Los acuerdos de paz en Sierra Leona y la República Democrática de Congo (RDC, ex Zaire) podrían fracasar debido a objetivos poco realistas y a la falta de apoyo internacional, advirtieron observadores.
Los rebeldes de Sierra Leona firmaron un tratado de paz con el gobierno el 7 de julio, que ya está aplicándose, y el fin de la guerra en la RDC es inminente, pero ninguno de ellos tiene propósitos realistas ni cuenta con el respaldo internacional necesario.
Los insurgentes del Frente Revolucionario Unido de Sierra Leona, acusados de haber matado y mutilado a decenas de miles de civiles, se convertirán en un partido político.
El principal apoyo del gobierno de ese país es Nigeria, que provee la mayor parte de los soldados de ECOMOG, la fuerza de mantenimiento de la paz de Africa occidental, y anunció que comenzará la retirada a fines de agosto.
El Frente y el gobierno de Sierra Leona ya habían firmado otros acuerdos que fracasaron. Si el último también fracasa cuando se hayan retirado los soldados nigerianos, los rebeldes podrían derrocar al gobierno y sumergir al país otra vez en el caos.
Por otra parte, el fracaso del acuerdo de paz de la RDC causaría un grave impacto en la región. Los seis países de Africa central, oriental y meridional que tomaron parte en la guerra y el gobierno congoleño, presidido por Laurent Kabila, firmaron un acuerdo el 10 de julio para poner fin al conflicto.
Pero el único líder rebelde que firmó el acuerdo de paz de Lusaka, fue Jean-Pierre Bemba, del Movimiento de Liberación Congoleño.
El principal grupo insurgente, la Unión Congoleña para la Democracia, no firmó en parte debido a que sus soldados están ganando terreno, y en parte porque están divididos y no logran ponerse de acuerdo acerca de qué facción debería representarlos en las conversaciones de paz.
Sin embargo, dado que Ruanda y Uganda, el principal apoyo de los rebeldes, firmaron el acuerdo de Lusaka, muchos observadores esperan que los insurgentes se rindan pronto.
El secretario general de las Organización de las Naciones Unidas (ONU), Kofi Annan, pidió el envío de una fuerza de mantenimiento de paz "grande y costosa" a la RDC porque se trata de un punto muy importante en Africa y muchos países vecinos se fueron involucrando en el conflicto.
Annan pidió el envío de una fuerza del mismo tamaño que la de Kosovo, que tiene unos 34.000 soldados. Pero los funcionarios de la ONU advirtieron que sólo podrán reunir entre 10.000 y 20.000 soldados para enviar a la RDC, cuyo territorio es 250 veces más grande que la provincia yugoslava.
Las fechas y los objetivos previstos en el acuerdo de paz "son inalcanzables", en parte debido a la "notoria lentitud" del procedimiento seguido por la ONU para reclutar a sus soldados, según una declaración del Centro para la Resolución de Conflictos en el Sur de Africa.
La batalla podría recomenzar no sólo entre las diversas facciones rebeldes y el gobierno, sino también entre grupos étnicos más pequeños y partidos políticos que integran la población de 49 millones de habitantes de la RDC, y los países que participaron en la guerra.
Angola apoyaba a Kabila mientras intentaba detener al grupo rebelde UNITA (Unión Nacional para la Independencia Total de Angola), que se proponía obtener el control de la zona limítrofe de la RDC, pero los rebeldes angoleños ya controlan 70 por ciento del país.
El gobierno de Angola no querrá salir de esa zona de la RDC si los soldados de la ONU no pueden mantener al UNITA a raya en ese lugar. Un acuerdo de paz mal implementado haría peligrar la estabilidad de los vecinos orientales de la RDC, entre otros, Ruanda.
El cese del fuego podría servir a los milicianos hutus de Ruanda que se instalaron en la RDC para reunir más fuerza. El grupo, llamado "interahamwe", huyó de su país de origen en 1994, luego de cometer un genocidio en el cual perecieron hasta un millón de tutsis y hutus moderados.
Ruanda apoyó a los insurgentes de la RDC, que acusaron a Kabila de no hacer lo necesario para impedir que las milicias interahamwe recobraran la fuerza y las armas.
Ruanda acusa ahora también a Zimbabwe, cuyas tropas defienden a Kabila, de ayudar a los extremistas hutus.
El acuerdo de paz firmado establece que los soldados de la ONU deberán desarmar a los beligerantes, incluso a las milicias hutus de Ruanda, pero es poco probable que el foro internacional tenga el poder necesario para llevar a cabo esos procedimientos.
El presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, intenta reunir 5.000 soldados y 250 observadores militares para enviar a la RDC, pero se presentaron objeciones a la participación de Washington en las operaciones de paz en Africa, debido al fracaso de su intervención en Somalia, a comienzos de la década del 90.
El gobierno de Estados Unidos intentó ayudar a los africanos a crear sus propias fuerzas de intervención en los conflictos armados, para lo cual envió uniformes y equipos de su ejército, además de brindar entrenamiento militar a docenas de países, a fin de no tener que intervenir directamente.
Pero la iniciativa tuvo poco éxito ya que algunos países, como Sudáfrica, acusaron a Estados Unidos de ejercer un neocolonialismo.
Sudáfrica dirigirá por primera vez las operaciones de mantenimiento de paz de la ONU, en el caso de que todos los rebeldes de la RDC firmen el acuerdo de paz.
Varios países que intervinieron en el conflicto y que ahora deberán retirar sus fuerzas temen que la intervención de Sudáfrica también oculte intenciones imperialistas.
Las firmas sudafricanas tienen grandes intereses en la RDC, sobre todo en la zona de los diamantes.
Además, Sudáfrica tiene poca experiencia en este tipo de operaciones, ya que durante los años del apartheid (régimen de segregación racial) se le prohibió intervenir. Su intento de resolver la batalla de Lesotho, el año pasado, fue un fracaso.
Nigeria y Ghana prometieron enviar soldados a la misión de la ONU en la RDC, y sus tropas tienen mucha experiencia en este tipo de procedimientos porque intervinieron con éxito en Liberia y en Sierra Leona, como integrantes de ECOMOG.
Pero, en ambos casos, la fuerza regional terminó tomando partido en el conflicto.
Nigeria quedó atrapada en la guerra de Sierra Leona desde sus inicios, en 1990. En 1997, el ejército se unió a los rebeldes y Nigeria se convirtió en la única defensa del gobierno.
Luego, a comienzos de este año, los insurgentes invadieron Freetown, y nuevamente fueron soldados nigerianos los encargados de liberar a la capital de la RDC.
El nuevo presidente de Nigeria, Olusegun Obasanjo, está deseoso de retirarse de Sierra Leona y enviar a sus soldados a la RDC para integrarse a las fuerzas de mantenimiento de la paz de la ONU, cuyos salarios son mayores.
Ante la perspectiva de perder su apoyo, el gobierno de Sierra Leona se vio obligado a negociar un acuerdo de paz con los insurgentes, aunque éstos demostraron no ser confiables. El líder rebelde Foday Sankoh, que estaba preso y había sido condenado a muerte, tiene ahora un cargo ministerial.
Miles de rebeldes jóvenes están llegando ahora a la capital de Sierra Leona y a otras ciudades, pero el programa de desarme va muy lento y, dado que no tienen trabajo ni otros medios de subsistencia, lo más probable es que pronto se dediquen a robar para vivir. (FIN/IPS/tra-en/dh/mn/ceb-mlm/ip/99