/BOLETIN-AMBIENTE/ TAILANDIA: También los elefantes sufren la crisis asiática

Los elefantes son los animales nacionales de Tailandia, pero en la carrera de esta década hacia una economía "poderosa como un tigre" se convirtieron en víctimas de la desenfrenada ambición de riquezas, en peligro de extinción.

Activistas del sudeste de Asia pidieron una mayor cooperación para proteger a estos animales, amenazados en toda la región, durante una conferencia en Chiang Mai, en el norte de Tailandia.

"Pese al gran respeto que se tiene por los elefantes en esta parte del mundo, los majestuosos animales han padecido durante varias décadas penurias y maltrato, que han reducido drásticamente su número", afirmó Parnthep Ratakanakorn, uno de los principales activistas tailandeses por los derechos de los elefantes.

Parnthep, creador de la Fundación del Elefante Asiático de Tailandia (FEAT), señaló que unos 100.000 elefantes deambulaban antes por las selvas de Tailandia y ahora quedan sólo aproximadamente 6.000, la mitad de los cuales aún viven en la espesura.

Durante siglos el elefante ha sido un importante símbolo nacional en Tailandia y tambien en Laos, que fue denominada en otros tiempos "la tierra del millón de elefantes". En los Juegos Asiáticos que se realizaron el año pasado en Bangkok, el elefante fue naturalmente elegido como mascota.

El paquidermo tambien figura en numerosos símbolos e insignias asociadas con la mitología y la familia real de Tailandia.

Según Parnthep, prácticas como la del método agrícola de talar y quemar, con el cual los campesinos despejan grandes espacios en la selva para transformarlos en tierras cultivables, son responsables de la sustancial reducción del hábitat de los elefantes.

En contraste con el vecino Laos, con 40 por ciento de su territorio todavía cubierto por selvas, Tailandia cuenta en la actualidad con menos de 27 por ciento de áreas boscosas debido a la acelerada industrialización de las últimas dos décadas.

La creciente urbanización tambien significó que los elefantes salvajes se enfrentaran con la falta de recursos alimenticios naturales de la jungla y entraran en conflicto con los campesinos que despejaron la selva para cultivar verduras y frutas.

Los campesinos persiguen y matan a los elefantes, porque éstos pisotean y devoran las plantaciones y cosechas. Los animales también son víctimas de cazadores furtivos que buscan marfil para venderlo a los turistas.

La intrusión humana en la selva determinó que algunas manadas de elefantes quedaran dispersas y aisladas. "Se necesitarán estudios prolongados para determinar el impacto de las actividades humanas en la salud y longevidad de los elefantes", dijo Chonechith Douangphachan, un veterinario de Laos que asistió a la conferencia.

"La experiencia tailandesa debe ser estudiada por expertos de toda la región para evitar errores derivados de una excesiva intrusión humana en el hábitat natural del elefante.

Los elefantes domesticados también están en graves problemas. Irónicamente, uno de ellos es el desempleo creado por la prohibición de 1989 sobre talado de bosques.

A principios de los años 80, los animales cautivos trabajaban en el transporte de madera y troncos cortados, pero la prohibición obligó a quienes emplean elefantes para estas tareas a buscar sustento en Bangkok y otras grandes ciudades.

Los animales no se adaptaron al tránsito y la contaminación acústica de las ciudades, y hubo muchos accidentes, incluso durante espectáculos acrobáticos con elefantes para turistas. Hambrientos y abrumados de trabajo, los paquidermos, de costumbre pacíficos y amigables, se volvieron irritables y agresivos.

Elefantes enfurecidos o en celo, que causaron muertes, lesiones y daños a las propiedades, debieron ser detenidos a balazos.

Los veterinarios apuntaron además que los elefantes, como otros animales, sufren el peligro constante de enfermedades contagiosas como la septicemia hemorrágica en la boca y las patas, o infecciones externas e internas de parásitos.

A menudo padecen también de desnutrición por alimentación incorrecta o mal balanceada, y en otros casos se vuelven adictos a las anfetaminas y otras drogas que se les suministran para que trabajen más.

Algunos elefantes fueron encontrados en centros turísticos encadenados y carentes de cuidados adecuados. En toda Tailandia, como respuesta al maltrato contra el animal nacional, organizaciones oficiales y no gubernamentales han iniciado actividades para proteger a los elefantes.

Uno de esos grupos es la FEAT, creada en 1991 como un club informal de preocupados amantes de los elefantes e integrado por empresarios, empleados públicos y veterinarios.

Su primera iniciativa fue invitar a propietarios y entrenadores de elefantes de la provincia nororiental de Surin a que se conviertieran en socios de la fundación.

Los elefantes de Surin fueron registrados y se les hicieron marcas mediante una sustancia inyectable, para que fuera posible identificar a cada uno de ellos y brindarle el tratamiento médico que necesitara.

La FEAT apoyó, en coordinación con las autoridades, el desarrollo de actividades en la industria turística en las que fuera posible emplear elefantes domesticados, como la realización de excursiones sobre ellos, con la precaución de que no se abusara físicamente de los animales y sus crías.

Integrantes de la FEAT dijeron que el empleo de elefantes en su medio natural es la clave para prevenir la migración de paquidermos a Bangkok u otras áreas urbanas.

También propusieron que los elefantes problemáticos y los que no puedan ser empleados por otras razones sean trasladados a grandes extensiones de selva degradada, adecuadas para ellos.

Entre las enmiendas legales propuestas por la FEAT hay una que busca asegurar que las crías sean oficialmente registradas, no más de seis meses después de su nacimiento, por importantes agencias gubernamentales, de modo que sea posible seguirles la pista.

Esa medida facilitaría una tutela sanitaria adecuada y también desalentaría a cazadores y negociantes inescrupulosos que se apoderan ilegalmente de crías, para venderlas a propietarios de centros turísticos y otros operadores comerciales.

"La mengua de la población de elefantes tailandeses y el maltrato que sufren los animales, pese a que son un símbolo nacional, debería ser una advertencia para todos sobre la profunda crisis que padece nuestra sociedad", expresó Parnthep.

"En medio de una seria emergencia económica y social, podemos extraer enseñanzas de errores anteriores y asegurar un brillante futuro a la población de elefantes que todavía perdura", añadió. (FIN/IPS/tra-en/bs/ral/ego/mp/en dv/99)

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