El primer ministro de Pakistán, Nawaz Sharif, se dispone a cerrar el frente de guerra en la frontera con India, pero abrirá otro en este país, que podría perjudicar su posición política y reducir su popularidad, advirtieron analistas.
La reunión el domingo entre Sharif y el presidente estadounidense Bill Clinton en Washington aumentó las esperanzas de paz en Asia meridional, dado que Islamabad se comprometió a adoptar "medidas concretas" para restaurar la Línea de Control, que divide la región de Cachemira entre India y Pakistán.
Clinton convocó la cumbre apresuradamente con el fin de evitar una escalada del conflicto entre ambas potencias nucleares, iniciado hace dos meses cuando guuerrilleros islámicos supuestamente apoyados por Pakistán ocuparon alturas estratégicas del lado indio de la frontera, en la zona de Kargil.
Sin embargo, el compromiso adoptado por Sharif no fue bien recibido en el islámico Pakistán, ya que muchos lo interpretaron como una renuncia a la reivindicación nacional de Cachemira, dividida en 1947, cuando India y Pakistán surgieron como países independientes.
El estado de Jammu y Cachemira, creado en la región india de Cachemira, es el único de India de mayoría musulmana.
"La restauración de la Línea de Control como forma de poner fin al actual conflicto es una inequívoca afirmación de la posición adoptada por India durante los últimos dos meses", señaló un editorial del periódico de lengua inglesa The News.
"Estados Unidos es nuestro enemigo y no podemos confiar en la solución promovida por ese país", declaró un portavoz de los mujadines (guerrilleros islámicos) en una conferencia de prensa en Rawalpindi.
"Ni Pakistán ni ningún otro país nos obligará a evacuar el territorio que liberaron de la ocupación india", advirtió por su parte otro representante del grupo mujaidín Hizbul, en referencia a los grupos radicales cachemiros que formaron una alianza contra el ejército indio en Kargil.
Pakistán aún tiene la opción de cortar los suministros a los mujaidines, observó Shakil Shaikh, un analista militar.
"Creo que Pakistán tiene influencia sobre los mujaidines y puede convencerlos de que se retiren en interés de la paz y la estabilidad en la región, y también para permitir una solución permanente para la disputa de Cachemira", dijo Shaikh.
K.M. Arif, subcomandante retirado del ejército, también fue cauto en sus comentarios. "Dejemos que el primer ministro vuelva y explique lo que ha hecho", aconsejó.
Sharif, que no realizó ninguna declaración pública luego de su reunión con Clinton, realizó un viaje religioso a Arabia Saudita, donde probablemente se reunirá con las autoridades de ese país en busca de apoyo para sus iniciativas de paz.
Mientras, el comandante del ejército, general Pervez Musharraf, brindó total respaldo a las gestiones de Sharif en Washington, y aclaró que se realizaron luego de "extensas consultas" con los militares.
"Hay un completo entendimiento entre el gobierno y el ejército sobre la misión de Sharif en Washington", declaró Musharraf en Islamabad.
Agregó que entre 1.500 y 2.000 mujaidines ocupan posiciones en Kargil y Drass, y se les pedirá que se replieguen. "El procedimiento será decidido por el primer ministro a su regreso", dijo.
Los mujaidines cuentan con el respaldo de los partidos islamistas, que intentan aprovechar la situación para perjudicar a Sharif.
El poderoso Jamaat-i-Islami advirtió que formará una gran alianza opositora para resistirse a lo que considera "una rendición total y la entrega completa de Cachemira, que equivale a alta traición".
Se cree que los partidos islámicos cuentan con pleno apoyo de algunos poderosos generales retirados, decididos a promover la guerra.
"Pakistán aceptó las pretensiones de India. Nuestro primer ministro no respondió a la voluntad de la nación, sino a la voluntad del presidente Clinton y del primer ministro indio Atal Bihari Vajpayee", comentó otro dirigente guerrillero. (FIN/IPS/tra-en/mr/rdr/mlm/ip/99