Tanto Yugoslavia como la OTAN pidieron esta semana un papel decisivo para la ONU en la fuerza internacional de paz acordada esta semana por el Consejo de Seguridad en Kosovo, un dato, por cierto, paradójico.
El embajador yugoslavo ante la ONU (Organización de las Naciones Unidas), Vladislav Jovanovic, llegó a afirmar ante el Consejo que "es necesario desplegar una misión de paz" de la organización, a la que, además, criticó por no haber actuado con más rapidez en Kosovo.
Esas expresiones, señalaron aquí algunos diplomáticos, marcaron un fuerte contraste con las formuladas en 1991, cuando la antigua Yugoslavia se dividió y Belgrado abiertamente despreció la mediación de la ONU en los Balcanes.
En 1995, durante la guerra en Bosnia-Herzegovina, los serbiobosnios, que contaban con el respaldo de Belgrado, llegaron a utilizar a cientos de miembros de la misión de paz de la ONU como "escudos humanos".
Yugoslavia no es la única que recuperó su aprecio por las Naciones Unidas.
Miembros de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte), que criticaron la supuesta ineficacia de la ONU en las crisis en Bosnia-Herzegovina y Croacia, proclamaron esta semana que el foro mundial era la única instancia que podía poner fin a 11 semanas de sus bombardeos contra Yugoslavia.
La medida en que países como Estados Unidos y sus aliados europeos cambiaron de opinión sobre las ONU pudo apreciarse en la resolución del Consejo de Seguridad, que autorizó nuevas misiones militares y civiles en Kosovo.
La resolución limita el control del Consejo de Seguridad sobre la futura Fuerza de Kosovo (KFOR), integrada por soldados rusos y de la OTAN, pero otorga a la ONU amplias potestades sobre la reconstrucción de Kosovo, el retorno de 800.000 refugiados y la administración de la provincia.
"Creo que es importante que se le haya pedido a la ONU que ejerza su papel tradicional. Creo que allí hay un mensaje para todos nosotros", expresó esta semana el secretario general de la organización, Kofi Annan.
El mensaje que se lee entrelíneas es que los intentos de Estados Unidos para dejar ONU al margen en sus enfrentamientos con Yugoslavia, Iraq o Libia encallaron cuando otros países expresaron su oposición a los enfoques unilaterales de Washington.
El embajador ruso Sergei Lavrov lo expresó con claridad durante la sesión del Consejo de Seguridad, cuando expresó su esperanza en que se forje "un auténtico orden mundial multipolar en el cual no haya lugar para dictados unilaterales".
Países de la OTAN elogiaron la resolución de la ONU porque dio base legal para el despliegue de 50.000 soldados de la alianza en Kosovo, mientras Rusia, China y Cuba, entre otros, manifestaron que la participación de la ONU en el logro de una solución limitó la dominante actitud estadounidense.
La sesión del Consejo resultó también oportuna para reiterar las posiciones de ambas partes respecto de los ataques aéreos de la OTAN contra Yugoslavia, con la alianza defendiendo su "humanitaria" ofensiva, y sus críticos señalando que la crisis, en última instancia, requirió una solución diplomática.
Kosovo no es el único caso en que Estados Unidos trató de dejar de lado a la ONU y en el que, al final, debió acudir a la organización para arreglar el entuerto.
Las naciones africanas tomaron en sus manos la disputa entre Estados Unidos, Gran Bretaña y Libia cuando retiraron gradualmente su apoyo al embargo de la ONU contra Trípoli, que duró seis años.
Las vacilantes sanciones empujaron los países a un compromiso sobre un proceso en La Haya a dos libios a los que se involucró en el atentado explosivo a un avión de Pan American en 1988. La mediación de la ONU fue crucial para lograr la extradicion de los dos acusados y la suspensión de las sanciones en abril.
El viernes, el último resultado de ese compromiso fue una reunión en Nueva York propiciada por la ONU entre los embajadores de Estados Unidos, Gran Bretaña y Libia, la primera en su tipo desde que las relaciones de Trípoli con Washington y Londres se enfriaron a comienzos de los años 80.
Mientras, el Consejo de Seguridad de la ONU no logra una posición consensuada en torno de Iraq. Los inspectores de armamento de la ONU, expulsados por Bagdad desde que comenzaron en diciembre los ataques aéreos británicos y estadounidenses, probablemente no volverán a reanudar su tarea.
Las diferentes crisis han tenido una característica común: la convicción de funcionarios estadounidenses, en especial la secretaria de Estado (canciller), Madeleine Albright, y el asesor nacional de Seguridad, Sandy Berger, de que los esfuerzos internacionales más importantes no necesitan involucrar a la ONU.
Albright, al principio partidaria del multilateralismo encabezado por la ONU cuando fue embajadora ante la organización entre 1993 y 1996, ahora dejó en reiteradas ocasiones de lado a las Naciones Unidas, una acción que algunas veces repercutió en su contra.
A pesar de los intentos estadounidenses de minimizar a la ONU, Washington tuvo que acudir a Annan para que actúe como mediador con los presidentes Saddam Hussein, de Iraq, y Muamar Gadafi, de Libia, cuando sus intentos de aislar a estos dos países generó el rechazo de otras potencias como Rusia y China.
El vuelco en Kosovo da a la ONU, virtualmente ausente del manejo de la crisis en marzo, un importante papel como autoridad de transición en la provincia y potencial mediador entre Belgrado y la KFOR.
La Casa Blanca proclamó su victoria en la guerra de Yugoslavia, pero los resultados no intencionales incluyeron la expulsión de 800.000 albaneses de Kosovo y la muerte de 1.200 civiles por los ataques aéreos de la OTAN.
"Kosovo ha sido sustancialmente destruida como sociedad viable, lo mismo que gran parte de la infraestructura civil de Serbia", advirtió el académico Richard Falk en el semanario estadounidense The Nation.
Tras 11 semanas de semejante destrucción, tanto Belgrado como Washington han cambiado aparentemente de opinión acerca del papel de la ONU en los Balcanes. (FIN/IPS/tra-en/fah/mk/ego/mj/ip/99