Nada frena el comercio y acopio ilegal de antigüedades de los numerosos templos, palacios y monumentos de Indochina, un mercado que no se vio afectado por la prolongada recesión asiática.
La codicia, la desesperación y la corrupción de las autoridades se combinan para que continúe la profanación del patrimonio cultural de la región.
Las autoridades hallaron el mes pasado una colección de antigüedades en la casa del conocido escultor Sunthorn Sowapee, en Ayutthaya, hace dos siglos capital de Siam y ahora plácido polo turístico a 80 kilómetros de Bangkok.
En el allanamiento de la casa de Sunthorn, la policía encontró más de 700 piezas, muchas de ellas con más de 900 años de antigüedad.
Entre ellas había imágenes de piedra de Buda, pórticos Singha (con la imagen de un león), pasamanos y ornamentos de templos budistas, al parecer robadas de diversos sitios históricos de Tailandia, así como del famoso templo de Angkor Bat, en la vecina Camboya.
Funcionarios policiales dijeron que los primeros interrogatorios corroboraron que Sunthorn actuaba como intermediario entre bandas de ladrones y sus clientes, tailandeses y extranjeros, que deseaban los históricos objetos para decorar sus casas.
Los traficantes ahuecaban algunas piezas muy pesadas, como dinteles que pueden pesar hasta 10 toneladas, para trasladarlas con comodidad. Los objetos eran colocados en posición invertida sobre camiones y cubiertos con plantas o vasijas.
Algunos eran ocultados en la selva o en pozos antes de ser enviados fuera del país.
Una semana después del allanamiento en la casa de Ayutthaya, aduaneros tailandeses requisaron 43 esculturas antiguas que pesaban mas de ocho toneladas, en un puerto perteneciente a una compañía marítima local.
Las esculturas procedían de Camboya y estaban destinadas a mercados europeos y estadounidenses. Las autoridades piensan que fueron robadas de centenarios templos o monumentos del pueblo jemer.
"No hay duda de que el contrabando de antigüedades se está convirtiendo cada vez más en una operación bien organizada", señaló Wanchai Pussadej, vicedirector general del Departamento de Aduanas de Tailandia.
Pussadej explicó que las piezas confiscadas en el puerto habían sido embarcadas primero a Singapur, para evitar la detección policial del contrabando en la corta ruta terrestre que une Camboya con Bangkok.
Los ladrones eligieron llevar las esculturas a Tailandia, país considerado hace más de dos décadas el principal mercado de la región para adquirir antigüedades genuinas robadas.
Esto se debe a que la laxitud de los controles de la policía o la corrupión de sus funcionarios favorecen el contrabando, y a que Tailandia tiene fronteras extensas y fáciles de cruzar con Birmania y Camboya, de donde proceden muchas antigüedades valiosas.
Estos dos países se han convertido en puntos de abastecimiento de piezas antiguas, porque los muchos años de guerra civil y al escaso control oficial sobre monumentos nacionales los convierte en blancos fáciles de los traficantes.
El robo y contrabando de antigüedades es muy lucrativo porque cada fragmento de ápsides o míticos ángeles procedentes de Angkor Bat se cotiza a 60.000 dólares en los mercados occidentales.
El jefe del Departamento de Bellas Artes de Tailandia, Nikhom Musikakhama, sugirió una revisión radical de la legislación existente y severos controles.
Entre las leyes que propuso Nikhom figura la regulación de las operaciones de las tiendas de antigüedades, los mayores canales de objetos artísticos robados, a pesar de que suelen facilitar documentos al parecer en regla.
Las leyes sobre venta y posesión de antigüedades, que datan de 1961, solo prevén ligeros controles sobre el comercio de antigüedades y permiten venderlas a personas que luego las sacan del país.
La legislación tailandesa no permite a las autoridades devolver las antigüedades confiscadas de países vecinos a sus propietarios originales sin documentación adecuada, la cual es, por lo general, inexistente en Birmania y Camboya.
Esto ha provocado numerosas disputas entre Tailandia y Camboya sobre antigüedades que, obviamente, proceden de Angkor Bat. Los funcionarios de Bangkok se rehúsan a restituirlas, alegando complicaciones legales.
La enmienda propuesta por el Departamento de Bellas Artes de Tailandia pedirá que se prohiba la actividad de anticuarios o se proceda a su total legalización, pero con restricciones mucho más severas de las actuales.
Los funcionarios del Departamento de Bellas Artes temen que sus esfuerzos para cambiar la legislación se malogren debido a los intereses de personas con poder e influencia política involucradas en el tráfico ilícito.
"Esa gente parece estar más preocupada por las ganancias que genera el negocio que por la salvaguardia del país en términos de preservar su cultura e historia", dijo Nikhom.
La idea de prohibir las tiendas de antigüedades provocó fuerte oposición del sector, quienes afirmaron que afectará a muchos comerciantes que trafican honestamente mercadería legal.
Otro de los problemas que afrontan las autoridades es la escasez de personal especializado en arqueología y con experiencia para identificar las esculturas antiguas genuinas de las imitadas.
El Departamento de Bellas Artes cuenta con 200 especialistas para cubrir toda Tailandia. (FIN/IPS/tra-en/bs/js/ego/mj/ip cr/99