INDONESIA: Cada vez más niños dejan la escuela para trabajar

El Organismo Nacional de Planeamiento y Desarrollo de Indonesia anunció que la deserción escolar, que este año se calcula en 2,8 millones, aumentará a ocho millones de estudiantes en el 2000.

Por su parte, el departamento de educación informó que las inscripciones para los niveles obligatorios de enseñanza descendieron de 78 a 58 por ciento en los últimos seis meses.

El período de inscripciones escolares siempre fue emocionante para los niños. Sin embargo, Asep Darmawan, de 14 años y procedente del oeste de Java, terminó el año pasado la enseñanza primaria pero difícilmente inicie los estudios secundarios al comenzar el nuevo año lectivo, el próximo lunes.

El año pasado, antes de que terminaran las clases, tuvo que empezar a vender diarios y revistas en la calle durante el día. "Pero ahora ya no alcanza. Mis padres me dijeron que tendré que arreglármelas solo para continuar, porque no tienen dinero para enviarme a la escuela secundaria", dijo Darmawan a IPS.

El caso de Darmawan es una de las tantas consecuencias de la crisis asiática en este país, que aún provoca daños socioeconómicos visibles a pesar de las señales de mejoría a nivel macroeconómico que detectaron los economistas.

Los despidos masivos de las fábricas y empresas, que provocaron un gran aumento de la pobreza entre 1997 y 1998, continúan afectando a la capital.

Una de las señales de que cada vez son menos los niños que pueden seguir estudiando es que ahora son muchos más los niños de la calle en las principales ciudades.

Los activistas calculan que cerca de un millón y medio de niños se sumaron en los últimos dos años a los cuatro millones que se calcula ya vivían en las calles de este país de más de 200 millones de habitantes.

Esos niños lustran zapatos, venden diarios o alimentos en los semáforos de los grandes cruces, hacen música, mendigan o incluso se ofrecen para ordenar el tránsito en las esquinas.

El incremento de los desempleados y los niños de la calle también agravó la violencia callejera. Ahora los peatones deben andar con cuidado de los ladrones que les arrebatan sus pertenencias.

También hay quienes roban los espejos retrovisores de los automóviles o rayan los vehículos porque el conductor no les da una limosna, observaron los citadinos.

Los organizadores de manifestaciones populares deben saber de la existencia de esos delincuentes menores, sostuvo Rio Tampubolon, estudiante y activista.

"Cuando hacemos manifestaciones deberíamos estar alerta. En general son ellos los que desatan la violencia cuando arrojan piedras a los autos que pasan y a los comercios", advirtió.

Unicef (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia) advierte que la vida en la calle conduce a la explotación e introduce a los niños en un círculo de violencia del cual es difícil escapar.

"Cuando un niño o una niña deciden vivir en la calle, trabajan para una pandilla de chicos 'duros'. Estos son los que les asignan 'trabajos' y les cobran una comisión a cambio", explicó Hadi Utama, coordinadora del programa de Unicef para los niños de la calle de Indonesia.

Los jóvenes que no quieren vivir en la calle terminan, en general, trabajando en fábricas pequeñas o familiares, o recogiendo basura, y sus salarios son muy bajos.

Los niños que trabajan en fábricas pequeñas o caseras ganan 40.000 rupias (ocho dólares) por semana, según AKATIGA, un centro de investigación social.

"Entregan 80 por ciento de lo que ganan a sus padres. Así que sólo les resta 20 por ciento del dinero", señaló Popon, de AKATIGA.

Ya es bastante malo que los jóvenes trabajen en lugar de estudiar, pero el problema adicional es que el régimen de trabajo al que son sometidos rara vez es el adecuado.

"Les dicen que les pagarán cierta cantidad de dinero sin aclarar a cambio de cuántas horas de trabajo. Si un patrón desea que el niño trabaje hasta la noche, este tendrá que hacerlo porque no tendrá otra opción", explicó Popon.

La campaña política previa a las elecciones nacionales realizadas en junio trajo ganancias inesperadas para muchos desempleados y personas que viven en las calles.

"Me pagaban 10.000 rupias (dos dólares) por día por unirme a una escolta de vehículos, en un camión o en un ómnibus. También me dieron la camiseta del partido. Cobré tres semanas por trabajar para diferentes partidos, y logré reunir 48 camisetas", relató Dodi, de 14 años, que vive en el centro de Yakarta.

La cantidad de niños que viven en las calles de Yogyakarta, en la zona central de Java, se multiplicó por tres según Indriyanti, una organización no gubernamental que trabaja con niños de la calle.

La cantidad de niñas que viven en la calle aumentó 10 por ciento y en forma abrupta. Antes de la crisis, había 400 niños en las calles de Yogyakarta, según trabajadores sociales. Ahora hay 1.368, según datos de Indriyanti.

No es raro que esas niñas terminen trabajando como prostitutas, apuntó Teguh, un trabajador social de Yogyakarta.

Indriyanti también descubrió que existen "niños pseudocallejeros", que trabajan en la calle pero vuelven a su hogar por las noches. Muchas son niñas que hacen música o limpian parabrisas a cambio de unas monedas.

El precio que deberá pagar Indonesia por la crisis económica será, probablemente, una "generación de la violencia", advirtió Bulan Tresna Djelantik, una siquiatra de Bandung, Java.

"La calle les enseña una cultura de violencia. Sobrevivirán allí si son fuertes y resistentes. Con el paso del tiempo, se convencen de que los problemas se pueden resolver mediante el uso de la violencia", explicó la siquiatra.

"Si quieres hacer algo, hazlo. Esa es la ley de la calle. No existen los conceptos de tabú, adecuado, inadecuado, ético o antiético" en las calles, concluyó la doctora. (FIN/IPS/tra-en/ky/js/ceb/aq/hd-if/99

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