Los estados del Golfo, atrapados entre la disminución de los ingresos por venta de petróleo y el alto gasto público, buscan la manera de librarse de lo que han llegado a reconocer como una dependencia poco saludable de ese producto.
Los gobiernos de la región se proponen dos objetivos complementarios: disminuir las cuotas de producción de petróleo, para mantener los precios lo suficientemente altos, y diversificar la actividad económica de sus países con un mayor desarrollo de industrias y servicios.
Las rigurosas medidas para reducir la producción petrolera ya tuvieron algunos resultados. El precio del barril de petróleo aumentó unos seis dólares después de haber bajado a un nivel sin precedentes de 10 dólares el año pasado.
Según la publicación especializada Middle East Economic Digest, esto dio cierto impulso a la economía regional.
La crisis dejó, sin embargo, profundas cicatrices. El mercado de crudo fue sacudido durante 1998, cuando los precios cayeron un promedio de un tercio en comparación con los niveles de 1997. El precio internacional del petróleo el año pasado fue el más bajo desde 1973, aun sin ajustes por inflación.
Arabia Saudita, el mayor exportador de crudo del mundo, canceló un proyecto de refinería de varios millones de dólares y podría retrasar la construcción de otra gigantesca planta petroquímica.
Kuwait redujo radicalmente su presupuesto, suspendió la contratación de empleados públicos y anunció que privatizaría más compañías estatales para aumentar los ingresos. El gobierno de Qatar canceló los planes de realizar su primera emisión de bonos, porque debería pagar tasas de interés demasiado altas.
Estos recortes fueron causados por las profundas repercusiones financieras de la crisis económica del sudeste asiático, que es el principal mercado de exportación del Golfo. Los inversores extranjeros, atemorizados, abandonan en masa los mercados de valores de la región.
Los presionados gobiernos del Golfo enviaron de regreso a sus casas a trabajadores provenientes de egipcios, jordanos y palestinos, provocando la caída de las ya frágiles economías de sus países de origen.
"La era del auge del petróleo terminó", dijo el príncipe heredero saudita Abdullah, al dirigirse a una cumbre del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) que se realizó en Abu Dhabi, capital de Emiratos Arabes Unidos, en diciembre de 1998.
Integran el CCG, fundado en 1981, Arabia Saudita, Bahrein, Emiratos Arabes Unidos, Kuwait, Qatar y Omán.
Los bajos precios del petróleo y la reducción de los mercados de exportación socavan la capacidad de los países del Golfo de continuar brindando generosos beneficios sociales y empleos a su población, de la cual casi la mitad de la población tiene menos de 16 años.
"Se ha prestado mucha atención a las crisis económicas en Asia, América Latina y Rusia, pero la situación en el Golfo es desastrosa y las perspectivas son preocupantes", señaló Jassem Al Saadoun, un economista de Kuwait.
El total de los ingresos del petróleo en la región cayó de 180.000 millones de dólares en 1980 a 68.000 millones el año pasado, según un informe de la Organización de las Naciones Unidas.
El precio promedio anual de un barril de crudo fue de 12,3 dólares en 1998, 37 por ciento menos que el promedio de 1997.
Los expertos afirmaron que los países del GCC tendrían que recortar hasta 20 por ciento sus gastos actuales en los próximos tres años para mantener sus déficit presupuestarios a raya.
Algunos gobiernos podrían seguir utilizando sus reservas internacionales para cubrir necesidades financieras inmediatas, pero pocos podrían restringir los gastos de defensa, debido a los problemas de seguridad en la región, o recortar empleos.
Cualquier ajuste debería realizarse en el sector público, lo que podría afectar seriamente el crecimiento económico general.
Aunque la mayoría de los países del Golfo no parecen estar listos para imponer gravámenes sobre las ventas directas y los ingresos personales, los consumidores sienten la crisis en forma de costos más altos del suministro de agua y electricidad y de otros servicios públicos.
En los últimos años, algunas naciones procuraron diversificar sus economías, promoviendo la industria ligera y los sectores bancario y de seguros.
La mayoría de los gobiernos insisten ahora en que todos los contratos de compra de material militar incluyan disposiciones sobre programas de "compensación", en los que los vendedores inviertan directamente, como accionistas minoritarios, en proyectos orientados a la exportación que no se relacionen con el petróleo.
Los economistas esperan que estos acuerdos de "compensación" promuevan la inversión extranjera directa y favorezcan la creación de empleos, pero el impacto inmediato de esos proyectos todavía no está claro.
Los días en que los países árabes podían utilizar el petróleo como una poderosa herramienta de negociación contra las naciones occidentales quedaron atrás. Ahmad Zaki Yamani, un ex ministro saudita de Petróleo, dijo que el embargo petrolero árabe que estremeció al mundo durante la guerra árabe-israelí de 1973 fue un error.
En teoría, los productores petroleros del Golfo podrían organizar otro embargo, porque actualmente poseen aproximadamente 45 por ciento de las reservas mundiales de petróleo, y en 1973 contaban con alrededor de 40 por ciento.
Sin embargo "el petróleo ya no es un arma estratégica para nosotros", dijo un funcionario del gobierno de EAU. "Durante el embargo de 1973 estábamos unidos, mientras hoy sacrificamos las metas de la región en pos de los intereses de cada Estado", agregó.
El jeque Yamani, tal vez una de las personas más importantes de la industria petrolera de Medio Oriente en los años 70, dijo que la experiencia de hoy debería hacer que los gobernantes árabes reflexionaran.
"En los años 70, a causa de nuestro orgullo, algunos países consumidores nos ayudaron a cavar nuestra tumba con nuestras propias manos", afirmó. (FIN/IPS/tra-en/su/an/at/mp/if ip/99