Silvia Baraldini, una italiana que pasó 17 años en cárceles de Estados Unidos por terrorismo, volvió esta semana a su país y fue recibida por una manifestación en la cual participaron dirigentes políticos del gobierno de centro izquierda.
El comunista Oliviero Diliberto, ministro de Justicia, acompañó a la madre de Baraldini, Dolores, hasta el aeropuerto militar romano de Ciampino el miércoles y se retiró antes que aterrizara el avión militar enviado por el gobierno para traer de regreso a la presa.
Al parecer, Diliberto no esperó la llegada de Baraldini por las críticas de una parte de la prensa, e incluso de algunos sectores del gobierno, a la idea de que un ministro recibiera a "una detenida condenada por terrorismo", como se escribió en el diario Corriere della Sera.
El ministro de Universidad e Investigación Científica, Ortensio Zecchino, había pedido que no se fuera a esperar a Baraldini ni se la transformara "en una heroína". El ministro es miembro del Partido Popular Italiano (PPI), ex democracia cristiana, que integra el gobierno de centro izquierda.
Baraldini, de 52 años, con su cabello totalmente blanco y sin esposas en las muñecas, bajó del avión y subió a un automóvil que la llevó a la cárcel romana de Rebbibia, donde fue recibida con aplausos y flores por centenares de personas que portaban carteles con la leyenda "Bienvenida Silvia".
En la manifestación tomaron parte dirigentes del opositor movimiento Refundación Comunista, del Partido Comunista de Italia, que integra el gobierno, representantes de organizaciones sociales y alcaldes de algunas ciudades como la meridional Palermo, capital de Sicilia.
Palermo había conferido a la presa la ciudadanía honoraria.
Baraldini se trasladó a Nueva York con sus padres cuando tenía 14 años de edad, y en 1984 recibió una condena a 43 años de cárcel, que después se redujeron a 25, por participar en la organización de la fuga de la cárcel de una militante del Frente Armado por la Liberación de Puerto Rico (FALPR) .
También fue acusada de haber participado en la organización del robo de un furgón de un banco, en el cual no intervino, donde murieron dos policías y una guardia privada.
La justicia estadounidense ha subrayado en forma sistemática que Baraldini "no colaboró en las investigaciones" sobre el FALPR, y que se negó a realizar una "completa admisión de su responsabilidad".
La presa italiana estuvo en varias cárceles de Estados Unidos, incluyendo una de máxima seguridad en Lexington, en el estado nororiental de Massachusetts, y desde 1994 en la de Danbury, en el estado vecino de Connecticut. En 1988 fue operada de cáncer.
Según los defensores de la presa, la justicia estadounidense fue particularmente severa con Baraldini porque ella se negó a delatar a sus compañeros.
Estados Unidos aceptó que Baraldini fuera trasladada a Italia tras seis solicitudes realizadas por el gobierno italiano durante los últimos diez años, basadas en la Convención de Estrasburgo, del 21 de marzo de 1983.
Esa convención permite que ciudadanos de los Estados firmantes condenados en otros Estados firmantes sean trasladados a las cárceles de sus países de origen, y fue suscrita por casi todos los países europeos y por Estados Unidos, al igual que por Bahamas, Canadá, Chile, Costa Rica, Israel y Trinidad y Tobago.
Estados Unidos puso como condición que Baraldini cumpliera en cárceles de Italia todo lo que le resta de condena, sin beneficios como el del arresto domiciliario.
El secretario de Refundación Comunista, Fausto Bertinotti, sostuvo que debe continuar la lucha para que Baraldini se acoja a los beneficios que la ley italiana permite otorgar, a pesar de que el gobierno y la propia presa asumieron el compromiso de que eso no ocurriría.
El jefe del gobierno italiano de centroizquierda, Massimo D'Alema (de los Democráticos de Izquierda), asumió personalmente, junto a Diliberto, la tarea de traer de regreso a Baraldini, en la cual habían fracasado los gobiernos anteriores.
Diliberto sostuvo el martes que el consideraba que el regreso de Baraldini era "un resultado extraordinario, fruto de un trabajo tenaz de muchas personas, incluyendo a periodistas y asociaciones".
"Siento una gran alegría a nivel personal, son momentos de felicidad", añadió, señalando que también sentía "una extrema satisfacción desde el punto de vista político por el clima nuevo que se ha creado en las relaciones entre Estados Unidos e Italia".
La prensa italiana informó el miércoles que Baraldini había declarado el día anterior, cuando tomó el avión que la trajo desde Nueva York, que se sentía muy feliz de regresar a Italia.
La derecha italiana criticó la decisión del gobierno, mientras en Estados Unidos, según la prensa de Italia, integrantes del opositor Partido Republicano atacaron al presidente Bill Clinton por mostrar "demasiada clemencia hacia los terroristas", como afirmó el alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani.
Parlamentarios de Alianza Nacional, movimiento político derechista italiano, pidieron incluso la dimisión de Diliberto, y presentaron un pedido de informes al Ejecutivo para saber "cuanto costará a los contribuyentes italianos el viaje de Baraldini en un avión del gobierno". (FIN/IPS/jp/mp/ip/99