Sólo una urgente reanudación del crecimiento económico en Brasil puede evitar que los retrocesos que sufre actualmente el Mercosur y las acciones defensivas argentinas degeneren en riesgos de divorcio.
La cancillería brasileña calificó de "inaceptables" las "medidas proteccionistas" de Argentina, al protestar contra la imposición de cuotas a las importaciones de tejidos de algodón, como salvaguardia ante los daños a la industria nacional.
Pero el gobierno argentino radicalizó su reacción ante el aumento de la competitividad brasileña desde enero, por la devaluación del real. Amplió la posibilidad de adoptar la adopción de salvaguardias contra todos los productos, incluso los importados de otros miembros del Mercosur.
Ese es un mecanismo que niega la integración y no está previsto en ningún acuerdo del Mercosur, argumentaron los negociadores brasileños.
Pero es exactamente por esa omisión que es legal su utilización según los términos del Acuerdo sobre Textiles y Vestuario de la Organización Mundial de Comercio (OMC), replicó el subsecretario de Comercio Exterior argentino, Félix Peña.
La industria textil de Argentina pidió la medida alegando que en los cinco últimos años el sector registró un déficit de 450 millones de dólares en el intercambio con Brasil. Sus colegas brasileños responden que sus exportaciones cayeron 20 por ciento este año, por eso no justifican la restricción.
El nuevo conflicto se preanuncia en el área de calzados. Los productores argentinos solicitaron a los brasileños que autolimitaran sus exportaciones a una cantidad inferior a los 11 millones de pares del año pasado.
El pedido, rechazado por los brasileños, menciona cuatro millones de pares en este semestre, que se sumarían a los 4,7 millones de la primera mitad de este año.
En los próximos meses, parece que habrá una tendencia a la acentuación de los conflictos. Hasta ahora, la devaluación no provocó el esperado crecimiento de las exportaciones brasileñas, sino que al contrario, el intercambio total con Argentina, en los dos sentidos, cayó cerca de 20 por ciento.
Pero este mes aparecieron las primeras señales de que, superados los problemas de crédito y de adaptación a la nueva situación, se intensifica la actividad exportadora.
La prioridad dada a las exportaciones por el gobierno brasileño se confirma por la meta de duplicarlas en tres años, aunque los 100.000 millones de dólares en el 2002 sean considerados utópicos.
Y Argentina no estará al margen de esa ofensiva, como uno de los principales mercados externos para Brasil.
Las nuevas disputas entre los dos países se suman a otras ya antiguas y sin solución, que involucran vehículos, azúcar y políticas de atracción de inversiones.
El régimen automotor sigue en negociaciones, pero las fábricas instaladas en Brasil se quejan de su exclusión en el Plan Canje de renovación de la flota, que está permitiendo recuperar las ventas en Argentina.
El azúcar brasileño sigue estando impedido de penetrar en el mercado argentino, acusado de producirse con subsidios, y es un producto totalmente ajeno al Mercosur hasta ahora.
Por otro lado, Brasil renovó incentivos fiscales para favorecer una planta de la empresa Ford en el nororiental estado de Bahia, y atraer otras fábricas a las regiones más pobres del país. Hace más de dos años había prometido al gobierno argentino no recurrir a este estímulo a las inversiones de esa industria.
Las discrepancias se extienden a la política exterior. La diplomacia brasileña consideró una amenaza a la alianza estratégica entre los dos países, y por tanto al Mercosur, la decisión argentina de pedir el ingreso a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
Las elecciones de octubre en Argentina constituyen un factor adicional de iniciativas sorpresivas que favorezcan el candidato oficialista, Eduardo Duhalde, o la imagen del presidente Carlos Menem. Esto puede incluir nuevas medidas de protección a la producción nacional, señalaron analistas brasileños. (FIN/IPS/mo/ag/if/99