Los habitantes de Costa Rica dicen preferir la democracia sobre cualquier otro sistema de gobierno, pero son los más intolerantes de América Central, según dos estudios difundidos en esta capital.
Estas conclusiones se desprenden de una encuesta realizada por investigadores estadounidenses de la Universidad de Tulane y por un estudio realizado en el istmo por el Programa Centroamericano de la Sostenibilidad (Procesos).
En el primero de los estudios, una encuesta realizada por investigadores de la Universidad de Tulane, de Nueva Orleans, Estados Unidos, los costarricenses definen la democracia como sinónimo de libertad.
Mientras, el segundo estudio, efectuado en toda la región por el Programa Centroamericano de Sostenibilidad (Procesos), revela que los costarricenses tienen un amplio rango de intolerancia hacia distintos grupos sociales.
Los investigadores de la Universidad de Tulane analizaron las respuestas de 3.396 adultos en Costa Rica, Chile y México con el objetivo de indagar si estas poblaciones tenían claro el concepto de democracia.
En los tres países se le preguntó a los encuestados si creían que la democracia era preferible a cualquier otra forma de gobierno, si les daba lo mismo vivir dentro de un sistema democrático o en uno que no lo fuera y si, en algunos casos, un gobierno autoritario era preferible a uno democrático.
En Costa Rica, 84,3 por ciento de los encuestados mostraron su preferencia por la democracia, contra 52,6 por ciento de los chilenos y 51,4 por ciento de los mexicanos.
El estudio fue denominado "¿Por qué los ticos son diferentes?" ("tico" es uno de los nombres con que se denomina a los costarricenses).
Mitchell Seligson, politólogo de la estadounidense Universidad de Pittsburgh y uno de los coordinadores de esta encuesta, dijo a IPS que esta fuerte inclinación hacia la democracia puede deberse a que esta idea se inculca de manera constante en las escuelas primarias y en los hogares.
A pesar del sentimiento prodemocrático manifestado por los costarricenses, en algunos sectores se señalan que en muchos ámbitos cotidianos se vive una realidad muy diferente y que este apego es solo "en teoría".
"La gran mancha de esa democracia que se pregona es la persecusión sindical", dijo Gilberth Barrantes, de la Coordinadora de Sindicatos Bananeros (Cosiba), quien denunció la discriminación que reciben los trabajadores de las fincas bananeras del Atlántico que pretenden asociarse.
Aunque los sindicatos son organizaciones reconocidas legalmente, Barrantes afirmó que las compañías bananeras elaboran "listas negras" con nombres de trabajadores que han querido organizar sindicatos para así vetarlos a la hora de otorgar empleo.
El análisis dado a conocer por Procesos, organismo privado que hace estudios en ciencias sociales, midió el rechazo de los centroamericanos hacia diversos grupos sociales y la aprobación de que sus miembros enseñen en escuelas, aspiren a cargos públicos o se expresen en público.
La investigación fue publicada como libro con el título "El sentir democrático. Estudios sobre cultura política centroamericana", sus encuestas fueron realizadas en 1997 por la empresa CID-Gallup, con un margen de error de 2,8 por ciento.
Los sondeos revelaron que a 77,1 por ciento de los costarricenses les disgusta algún grupo social y solo 19 por ciento no expresa rechazo alguno.
Los homosexuales son el grupo más cuestionado, con 31,4 por ciento de rechazos, seguido por los militares (15,5 por ciento), a pesar de que en Costa Rica el ejército fue abolido en 1949.
Una cantidad significativa de costarricenses sienten rechazo por los nicaragüenses (13,7 por ciento) y por los ateos (9,8 por ciento).
Con respecto a los otros países de América Central, Costa Rica fue clasificada por los investigadores de este estudio como el país con más baja tolerancia hacia otros grupos sociales (87,1 por ciento), seguida por El Salvador (79,7 por ciento) y Honduras (77,5 por ciento).
Aunque estas inclinaciones en Costa Rica apenas se expresan en palabras y no en actos, politólogos y científicos sociales ya han alertado de que si no hay un fortalecimiento de los valores de tolerancia, en cinco o 10 años podría haber una aceptación de actos represivos contra algunos grupos.
Tal es la opinión de la politóloga Florisabel Rodríguez, quien dirigió el estudio de Procesos.
"No es lógico que actitudes violentas y conductas pasivas puedan mantenerse indefinidamente", asegura el psicólogo social Marco Fournier, quien coincide con Seligson en que el sistema educativo de Costa Rica tiene un gran peso en su promoción de la democracia.
Fournier afirmó que esto impidió que se pasara de las opiniones a los hechos. Sin embargo, alertó del peligro que podría haber en los próximos años en el caso que se le siga "echando leña al fuego". (FIN/IPS/nms/mj/hd ip pr/99