Científicos y consumidores de Zimbabwe pidieron al gobierno que establezca normas más severas para el control de la importación de semillas, plantas y alimentos genéticamente modificados que podrían estar ingresando al país.
"En los países desarrollados ni siquiera es posible introducir comida preparada", señaló Lilian Marovatsanga, directora del Instituto de Ciencias de la Alimentación, de la Nutrición y de la Familia en la Universidad de Zimbabwe.
"En Zimbabwe sólo se necesita traer las semillas, y podríamos estar comiendo alimentos genéticamente modificados sin saberlo. Nos enfrentamos a una verdadera amenaza", afirmó.
En opinión de Marovatsanga, los funcionarios encargados de las aduanas carecen de la capacitación necesaria para realizar el control de los alimentos que ingresan al país.
"A partir del año próximo introduciremos un curso de Control de Alimentos en la Universidad de Zimbabwe, con la ayuda de profesores holandeses", dijo a IPS.
Nadie sabe con certeza si se están vendiendo en el país alimentos genéticamente modificados, pero Victor Chisi, gerente regional del Consejo del Consumidor de Zimbabwe (CCZ), tiene "fuertes sospechas" de que así es.
Zimbabwe importa más alimentos que los que exporta, y en los últimos años los productos sudafricanos han inundado el mercado local. Por otra parte, Sudáfrica y la Union Europea (UE) firmaron un acuerdo de libre comercio que, según los analistas, podría saturar el mercado con bienes europeos.
A su vez, la UE es la mayor importadora de productos estadounidenses genéticamente modificados.
"Como resultado de la liberalización del comercio, muchos productos extranjeros están ingresando al país, y algunos podrían ser alimentos genéticamente modificados, que son muy difíciles de distinguir de los demás, e incluso parecen mejores a veces", comentó Chisi.
No hay una política oficial para controlar el ingreso al país de los alimentos genéticamente modificados, dijo a IPS David Nahri, un funcionario del Laboratorio de Análisis del Gobierno en Harare.
"Es muy posible que algunos alimentos que consumimos hayan sido genéticamente manipulados", señaló.
"No se sabe mucho sobre qué tipo de alimentos modificados entran al país, porque carecemos de los medios para analizarlos. La triste realidad es que actualmente no estamos en condiciones de impedir su ingreso. Este es uno de los problemas de la globalización", dijo Marovatsanga.
"Instituciones como la Organización Mundial del Comercio, la Organización Mundial de la Salud y la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación deberían tratar de imponer normas internacionales al respecto, para ayudar a los países pobres", añadió.
"Ahora mismo podríamos estar ingiriendo alimentos genéticamente modificados sin saber qué efectos colaterales pueden producir. Podríamos volvernos estériles, por ejemplo. Nadie lo sabe", advirtió.
Muchos científicos han señalado que los productos genéticamente modificados podrían ser peligrosos para la salud humana y el ambiente, y que no se dispone de estudios suficientes para asegurar que no lo son.
En 1996, cuando el ministro de Salud de Japón aprobó la venta en ese país de 20 tipos de alimentos genéticamente modificados, incluyendo semillas de colza y de soja, que son ingredientes esenciales de la dieta de los japoneses, hubo fuertes protestas de los consumidores locales.
Esas semillas fueron modificadas para que resistieran los herbicidas químicos. A su vez, el maíz y las papas genéticamente modificadas segregan directamente sustancias plaguicidas.
Los vegetales genéticamente modificados crecen fácilmente, son más resistentes y cultivarlos resulta más barato, pero los activistas de Japón no pensaban que el cambio fuera ventajoso para los seres humanos.
Un profesor japonés de química citó informes según los cuales el uso de productos químicos para eliminar la cizaña, en el cultivo de soja genéticamente modificada, estimula la producción de una sustancia nociva similar a la hormona sexual femenina.
"Es muy difícil que países como Zimbabwe puedan realizar las pruebas científicas necesarias para identificar estos productos, y no podemos impedir que ingresen, pero deberían comercializarse con etiquetas donde se advierta que son alimentos genéticamente modificados", dijo Nhari.
El Consejo de Consumidores de Zimbabwe tiene la misma opinión. "Todos los alimentos genéticamente modificados deberían ser etiquetados. Es un derecho del consumidor saber qué es lo que compra y come", apuntó Chisi.
"En Europa hay mucha presión para que los consumidores se opongan a estos productos, a partir de indicios de que pueden producir cáncer e hipertensión, pero en Zimbabwe se sabe muy poco al respecto", indicó.
"El mundo desarrollado cuenta con servicios médicos adecuados para enfrentar cualquier tipo de efecto colateral causado por el consumo de alimentos genéticamente modificados, pero nosotros no disponemos de esos medios", añadió.
El CCZ recibirá apoyo de otros grupos de consumidores de todo el mundo para aprender a estar alerta sobre la calidad de las distintas marcas comerciales.
"Seguiremos asumiendo que los alimentos genéticamente modificados son inseguros mientras no se presenten con etiquetas y suficiente información al consumidor", afirmó Chisi.
EL CCZ está pidiendo normas más severas para controlar el ingreso de alimentos modificados, o que se suspenda su importación, incluyendo la de semillas y plantas, hasta que se establezca científicamente si son riesgosos para la salud.
No obstante, Estados Unidos, el mayor exportador de alimentos genéticamente modificados, ha sostenido formalmente que la obligación de etiquetar esos productos constituiría una barrera comercial no arancelaria. (FIN/IPS/tra-en/lm/mn/ego/mp/he if/99)