El agricultor costarricense Rafael Coto, de 51 años, cree que utilizar agroquímicos es envenenarse a sí mismo y a quienes consumirán sus hortalizas.
Coto pertenece desde hace ocho años a un movimiento que pretende extender la agricultura orgánica en Costa Rica como una forma de vida ecológica y una alternativa sana de producción.
Los impulsores pagricultores e investigadores universitarios- consideran que la gran virtud de su movimiento es que ha integrado los conocimientos prácticos de los campesinos con la teoría que estudian los ingenieros en las aulas académicas.
El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) ha apoyado en Costa Rica iniciativas como ésta, mediante la administración del Programa de Pequeñas Donaciones (PPD) del Fondo Mundial para el Medio Ambiente.
El PPD tiene como objetivo esencial identificar y apoyar acciones y estrategias comunales orientadas a solucionar los problemas ambientales de manera integral.
"Anualmente nos llegan 400 propuestas", de las cuales 40 son escogidas por una comisión para recibir financiación, explica Eduardo Mata, coordinador en Costa Rica del PPD.
Fue así como la Asociación Nacional de Agricultura Orgánica (Anao) presentó su proyecto de Producción Orgánica de Alimentos, que fue elegido entre los mejores y recibió una financiación de 20.000 dólares.
"Este dinero ha servido para financiar muchas iniciativas, por ejemplo, charlas en comunidades, capacitación a inspectores de agricultura orgánica, la elaboración de un folleto para técnicos agrónomos y en parte, para la construcción de un invernadero", dice el bioqímico Jorge Briceño, miembro de Anao.
Fabio Chaverri y Arnoldo Gadea, dos agrónomos de Anao, señalaron que esa asociación fomenta hace varios años proyectos en agricultura sana, justa, rentable y sostenible.
Los recursos que Anao recibió del PPD también sirvieron para apoyar la inscripción de la primera empresa costarricense certificadora de alimentos orgánicos, llamada Eco-Lógica.
Coto indica que el impulso a proyectos como el de agricultura orgánica ha implicado un cambio en la mentalidad de los campesinos de Cipreses de Oreamuno, un pueblo rural de 5.000 habitantes de la provincia de Cartago, situado a 26 kilómetros de San José.
"Los agricultores tenemos que entrar al nuevo milenio con una mentalidad diferente", afirma Coto, presidente de la Asociación de Productores Orgánicos de la Zona Norte de Cartago. .
Este cambio en la manera de pensar significa para campesinos como Coto planificar sus cosechas, sembrar productos no tradicionales pcomo minivegetales y frutas exóticas- y la rotación de suelos, para evitar su agotamiento.
Unas 9.000 hectáreas están destinadas en este país a la siembra orgánica de productos, según un estudio realizado por la Corporación Educativa para el Desarrollo Costarricense y auspiciado por el PNUD.
Entre estos cultivos, sólo nutridos con abono natural y libres de pesticidas químicos, se cuentan productos tradicionales como el banano, el cacao y el café, y no tradicionales, como la mora, la nuez de marañón y el cebollín.
"La agricultura orgánica no es algo nuevo" pues la practicaban "nuestros abuelos". Los campesinos la abandonaron al llegar nuevas tecnologías, "como los agroquímicos", dice Coto, quien ha sido invitado por investigadores universitarios a exponer su experiencia a estudiantes de agronomía.
Frente a su plantación de lechuga, chile, repollo y cebollines, productos que ya exporta a Nicaragua, Coto comenta que la práctica de cultivos alternativos es una forma de equilibrio con la naturaleza.
A pesar de las dificultades de medición, se calcula en 4.000 millones de toneladas al año el comercio mundial de plaguicidas químicos, cuyo monto es de 30.000 millones de dólares.
Así lo infiere por proyecciones el académico y agrónomo Jaime García, un investigador de la Universidad Estatal a Distancia de Costa Rica y autor del libro 'Introducción a los plaguicidas'.
García agrega que los países en desarrollo consumen 25 por ciento de la producción mundial de plaguicidas químicos.
Algunos agricultores orgánicos observan que usar agroquímicos es una tentación, pues se trata de un recurso sencillo. Pero no recurren a esos productos para evitar daños al ambiente.
Los agricultores orgánicos de Cipreses de Oreamuno combate las plagas en los cultivos mediante la siembra de barreras naturales, que ellos llaman "plantas ahuyentadoras". Se siembran a la orilla de las parcelas y mantienen ocupadas a las plagas o las inhiben de atacar las cosechas.
Representantes del PNUD en Costa Rica consideran ideales este tipo de proyectos para promover iniciativas locales, de modo de que sea la sociedad civil la fuente de proyectos de mejoramiento ambiental. (FIN/IPS/nms/ff/dv en/99