George W. Bush aspira a convertirse en el próximo presidente de Estados Unidos por el Partido Republicano, pero la duda no resuelta de si alguna vez aspiró cocaína podría cerrarle el camino a la Casa Blanca.
Bush, gobernador del estado de Texas e hijo del ex presidente George Bush, trató de olvidarse del asunto la semana pasada, cuando dijo que no consumió drogas ilegales en los últimos 25 años.
Ese grado de abstinencia de las drogas le permite "pasar los controles de antecedentes y los estándares que se aplican en la Casa Blanca de hoy", así como los del gobierno de su padre, declaró.
Los comentarios de Bush reflejan el doble discurso que tienen respecto de las drogas la elite estadounidense, el gobernante Partido Democráta y el opositor Republicano.
Los funcionarios de la Casa Blanca sólo deben declarar que no consumieron drogas durante los últimos 10 años para calificar para todos los empleos con excepción de los cargos más altos.
Al mismo tiempo, sin embargo, las cárceles estadounidenses están pobladas con miles de personas detenidas por delitos relacionados con la droga, debido a la presión de los políticos conservadores que defienden "la ley y el orden", como George W. Bush.
La disparidad entre la actitud de los políticos y la exigencia de recato respecto de sus vidas privadas se agudizó en los últimos años. Mientras la política contra las drogas se hizo más represiva, los candidatos evitan las preguntas sobre si ellos consumieron o no narcóticos.
Ethan Nadelmann, director del Centro Lindesmith, un grupo de estudio sobre las drogas con sede en Nueva York, señaló que en 1997, el número de encarceladas en este país por delitos relacionados con la droga se había multiplicado ocho veces desde 1980, totalizando 400.000 detenidos.
Agregó que la cantidad del presupuesto federal que se gasta para controlar el consumo de drogas aumentó de 1.000 millones de dólares en 1980 a 16.000 millones de dólares en 1989.
Sin embargo, muchos políticos que crecieron durante los años 60 y 70, años en que las leyes contra las drogas se aplicaban con menor severidad, intentan evitar la imagen de que son "duros" cuando las leyes se refieren a los demás, pero "suaves" cuando se aplican a sus propias vidas.
Bush, que actualmente es el principal aspirante a la candidatura presidencial republicana para las elecciones del 2000, trató de evitar el tema poniendo la cuestión de su posible consumo de cocaína en el contexto de sus méritos para la presidencia.
Como dijo su consejero Ralph Reed, ex líder de la conservadora Coalición Cristiana, Bush está demostrando que no le pediría a nadie que cumpla un estándar que él mismo no cumplió.
"Cometí errores y aprendí de ellos", se limitó a decir Bush, pero se negó firmemente a discutir los rumores de su posible consumo de cocaína en el pasado.
También evitó responder la pregunta de cómo podía justificar el consumo de una droga ilegal que hoy podría llevar incluso a un delincuente sin antecedentes penales a la cárcel de acuerdo con las leyes federales, una política apoyada por los republicanos y por el presidente Bill Clinton.
La ofensiva de Clinton para reforzar las leyes contra las drogas, que incluía penas para el consumo de crack que eran más severas que las correspondientes al uso de cocaína en polvo, llevó a algunos conservadores a preguntarse si la "guerra contra la droga" no había llegado demasiado lejos.
La guerra contra las drogas, según el economista ganador del premio Nobel Milton Friedman, provocó el aumento de la represión gubernamental, sobre todo entre los sectores más vinculados con el narcotráfico, como los negros y los residentes de los barrios céntricos de la ciudad.
Los negros, por ejemplo, prefieren el consumo de crack, cuyas penas son más severas, mientras es más probable que los blancos consuman cocaína en polvo, de acuerdo con estudios recientes.
Friedman dijo que el aumento de la población carcelaria se debe en gran medida a las prohibiciones de las drogas en Estados Unidos. "¿A cuántos de nuestros ciudadanos queremos convertir en criminales antes de gritar 'basta'?", preguntó en un artículo del diario The New York Times el año pasado.
Años antes de abogar por leyes más rigurosas contra las drogas, el presidente Clinton tuvo que eliminar los rumores sobre su propio consumo.
En su declaración más recordada como candidato presidencial, Clinton admitió en una entrevista televisiva en 1992 que había fumado marihuana, pero que "no inhaló, no la disfrutó y nunca más volvió a hacerlo".
La admisión a medias de Clinton tuvo muchos imitadores, y este año algunos conocidos del gobernador Bush dijeron bromeando que la diferencia entre él y Clinton era que Bush "no exhaló".
La lista de políticos que admitieron haber consumido drogas ilegales es larga, e incluye a integrantes de los dos partidos.
El vicepresidente Al Gore, principal aspirante a la candidatura presidencial del Partido Demócrata, y el ex presidente de la Cámara de Representantes Newt Gingrich admitieron haber consumido marihuana, aunque seguían insistiendo en aplicar penas más severas contra quienes consumían esa droga por primera vez.
Los dos principales partidos políticos descartaron la posibilidad de mitigar las leyes que penalizan el uso de las drogas.
Pero como revelaron las campañas electorales, y como confirmaron los últimos problemas de Bush, también dan por sentado que admitir el consumo de la marihuana no provoca efectos políticos adversos, pero reconocer que se consumió cocaína podría cerrarles el camino a la Casa Blanca.
Bush se convirtió en el último político atrapado en la confusión entre las actitudes liberales hacia las drogas y la postura conservadora que aboga por su represión.
Sus posibilidades de llegar a la presidencia se reducirían si reconoce haber consumido cocaína, pero la necesidad de mostrarse como candidato que defiende la "ley y el orden" le exige apoyar leyes más represivas, lo cual lo expone a la acusación de hipócrita si no responde a las preguntas de su pasado.
Algo queda claro. No es fácil que un político de 53 años evite las preguntas sobre el consumo de drogas respondiendo que no las ha probado desde 1974, cuando tenía 28.
"Si el Sr. Bush nunca consumió drogas ilegales, debería decirlo. Si lo hizo, debería confesarlo", exhortó The New York Times el viernes.
Esa regla quizá no les parezca justa a los políticos, pero seguramente tendrá algo de justicia poética para los 400.000 estadounidenses que están en las cárceles de este país por delitos relacionados con las drogas. (FIN/IPS/tra-en/fah/mk/at-aq/ip/99