La mutilación genital femenina y la compra o secuestro de niñas son prácticas muy extendidas en Etiopía, y las organizaciones defensoras de los derechos humanos piensan que será difícil erradicarlas.
La mutilación genital femenina se practica en nueve de las 11 regiones del país, y 73 por ciento de las mujeres han sido víctimas de esa práctica.
Beynech Wata fue sometida a una mutilación genital a los 10 años de edad, y ahora es vicepresidenta del Comité de Mujeres del sur de Etiopía, que impulsa una campaña para poner fin a las prácticas tradicionales dañinas para las mujeres.
Wata recuerda que su madre le vendó los ojos y que dos mujeres sujetaron sus piernas para mantenerlas separadas. "Otra mujer me mutiló con una navaja nueva", relató.
"Después echaron agua muy caliente en la herida. No pude orinar durante cuatro días", añadió Wata, a quien no le cosieron los labios vaginales luego de mutilarla, como se hace en otras modalidades de la misma práctica.
En muchas regiones del país, las mujeres que no han sido víctimas de mutilación genital son marginadas de la sociedad, explicó Abdi Ibrahim, procedente de Dire Dawa, una localidad del sudeste donde esa práctica es muy común.
Zeyneb Abdulahi, también de Dire Dawa, relató que "se vendan los ojos de las niñas pequeñas y se les atan las piernas y los brazos" para mutilarlas y coser sus labios vaginales, dejando una pequeña abertura para que puedan orinar y menstruar, hasta que la sutura es desgarrada por el marido en la noche de bodas.
Esta modalidad de mutilación genital femenina es practicada por la etnias afar, harri, somali y oromo, según la Comisión Nacional contra las Prácticas Tradicionales Dañinas (CNPTD), una organización no gubernamental con sede en Addis Abeba.
La edad a la cual se practican la mutilación varía. Algunas niñas son víctimas de esa práctica en su primera semana de vida, otras antes de casarse y otras después de dar a luz a su primer hijo, según datos del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia.
Los encargados de practicar la mutilación "suelen utilizar instrumentos sucios, como navajas de metal herrumbrado, y cortan una vena, haciendo que las niñas pierda mucha sangre", según la CNPTD.
La comisión informó que 54,5 por ciento de las mujeres del país fueron obligadas a contraer matrimonio a edad temprana y 69 por ciento fueron secuestradas en 1997.
En la zona rural, un hombre puede "comprar" una esposa con tres camellos y 38 dólares, y si no posee camellos puede ofrecer ganado a sus futuros suegros. Además, tendrá que trabajar el campo del padre de su mujer.
Esta práctica, llamada "gurgura" (venta), está muy extendida entre los oromo, la principal etnia de Etiopía, a la cual pertenecen 40 por ciento de los 60 millones de habitantes.
Una tradición similar existe en Gambela, en la frontera con Sudán, donde la CNPTD señaló, por ejemplo, que un hombre de 60 años puede "comprar" una jovencita de 19 años por "varias cabezas de ganado".
Una vez que la joven se casa, pasa a ser tratada como una sirvienta más que como una esposa, señaló Abebech Alemneh, el director ejecutivo de la Comisión.
La familia de la joven se disgusta si ella vuelve a raíz de una disputa con su marido. "Como ya se gastaron la dote que pagó su hijo político, prefieren que su hija sufra en vez de volver a casa", explicó Alemneh.
Otra manera de casarse es raptar a una muchacha, una práctica muy común en el sur del país. La CNPTD aseguró que era habitual que se llegara a secuestrar cinco mujeres jóvenes por día.
"Entre cinco y siete hombres esperan en el bosque a que alguna muchacha de entre 12 y 14 años regrese a su casa después de ir a buscar agua o leña. Si se resiste al rapto, la golpean. Si pueden, se la llevan en un automóvil", relató Wata.
Según la ley, los secuestradores pueden recibir penas de cárcel de hasta 10 años, pero Wata explicó que "si la niña no tiene un padre influyente que la defienda, la gente dice que el rapto no es algo tan grave porque, después de todo, el principal objetivo de una muchacha es casarse".
Los grupos defensores de los derechos de las mujeres han comenzado a realizar campañas educativas para que la población tome conciencia de los peligros de la mutilación genital femenina y los secuestros.
Según las encuestas, 30,7 por ciento de los consultados se oponen a la mutilación genital femenina, 74,7 por ciento están en contra del casamiento temprano y 85,3 por ciento censuran el secuestro de jóvenes.
El matrimonio temprano prevalece en las etnias amhara y tigray. Es frecuente que las niñas sean obligadas a casarse a los 12 años de edad, y que cuando quedan embarazadas sus hijos mueran antes de nacer.
En otras ocasiones las madres tienen un trabajo de parto prolongado, sufren fístulas que les impiden controlar sus esfínteres, o mueren en el parto.
El matrimonio temprano es el resultado de las presiones sociales y los problemas económicos. Si una niña no se casa se convierte en una marginada social.
La CNPTD piensa que la incidencia de las prácticas tradicionales dañinas está disminuyendo, e informó que el porcentaje de mujeres víctimas de mutilación genital descendió de 90 por ciento en 1990 a 73 por ciento en 1997. (FIN/IPS/tra- en/yb/mn/ceb/mp/hd/99