HONDURAS-El SALVADOR: La frontera olvidada a 30 años de la guerra

La frontera entre Honduras y El Salvador continúa sumida en la pobreza y la falta de trabajo, cuando se cumplen hoy 30 años del comienzo de "la guerra de 100 horas" que enfrentó a ambos países por disputas limítrofes.

El fallo de 1992 de la Corte Internacional de Justicia radicada en La Haya, que puso fin al centenario conflicto entre ambos países, ha servido para delimitar territorios, pero no para resolver los problemas sociales y humanos que arrastran desde siempre los denominados "pueblos olvidados" de la frontera.

La sentencia del tribunal internacional otorgó a Honduras dos de los tres tercios de los territorios en disputa y garantizó la salida soberana de este país al océano Pacífico por el golfo de Fonseca.

El canciller de Honduras, Roberto Flores Bermúdez, dijo que si bien la sentencia de La Haya puso fin a la controversia de límites, "nos falta la demarcación, que sentimos va muy lenta y esperamos concluirla en los próximos dos años".

Mientras esa demarcación concluye, los pobladores de la frontera claman por trabajo, acceso a la salud y proyectos de desarrollo que los equipare al resto del país.

En la región de Nahuaterique, en el central departamento de La Paz, el gobierno de Honduras enfrenta una de las oposiciones más firmes contra el fallo internacional que fijó la frontera.

Al menos 5.000 personas en los llamados ex bolsones fronterizos, son de origen salvadoreñas y han hecho de esa región una especie de "pueblos sin ley".

De difícil acceso por el pésimo estado de las carreteras y porque hay que sortear variados escollos geográficos, los poblados escondidos y olvidados de las regiones hondureñas de Nahuaterique, El Zancudo, Santa Elena y Dolores, son propicios para el contrabando de madera, ganado y café.

Eleuterio Rivas, uno de los pobladores de la zona, dijo a IPS que "la falta de empleo nos está matando. Desde que delimitaron esta zona, nos han olvidado, tenemos escuelas pero no van los alumnos, centros de salud sin médicos y una estación aduanera que no recauda, porque estos son pueblos sin ley".

Rivas, hondureño de nacimiento y con 50 años de residencia en el lugar, comenta que el principal problema que enfrentan es que los salvadoreños se resisten a acatar el fallo del tribunal internacional y siguen comercializando con localidades de El Salvador, "donde inscriben sus hijos aunque hayan nacido aquí".

"Yo no los culpo, porque es más fácil comerciar con los poblados del otro lado de la frontera que con Tegucigalpa", explica.

"De aquí que lleguemos a la capital a buscar medicina, los pacientes se han muerto, nos queda más cerca El Salvador, pero lo que pasa es que los salvadoreños se molestan porque ahora las autoridades les impiden talar el bosque y entonces venden la madera de forma ilegal", señaló Rivas.

Los habitantes de esta región, una de más conflictivas de la frontera y donde en el pasado afincó sus bases la guerrilla salvadoreña, quieren que el gobierno de Honduras les otorgue doble nacionalidad.

Sin embargo, esa pretensión está expresamente prohibida en la Constitución, lo cual llevó al gobierno de Carlos Flores a suscribir un protocolo que garantiza los bienes y respeta los derechos humanos de los salvadoreños que quedaron del lado hondureño.

El comisionado para los territorios fronterizos, el coronel retirado Abraham García, dijo a IPS que es difícil ejecutar la sentencia de La Haya, "pero poco a poco vamos ejerciendo soberanía y confío en que la gente se adapte pese a que se sienten salvadoreños e intentan desconocer que están en otro país".

"Todo es cuestión de educación e información. Ahora usted puede venir acá y circular libremente por la frontera sin problemas, algo que siete años atrás no era posible", agregó.

García comentó que "la hostilidad poco a poco va mermando, aunque es cierto que nos falta más autoridad para hacer respetar las leyes, ya que apenas tenemos dos policías para toda esta población".

Mientras, en la región sur de Honduras al otro extremo de la frontera, para los habitantes de comunidades como Alianza, Aramecina, La Arada y Goascorán la imagen de la guerra sigue tan presente como hace tres décadas.

Estas poblaciones formaron parte en la guerra de 1969 del Frente Sur de Resistencia, creado por Tegucigalpa para repeler el ataque de las tropas salvadoreñas.

En el lugar, la pobreza compite sólo con la desolación del ambiente producto de la deforestación. Al igual que la zona de Nahuaterique, sus habitantes comercian más con las localidades salvadoreñas que con el resto de Honduras y también demandan una mayor atención estatal para impulsar el desarrollo.

El mayor retirado Carlos Avila, uno de los tantos combatientes del Frente Sur de Resistencia, indicó que la guerra con El Salvador "nos ha dejado una lección: nada justifica levantar las armas por algo que nos va dejar más miseria".

"Han pasado 30 años de esa gesta histórica y mírenos, la situación es igual, el sur casi nada ha avanzado", afirmó.

Avila sostuvo que "lo único que ha pasado es que estamos más viejos y casi no podemos caminar por la artritis, pero la pobreza, el hambre y la falta de empleo es un polvorín social a punto de estallar. En cualquier momento tendremos nuestra propia guerra si no atendemos estas urgencias".

De acuerdo a historiadores, la guerra entre Honduras y El Salvador se originó por los problemas sociales y de tierras internos que enfrentaban las dictaduras de ambos países.

El 14 de julio de 1969 las tropas salvadoreñas cruzaron la frontera con Honduras e invadieron poblados, pero lograron ser retenidos en su ofensiva por la fuerza aérea hondureña, la única rama de las fuerzas armadas con capacidad para ese tipo de enfrentamiento bélico.

Los cuatro días y cinco horas que duró la guerra han sido los más largos en la historia de estos dos países, enfrentados en esos años por el desequilibrio de sus balanzas comerciales en favor de El Salvador, cosa que no era del agrado de muchos grupos empresariales hondureños, según el historiador Marvin Barahona.

Bautizada por la prensa internacional como "la guerra del fútbol", porque las selecciones nacionales de ambos países disputaban en esos días un lugar en el campeonato mundial que se realizó en México en 1970, las razones de fondo fueron muy otras.

El enfrentamiento entre las dos naciones nunca tuvo como eje un partido de fútbol, sino que sus razones fueron políticas y económicas, de ahí que la historia la registre como la "guerra de 100 horas".

Tres décadas después de la guerra, ambos países viven un proceso de paz interno, impulsan la integración centroamericana y, en el caso hondureño, el país experimenta una "invasión" económica salvadoreña tras la instalación de grandes negocios producto de la integración.

Las estrategias de competencia entre ambos países han cambiado, pero en la frontera los pueblos no entienden aún qué pasó, porqué lucharon y, lo peor aun, porqué continúan olvidados y luchando solos contra la pobreza que golpea a ocho de cada 10 habitantes de la región. (FIN/IPS/tm/dm/ip/99)

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