero el rey Hassan II, fallecido el pasado 23 de julio, lo eliminó por supuesta incompetencia y lo sustituyó por una institución propia: la Fundación Hassan II para los Marroquíes Residentes en el Exterior.

El hijo de Hassan, Mohammed VI -quien lo sucedió en el trono- prometió en su primer discurso a la nación convertir en prioridad de su gobierno la situación de los expatriados, entre otros temas urgentes de este país empobrecido.

"La comunidad marroquí en el extranjero será uno de los centros de nuestra atención. Ponderaremos con cuidado sus problemas y consolidaremos sus vínculos con su madre patria", prometió el nuevo rey.

Los emigrantes acusan al gobierno marroquí de ser insensible a los numerosos problemas que enfrentan, desde el desarraigo cultural de sus hijos y la discriminación racial en sus países de residencia hasta trabas burocráticas que desalientan a aquellos que quieren volver a Marruecos para quedarse.

"Hasta ahora, Marruecos no ha podido diseñar una clara estrategia cultural y educativa para proteger a los hijos de los expatriados del peligro de perder su cultura y tradición marroquí e islámica", señaló Nadim Rabii, un sociólogo residente en la ciudad de Casablanca.

"Los maestros enviados por las autoridades marroquíes a Europa son sólo burócratas que quieren aumentar sus ingresos, y no preservar la identidad cultural de los hijos de emigrantes", afirmó.

La Fundación Hassan II asignó 70 por ciento de su presupuesto en 1997 a pagar los salarios de esos maestros, con muy magros resultados, observó Rabii.

"En general, los hijos de los expatriados no hablan el árabe o, al menos, no lo hablan bien. Apenas tienen un vago conocimiento de su país de origen", sostuvo M'dini, un padre de tres hijos, quien reclamó más compromiso del gobierno para preservar la identidad cultural de los emigrantes.

"Este es un derecho fundamental que las autoridades deberían garantizar a una comunidad tratada hasta ahora como la gallina de los huevos de oro", exhortó.

Los expatriados también criticaron la actitud pasiva de Rabat cuando algunos de ellos son víctimas de ataques racistas en países anfitriones.

"No entendemos por qué nuestras autoridades no actúan con rigor cuando algunos marroquíes son víctimas de racismo", expresó Shakib Mohammadi, residente en España, donde numerosos incidentes raciales ocuparon primeras planas de periódicos en las últimas semanas.

Mohammadi recordó el incidente ocurrido en julio en Tarassa, Cataluña, en el que "cabezas rapadas" españoles golpearon y apuñalaron a varios inmigrantes norafricanos mientras la policía y la mayor parte de la comunidad miraba impasiblemente.

"En lugar de apelar directamente al gobierno español y exigir una protección más eficaz de la comunidad marroquí, el gobierno se limitó a emitir un comunicado de condena a la agresión", lamentó Mohammadi.

Los expatriados acusan a sus países anfitriones de no cumplir las convenciones firmadas con Marruecos sobre asuntos como el empleo y la protección social de los inmigrantes legales.

"Cuando esos países no respetan los acuerdos, los agregados de asuntos sociales en las embajadas marroquíes no hacen nada. ¿A quién debemos recurrir para plantear nuestros problemas?", preguntó Rachid Abu Siba, quien vive en Francia.

Algunos expatriados enriquecidos regresan a Marruecos para invertir lo que ganaron durante largos años de trabajo en Europa, sólo para encontrar obstáculos burocráticos insalvables en su país de origen.

Un ejemplo claro es el de Miloud Hamdouchi, quien regresó a este país tras residir 25 años en Alemania con la ambición de establecer una planta procesadora de pescado en la ciudad sureña de Agadir.

Desde comienzos de los años 80, Hamdouchi espera que el departamento de planificación urbana del municipio le otorgue el permiso de construcción.

"Las autoridades me deben una explicación. No esperaré eternamente para iniciar mi negocio", dijo con enojo. Al igual que muchos otros, Hamdouchi se siente obligado a empacar y marcharse del país, esta vez para siempre. (FIN/IPS/tra-en/an/ak/mlm/pr/99

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