La figura de Jorge Luis Borges, el más célebre escritor de Argentina y uno de los grandes de la literatura universal, que cumpliría 100 años este martes, es mucho más popular que su obra.
En esta idea coinciden editores, libreros y críticos: el "personaje" de Borges se tornó un símbolo en su país, pero su obra literaria, una serie de poemas, cuentos y ensayos, todavía está a la espera de ser descubierta por la gran mayoría de quienes dicen admirarlo.
A medida que se acercaba el 24 de agosto, se multiplicaron los homenajes, muestras de objetos que pertenecieron al escritor, conciertos, exposiciones de arte, entrevistas, reediciones de sus libros, publicaciones y conferencias sobre su vida y su obra, con participación de argentinos y extranjeros.
Muchos argentinos aseguran que se sienten partícipes de la celebridad de Borges, aunque ignoraron al escritor, o lo criticaron por sus ideas políticas, cuando estaba vivo y realizó lo mejor de su producción.
Parece una típica paradoja argentina que el propio Borges habría disfrutado. El escritor es casi tan popular en su país como el futbolista Diego Maradona, pero pocos pueden decir que conocen sus libros. El presidente Carlos Menem se refirió una vez a "sus memorables novelas", mostrando la ignorancia que existe sobre su obra.
"Borges se convirtió en un escritor que gusta a todos, incluso a gente que no lo ha leído, y sólo conoce de él una serie de efigies convencionales", señaló el crítico de literatura Edgardo Cozarinsky.
"Ese es el Borges consagrado por la industria cultural", añadió. Cozarinsky sostuvo que en su época Borges era un escritor que incomodaba, y ahora padece el "engañoso halago de un reconocimiento unánime".
El fenómeno se parece al de la revalorización de la figura de Ernesto "Che" Guevara, el mítico guerrillero de los años 60 que es reivindicado como símbolo de un idealismo perdido cuando ya no existen condiciones para emular su epopeya revolucionaria.
Como Guevara, Borges fue polémico en su época. Tuvo adeptos y detractores. Uno de los libros que se publicó en estos días, con el título "Antiborges", recoge los debates y críticas que generó su obra en los tiempos en que fue escrita, cuando muchos la consideraron antinacionalista, demasiado erudita y sin vida.
Las declaraciones políticas del escritor, a veces inconsistentes, provocaban grandes polémicas que él mismo trató muchas veces de acallar, pidiendo disculpas o desdiciéndose, para no causar escándalo.
Martin Lafforgue, el compilador de "Antiborges", intentó salirse del repertorio de celebraciones que no hacen más que establecer como un dogma las virtudes de "una obra literaria cada vez más consagrada y menos leída", según comentó el crítico de literatura Guillermo Saavedra.
Borges solía avergonzarse un poco de su fama, y si viviera es posible que se sintiera turbado por tantos homenajes. "Siempre me sentí un impostor en mis cumpleaños, no me creía merecedor de tantos regalos, ni digno de ningún amor", afirmó en su autobiografía, dictada a fines de los años 60 a Norman Di Giovanni.
Cuando el ensayista Mario Goloboff le comentó que acababa de escribir un libro titulado "Leer Borges", respondió: "Yo no le recomendaría eso a nadie".
Su celebridad le parecía "rara" e inexplicable. "Hice todo lo posible para que no suceda", decía. Por momentos, creía que la coincidencia de ser anciano, poeta, ciego y sudamericano podía explicar en parte esa popularidad.
"Son todas cartas fuertes, ¿no?", declaraba con ironía el autor de "Ficciones", "El Aleph" y "Fervor de Buenos Aires", su primer libro de poesia.
El prestigio entre quienes no lo leyeron podría ser considerado un fenómeno "borgeano", dado el gusto del autor por volver una y otra vez a los temas de la incertidumbre de los recuerdos, la vida falsa, la experiencia artificial y la manipulación de la memoria y de la identidad.
El escritor solía disculparse cuando recibía distinciones. Cuando le fue conferida la condecoración de la Gran Cruz en Alemania, dijo: "Creo que han exagerado, al fin y al cabo, mi obra es una serie de vacilaciones, acumulaciones y también de reiteraciones".
Borges solía afirmar que más que un buen escritor era un buen lector, un lector sensible y agradecido, como los que no logró cosechar en abundancia para sí mismo. Por eso, otra de las ediciones de estos días es un libro que recoge sus cuentos preferidos de otros autores.
El escritor solía preguntar en la librería Tomás Pardo, frente a su departamento en Buenos Aires, si sus libros realmente se vendían. Uno de los vendedores de esa librería comentó a IPS que el número de compradores ha aumentado con los homenajes.
"Los argentinos somos así, descubrimos nuestros valores después de que los reconocen afuera", masculló en referencia a la popularidad tardía del artista.
Borges se sorprendía ante el interés que despertaba su figura por la calle, incluso entre los niños. Este fenómeno empezó a mediados de los años 70, con una vorágine de publicaciones, premios, viajes y entrevistas de periodistas y estudiantes de todos los niveles, señaló María Esther Vázquez, biógrafa, colega y amiga del escritor.
Vázquez afirmó que a partir del momento en que fuera del país comenzó a reconocerse al escritor como uno de los más grandes, se produjo la mutación de un "Borges privado" a la "marca Borges", y el inicio de una "industria" en torno a su imagen.
El mundo editorial ha intentado explotar ese reconocimiento para ganar lectores, en especial con ocasión del centenario del nacimiento de Borges, pero no lo ha logrado en proporciones significativas en Argentina, aunque haya quienes adquieren los libros del escritor y de sus apologistas, visitan los museos y compran estampillas conmemorativas.
Marta Díaz, presidenta de la Fundación El Libro, señaló en diálogo con IPS que Borges aparece cada año entre los 10 escritores sobre los que más se consulta en la Feria del Libro, que convoca a alrededor de un millón de personas cada año en Buenos Aires.
Sin embargo, reconoció que aun entre el público calificado se exagera un poco el conocimiento que se tiene sobre su obra, para disimular que, en verdad, sólo se leyó un cuento, un poema o quizás un libro completo.
"Mi intuición es que son pocos los que conocen toda su obra, pero creo que ahora hay un nuevo interés en Borges que puede hacer que muchos nuevos lectores se acerquen a sus libros. En definitiva, la industria cultural debe ser de las más sanas industrias que quedan", añadió. (FIN/IPS/mv/mp/cr/99)