Novedosas técnicas de combate a la violencia, que se concentra en los hogares y en los fines de semana, son desarrolladas por numerosas municipalidades de América Latina.
El esfuerzo y las innovaciones en esa área fueron consideradas en una reunión a la que asistieron el jueves y este viernes más de 60 alcaldes y expertos, promovido por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la Alcaldía de Rio de Janeiro.
En Cali, una de las ciudades más violentas de Colombia, un programa puesto en marcha por el ex alcalde Rodrigo Guerrero logró en 1997 reducir 30 por ciento el índice de homicidios hasta 86 por 100.000 habitantes.
La campaña empezó por la comprobación de la criminalidad era la primera preocupación de la pobladores de los barrios y que 66 por ciento de los asesinatos ocurrían los fines de semana, en especial durante la noche, en gran parte involucrando consumo abusivo del alcohol, señaló Guerrero.
En Chile, ocurren agresiones físicas en un cuarto de las familias y psicológicas en un tercio, señaló Cecilia Peñaloza, responsable de prevención de la violencia intrafamiliar en la Municipalidad de Santiago.
Un estudio con alumnos del octavo grado en Santiago reveló datos más graves: 63 por ciento de ellos dijeron haber sufrido abusos físicos en el hogar, calificados de severos por 34 por ciento, precisó Mayra Buvinic, jefa de la Division de Desarrollo Social del BID.
Entre mujeres adultas con pareja, más de 40 por ciento también sufren agresiones en la capital chilena.
Ese es un problema general. En toda América Latina las mujeres que son víctimas de la violencia doméstica, sea física, psicológica o sexual, suman entre 30 y 50 por ciento, según Andrew Morrison, experto del BID que acompaña un programa de prevención y atención al problema en seis países de la región.
El día más peligroso para niños y mujeres en sus hogares, por lo menos en Río de Janeiro, es el lunes, seguido del sábado y el domingo. Pero se trata, evidentemente, de otro efecto de los excesos del fin de semana.
La prohibición de la venta de bebidas alcohólicas en las madrugadas se consideró un factor decisivo en la reducción de los homicidios tanto en Cali como en el relato de la experiencia del ex alcalde de Bogotá, Antanas Mockus.
Prohibir el porte de armas, por lo menos los fines de semana, hubiera sido otra importante medida, pero no la permitieron los militares, se lamentó Guerrero.
Colombia es un inmenso laboratorio de "violentología" para el conocimiento de este fenómeno creciente en las grandes ciudades del mundo y desarrollo de técnicas de prevención y tratamiento.
En Cali, Guerrero impulsó la creación de Consejos de Seguridad, métodos de educación para la tolerancia y la convivencia, certámenes populares como las olimpíadas intercomunales y sistemas de estudio e información sistemática sobre la violencia.
Mockus se hizo conocido por su acción a favor de una "cultura ciudadana" de convivencia y solución pacífica de conflictos en la capital colombiana. Además de la "ley zanahoria", de prohibición de alcohol en la madrugada, introdujo varias novedades .
Las tarjetas ciudadanas trasladaron al tránsito los símbolos de advertencia y expulsión usados en el fútbol. Esa y otras medidas redujeron de 25 cada 100.000 habitantes a 20 las muertes en accidentes con vehículos en la ciudad.
La "vacuna contra la violencia", actos mediante los cuales los psicólogos hacen recordar a los padres las agresiones sufridas en la infancia y simularlas contra muñecos, por ejemplo, se aplicaron a 45.000 personas.
Respecto del desarme de la población, ante la resistencia de los militares, el ex alcalde recurrió a la ayuda de iglesias y logró recoger 2.538 armas personales.
Mockus sostuvo que regulaciones por la vía cultural y moral son más efectivas en la lucha contra la epidemia de violencia que las legales.
La culpa, la vergüenza y la condena social tienen más fuerza, así como la gratificación moral y el aplauso de la comunidad superan los escasos estímulos que ofrece la ley, argumentó.
La violencia es "multifacética y multicausal", presentándose en varias formas y consecuencia de varios factores, que pueden no coincidir en distintos países o ciudades, destacó Mayra Buvinic. Algunos medios de prevención, sin embargo, son comunes, una de las cuales es la participación social.
El BID promueve estudios y proyectos sobre el problema hace cuatro años, tras comprobar que se trata de un fuerte obstáculo al desarrollo en América Latina, la segunda región más violenta del mundo, superada solo por Africa subsahariana.
La violencia social tiene un costo que corresponde a 24,7 y 24,9 por ciento del producto interno bruto en Colombia y El Salvador, respectivamente. Em México la pérdida alcanza 12,3 por ciento, bajando a 11,8 por ciento en Venezuela y 10,5 por ciento en Brasil. (FIN/IPS/mo/mj/ip dv/99