La Iglesia Ortodoxa serbia se erigió en representante de los serbios que se quedaron en Kosovo y critica públicamente al gobierno de Yugoslavia, al parecer con la intención de asumir mayor protagonismo político.
La mayoría de los clérigos ortodoxos se quedaron en Kosovo después del 12 de junio, cuando las fuerzas serbias se retiraron de la provincia junto con miles de refugiados, incluso las autoridades locales y funcionarios del gobierno federal.
El clero representa ahora a los serbios de Kosovo ante las fuerzas de paz de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y ante el Ejército de Liberación de Kosovo (UCK), e intenta detener las matanzas, el acoso, los incendios y robos que sufren los serbios.
El patriarca Pavle, jefe de la Iglesia Ortodoxa de Serbia, trasladó su sede hace dos semanas al antiguo patriarcado de Pec, y provocó la ira de Belgrado al pedir la renuncia del presidente yugoslavo Slobodan Milosevic, luego del servicio religioso oficiado la semana pasada en la localidad de Prizren.
El clero criticó también las acciones militares de Belgrado contra el UCK desde que comenzaron los actos de violencia el año pasado y también denunció las graves violaciones a los derechos humanos que, según se informó, sufrieron los albaneses de Kosovo durante los ataques aéreos de la OTAN.
La Iglesia Ortodoxa hizo saber a la opinión pública serbia su intención de derribar el muro de silencio que se cierne en torno a los crímenes de guerra cometidos por las fuerzas de seguridad yugoslavas en Kosovo.
Fuentes de la iglesia comentaron que el patriarca Pavle quedó muy impresionado por las pruebas de que hubo asesinatos, torturas y expulsión de personas en Kosovo entre marzo y junio.
"Ya no será posible mantener (los crímenes de guerra) en secreto. La sociedad lo sabrá. Es nuestro deber. Es importante que la gente sepa la verdad", declaró a la prensa un clérigo de alta jerarquía.
La Iglesia fue la primera en recomendar a los serbios que permanecieran en Kosovo y trataran de reestablecer relaciones con sus vecinos albanokosovares, cuando las fuerzas de mantenimiento de paz de la Organización de las Naciones Unidas (KFOR) entraron en la provincia el 12 de junio.
"La primera ola de violencia y venganza (contra los serbios por parte de los albaneses que vuelven del exilio) parece haber terminado", rezaba una declaración del fin de semana por la oficina del arzobispo Artemije, jefe de la Iglesia Ortodoxa de Kosovo.
"Los serbios de Kosovo no tenían a quien dirigirse para pedir ayuda y la iglesia fue el único pilar para sus esperanzas", agregaba.
La violencia, los robos, los incendios a las casas de los serbios, y la venganza marcaron el período que comenzó el 12 de junio, lo cual llevó a los serbios de Kosovo a iniciar un éxodo hacia el resto de Serbia.
Según las últimas estadísticas del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), 71.400 serbios se fueron de Kosovo desde el 13 de junio, cuando cerca de 40.000 soldados y policías serbios iniciaron la retirada.
Simultáneamente, 589.600 albaneses volvieran a Kosovo desde su refugio en Albania y Macedonia, informó el ACNUR.
El arzobispo Artemije y Momcilo Trajkovic, líder del Movimiento Democrático Serbio de Kosovo, hicieron una declaración conjunta con el gobierno provisorio de la provincia, dirigido por el UCK, luego de una reunión organizada por el representante especial de la ONU, Sergio Vieira de Mello, la semana pasada.
La declaración, acordada luego de siete horas de conversaciones, insta a "todos los habitantes de Kosovo, tanto civiles como militares, a contenerse y desalentar a otros de cometer cualquier acto violento contra sus vecinos".
"Dichas acciones son inaceptables. Los responsables serán llevados ante la justicia", reza la declaración.
Comentaristas de televisión de Belgrado acusaron a Artemije y Trajkovic de "traidores" y de "colaborar con los terroristas" del UCK.
"No fue muy fácil hacer acuerdos con la otra parte (el UCK) después de todo lo que pasó en Kosovo, sobre todo en los últimos tres meses", declaró Artemije según la Pravoslavlje Press, el servicio de noticias de la Iglesia Ortodoxa.
El gobierno de Belgrado aún no expresó su opinión acerca de la ola de refugiados que se traslada al resto de Serbia y trata de dirigir el éxodo hacia las pequeñas regiones del norte de Kosovo donde hay mayoría serbia.
Belgrado, ante el temor de que se produzcan nuevas manifestaciones contra el gobierno como los dos que hubo la semana pasada, acusó esta semana a KFOR de no ofrecer "suficientes garantías a la población no albanesa de Kosovo".
El ministro de Relaciones Exteriores de Yugoslavia, Zivadin Jovanovic, envió una carta al Consejo de Seguridad de la ONU la semana pasada pidiendo el retorno de parte de las fuerzas de seguridad serbias a Kosovo, a fin de "proteger a los serbios", como fue estipulado en el acuerdo de paz firmado el 3 de junio.
No es la primera vez que la Iglesia Ortodoxa se opone a Milosevic, pero esta es la primera vez que le lleva ventaja, ya que la economía del país quedó devastada y Belgrado fue condenada al aislamiento internacional. (FIN/IPS/tra-en/vpz/ak/ceb/aq/ip-cr/99