Ellen Willis, una profesora universitaria de Estados Unidos y ex hippie que se hizo famosa en los años 70 por sus teorías sobre la música rock, demuestra en un nuevo libro que no ha renunciado a sus convicciones de izquierda.
El libro de Willis, "Don't think, Smile! – Notes on a Decade of Denial" (No piense, sonría- Apuntes sobre una década de negaciones), sostiene que se necesita una acción radical para terminar con la dominación económica, las disputas culturales y religiosas y la creencia de que el capitalismo es algo natural.
Cuando Estados Unidos emergió de la segunda guerra mundial como superpotencia, el gobierno, el sector privado y los sindicatos se unieron para salvar el capitalismo de sus crisis cíclicas y de la amenaza comunista de la Unión Soviética, explica Willis.
El resultado de esa unión fue un crecimiento espectacular, una gran seguridad laboral y beneficios sociales para la mayoría de los ciudadanos estadounidenses. También sirvió para conseguir la fidelidad popular al sistema capitalista y para neutralizar los radicalismos.
Capitalistas, socialdemócratas y sindicatos se unieron en un matrimonio por conveniencia, sostiene la autora.
"Ahora habrá que pagar la cuenta por la división de las clases sociales y por los abusos biológicos y ambientales", escribe Willis. El capitalismo no es natural como un río, afirma.
El retorno al matrimonio por conveniencia asumido tras la segunda guerra mundial es un sacrilegio para los ideólogos del libre mercado que dirigen al país e influyen cada vez más en el mundo, sostiene.
"¿Río? Lo que tenemos aquí es una aplanadora. Para la derecha conservadora, el poder de la libertad de empresa los obliga a optar entre ser leales a la nación o a los mercados", asegura Willlis.
La izquierda, por su parte, se debate entre los que se inclinan por la lucha en el terreno cultural, como las cuestiones raciales o de género, y los que defienden la igualdad económica, que se fue debilitando a medida que Estados Unidos giró hacia la derecha en los años 80.
"Los estadounidenses se preguntan si deben actuar, de forma individual o colectiva, de acuerdo a sus deseos e intereses, o si permitirán que las autoridades decreten lo que deben hacer, lo que tienen derecho a desear", señala Willis.
"Si no se sienten con derecho a exigir libertad en sus relaciones personales y sociales, no lucharán por tener relaciones económicas libres", argumenta.
Los movimientos sociales democráticos debilitan a la autoridad existente y amplían la conciencia de la gente sobre lo que le disgusta, además de aumentar sus expectativas, señala la autora.
La construcción de un movimiento cultural con esas características, en plena decadencia de las viejas estructuras y mientras se inventan otras, implica todo tipo de dificultades sociales.
El mayor dilema de la izquierda consiste en trazar ese camino. El radicalismo liberal se incorporó a las leyes, la política y las decisiones jurídicas a lo largo de la historia, sostiene Willis.
Los radicales pretenden implantar cambios de raíz, mientras los moderados se proponen lograr mejorías sociales para los negros y las mujeres, los indígenas y la naturaleza, los pobres y los trabajadores y, cada vez más, para la clase media, expresa.
Dos de los seis ensayos del libro están dedicados a discutir con los autores del controvertido libro sobre coeficiente intelectual y herencia genética, "The Bell curve", alegando que mientras existan las jerarquías "la idea de la inferioridad de los negros no se puede superar, sino sólo reprimir".
Willis trata de optimista y débil a su colega Orlando Patterson, autor de "The ordeal of integration"(La ordalía de la integración), por su incapacidad para imaginar sustitutos al capitalismo actual.
Por otra parte, la ausencia de una izquierda radical y democrática en Europa fue uno de los principales motivos que hicieron posible la guerra de Bosnia-Herzegovina, asegura.
"Faltaron las voces favorables a Bosnia, para ejercer como contrapeso", apunta la autora.
"La derecha no tiene particular interés por la democracia…, a no ser que se puedan abrir nuevos mercados, y tampoco se opone a la discriminación por motivos étnicos, a menos que esta ponga en peligro el poder de los blancos", insiste.
Estados Unidos está muy bien preparado para adaptarse al mundo postnacional, según Willis. La libertad, la igualdad y el derecho a ser felices son valores que, además de ser instrumentos de la izquierda radical, viajaron por todo el mundo.
Willis no cree que Estados Unidos pueda resolver las injusticias de la actualidad, y tampoco ofrece soluciones.
Sin embargo, sus puntos de vista son relevantes e inteligentes, y se basan en la convicción de que es esencial que exista un radicalismo democrático. El libro es un arma perfecta para el uso de la izquierda radical. (FIN/IPS/tra-en/kr/mk/ceb/aq/cr/99